5. Raro

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C H A S E

Admiré a mi hermana melliza con mis ojos hechos dos perfectas líneas, pensando en que probablemente yo era el único normal en nuestra familia. ¿Se había caído de niña y yo no me había dado cuenta? Las teorías eran miles y existía la posibilidad de que nunca lo fuese a descubrir por completo.

Al mirarle, no pude evitar pensar en que las chicas tan solo veían la vida como una canción de pop. Que sentían que cada vez que salía una nueva de estas, la letra describía cada momento de su vida, que en ese momento ellas pensaban que es miserable. Y llegué a esa conclusión cuando mi hermana melliza no paraba de cantar una canción sobre corazones rotos. Mis oídos iban a empezar a sangrar de tanto sonido que entraba por ellos.

Me acerqué a ella y le quité los audífonos que llevaba puestos, sus ojos mieles se encontraban llenos de tristeza cuando lo hice, aunque sus irises estaban mezclados con algo de enojo por el atrevimiento. Ladeé la cabeza mirándole con ambas cejas alzadas, esperando una explicación.

—Mayari Alexandra Efron —dije, al ver que no tenía intención de hablar primero —. ¿Te puedes dejar de cantar? —pedí.

—Déjame en paz —respondió a la defensiva, quitándome sus audífonos de la mano.

La relación que mi hermana tenía con mi mejor amigo era la montaña rusa con más subidas y bajadas que podía existir. Ambos simplemente no sabían qué querían del otro, y aquello solía jugarles en contra la mayoría de veces que intentaban formalizar su relación y volverse una pareja oficial. Hacía tiempo que le había dejado el camino libre a Diego para preguntarle a mi melliza sobre si quería ser su novia, pero al parecer, las cosas no iban también entre ellos.

Mayari había tenido una cita con el rubio después de mucho tiempo, en la que él la llevó a uno de sus restaurantes favoritos para poder conversar un poco más sobre lo que sucedía entre ellos, con el propósito de salir de aquella cita juntos de la mano y siendo una pareja feliz. Pero mi hermana era la persona más celosa que conocía, no gustándole cuando las chicas se le acercaban mucho a mi mejor amigo, poniéndose demasiado defensiva o ruda con las demás personas.

Diego solamente había conversado con una de las meseras sobre los zapatos que llevaba, ya que eran unos que él había estado tratado de comprarle a su madre por meses, no pudiendo encontrarlos. Mayari tomó la conversación mucho más al extremo, encerrándose en que él había querido sacarle el número de teléfono a la empleada que era por lo menos cinco años mayor que mi amigo.

El rubio, quien no era tolerante como yo cuando mi hermana tenía uno de sus ataques de celos, rápidamente la puso en su sitio diciéndole que no le iba a permitir que le hiciese una escena delante de muchas personas. En vez de salir felices del lugar, ambos salieron discutiendo, mi melliza no dejando de decir que ellos no eran compatibles por el simple hecho de que Diego era demasiado coqueto con todas las cosas que poseían una falda.

—Maya —le miré a los ojos y tomé sus muñecas con fuerza —, Diego no le quiso sacar el número de teléfono a una empleada cinco años mayor que él.

—Sí lo hizo —replicó enojada, cerrándose por completo.

—Mayari Alexandra —dije entre dientes, más que irritado por su acción de niña pequeña —. No lo hizo. Y tú tienes que aceptar que eres una enferma de los celos —agregué serio.

Sin decir nada más, se soltó de mí mirándome con sus ojos ardiendo en rabia, saliendo de mi habitación de un portazo. Suspiré cruzándome de brazos, sabiendo que había hecho lo correcto al decirle sus verdades en su cara, aunque esas le dolieran en lo más profundo de su corazón.

La puerta de mi habitación se abrió revelando a mi mejor amiga, vestida cómodamente con unos pantalones deportivos y una camiseta mía, sus gafas cubriendo sus bellos ojos cafés. Llevaba su cabello sujetado en una trenza de espiga, por lo que fruncí el ceño al verla tan adorable.

Enamorado de mi Mejor Amiga ©Where stories live. Discover now