7. La Cocina

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C H A S E

Mi madre siempre solía decir que la vida te daba miles de oportunidades para ganar diferentes experiencias que te vuelven la persona que tú deseas ser en el futuro, que, gracias a ello, puedes convertirte en un ser humano del cual muchas personas estarían más que orgullosos.

En aquel caso, no estaba entendiendo qué experiencia me estaba tratando de dar la vida, ya que lo único que sentía era la gran tristeza que la realidad me había regalado en el rostro a mérito propio. No podía evitar sentir demasiada incomodidad ante el hecho de que mi mejor amiga iría al baile con Tyler, quien al parecer no era tan inocente como pensaba. 

Mis amigos decían que estaba celoso, y aunque yo lo quería negar, lo estaba. Lo admito, ¿bien? Estaba celoso de que mi mejor amiga vaya a salir con otro chico que no sea yo, ¿vale?

Entendía qué no estaba en algún derecho de reclamarle, pero igual  no podía evitar sentirme entre la espada y la pared ya que quería protegerla y que ningún estúpido hormonal le hiciera daño.

—¡Diego deja esa sartén en su lugar! —En el momento en que grité aquello, la sartén se estrelló con el rostro de Leo, haciendo que este se cayera al suelo.

Miré hacia la puerta esperando que el ruido no hubiese levantado ninguna sospecha por parte de las mujeres de limpieza, las cuales se encontraban con sus ojos puestos en nosotros a cada segundo. Mi mirada regresó hacia mis amigos, los cuales hicieron una mueca antes de ayudar a Leonardo, quien tenía sus ojos dando vueltas gracias al golpe lanzado por el rubio de mi mejor amigo.

Entendía que se encontrase más que rabioso con él por el hecho de que nos encontrábamos trabajando en la cocina como castigo gracias a la guerra de comida iniciada por él. A pesar de que los chicos del equipo de tecnología empezaron al lanzar puré de papas por el cabello del moreno, ninguno de los prefectos creyó nuestra historia. Caminar envueltos en diferentes tipos de comida hacia la oficina del director, quien no paraba de reír al vernos para luego darnos como castigo el ayudar a las mujeres de la cocina.

Juré sentir mi mundo dar vueltas al ver la gran pila de trastes que estaban esperando ser lavados por las manos de Diego y las mías, las cuales empezaron a doler a penas mi mirada se encontró con la imagen de los platos ordenados. Adam y Tyler se estaban encargando de secar todos los platos que nosotros lavábamos mientras que Brandon y Leonardo estaban llevando todas las comidas a la cafetería. 

—¡Diego! ¡No puedes arreglar los asuntos a sartenazos! —le reproché, quitándole la sartén de la mano —. Pónganse a limpiar, no quiero llevarme otro castigo.

Adam ayudó a Leo a levantarse, quién tenía en la frente las letras hecho en China. Solté una carcajada para luego continuar lavando los platos.

Reí cuando las chicas entraron, todas con pilas de platos en las manos. Al igual que nosotros, tenían puesto un uniforme blanco que ya poseía varias manchas de grasa. Todas tenían el cabello recogido, mi castaña reluciendo entre ellas gracias a poseer gafas cubriendo sus bellos ojos cafés.

A ellas las habían castigado por culpa de Jessica según mi hermana melliza, debido a que la pelinegra empezó a tirarse pintura con otra niña en la clase de arte. Resultaba que las chicas al tratar de ayudarla empezaron una guerra de pintura entre todos en la clase, consiguiéndose un castigo por de parte de la profesora. 

—No lavo los trastes ni en mi casa y ahora tenemos que lavarlos aquí. Un día de estos los tendré a todos lavándome mis calzones —comentó Mayari, haciéndonos reír.

Las chicas colocaron la fila de platos a mí alrededor. Diego rodó los ojos para seguir quitando los restos de papa que tenía una olla, mientras que mis manos continuaron en lavar los platos dejándolos brillando gracias al jabón especial comprado por la señorita Agnes.

Enamorado de mi Mejor Amiga ©Where stories live. Discover now