40. No digas nada

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CHASE

—Yo me encargo —me susurró Leslie, ofreciéndome una sonrisa.

Se acercó a Jade y rápidamente le habló varias cosas de las cuales solo entendí algunas. La castaña al parecer no estaba molesta y se tomó con gracia el hecho de que Leslie le hubiera pedido disculpas.

—Descuida, están todos adentro. —Maya y Leslie entraron al lugar, dejándonos solos a Jade y a mí —. Le creo.

—Leslie no es mala persona, Jadeline. Y si has escuchado nuestra conversación, sabrás que me pelearía con cualquiera por ella, ¿entendido? —Jade me miró cruzada de brazos.

—Por supuesto. También quiero que sepas que por Diego, me pelearía con cualquiera también, aunque a ti te enoje, ¿entendido? —Me ofreció una sonrisa sarcástica para luego reír, rodeándome con sus rezos.

Deposité un beso un su cien para luego entrar a la fiesta. Faltaba menos de dos horas para el comienzo del año nuevo y todos estábamos emocionados.

— ¿Qué harán por las tres semanas de vacaciones que tenemos? —preguntó Nick —. Recuerden que el director cerró la escuela por mantenimiento.

—Iré a visitar a mi tío Magnus, a Inglaterra —dijo Jade, a lo que yo la miré alzando ambas cejas —. ¿No te lo comenté?

—Para nada, quiero todos esos detalles, eh. —Ella me sonrió para luego asentir.

JADE

— ¡Tres! ¡Dos! ¡Uno!

— ¡Feliz año nuevo! —Todos comenzaron a gritar y a abrazarse entre sí.

La mayoría de las parejas comenzaron a besarse, tal y como es la típica tradición de año nuevo. Sentí los brazos de Chase rodearme para luego sentir sus labios sobre los míos.

Cuando nos separamos, pude apreciar cómo Daniela y Brandon conversaban... No, mejor dicho: discutían en un rincón. De la nada, mi amigo tomó a la castaña a la fuerza y la besó.

Bien, a veces me pregunto por qué los hombres piensan que todo lo pueden arreglar con besos. Quiero decir, que nosotras nos dejemos besar, no quiere decir que las cosas se hayan arreglado.

—Ellos estarán bien —me aseguró Chase, alzando ambas cejas —. Oh eso espero.

Regresamos al hotel después de las dos de la madrugada. Todos nos fuimos a nuestras habitaciones y lo único que me confundió fue ver a Maya echada en mi cama.

Ella decía que estaba muy cansada después de las doce. Estuvo con nosotros una hora más para luego comenzar a insistir que quería irse al hotel. Diego no tuvo otra opción más que llevarla, debido a que nosotros habíamos venido en su camioneta.

—Shh, no hagas ruido —pidió el rubio, mientras salía del baño —. Se la pasó media hora diciéndome que me odiaba y no sé que más. Recién acaba de quedarse dormida.

—Está en mi cama, dormiría con ella pero tiene la fea costumbre de patearme —dije, a lo que él se cubrió la boca para que su risa no fuera tan fuerte —. ¿Dónde duermo ahora?

—Duerme en mi cama, yo dormiré en el suelo —dijo, pero yo negué.

—Duerme a los pies de ella, y yo duermo en tu cama. —Diego me miró haciendo una mueca.

—Pero me va a patear —lloriqueó, haciéndome soltar una risa por lo bajo.

DIEGO

— ¡Ya lo hemos hablado, Alexandra! —exclamé, jalándome de los cabellos.

Ambos caminábamos por los pasillos del hotel mientras que todas las personas nos miraban entre risas. Sí, mi cara era una la de una mujer histérica mientras que Maya caminaba detrás mío.

— ¡Soy Maya! ¡Yo lo único que quiero es que me digas el por qué fingiste estar con Jade! —Solté un grito de frustración.

En aquel momento mi cabeza solamente tenía cuatro simples ideas, las cuales podían llevar todo a un catástrofe, pero no importaba. Maya Alexandra me estaba sacando canas de todos los colores.

1. Tirarla a la piscina.

2. Tirarme a la piscina.

3. Ponerle cinta adhesiva sobre la boca.

4. Arrancarme las orejas.

Bien, creo que la cuarta idea era un poco complicada, pero iba a dejar de serlo cuando lo intentara. Maya seguía hablando detrás mío y me decidí por la primera idea: tirarla a la piscina.

— ¡Eres un...! —La cargué y en menos de lo pensado ya estaba en el agua —. ¡Diego! ¡¿Eres idiota o qué?!

—Qué —contesté, entre risas.

Rápidamente me alejé de la piscina ante la atenta mirada de las personas, quienes se reían de la rubia. Subí a mi habitación y solté un grito agudo cuando vi a Daniela con barro en la cara.

— ¡Es un facial! —explicó.

—Parece que te hubieras esparcido excremento de perro en la cara —le comenté, a lo que ella me sacó el dedo del medio —. Solo digo, la verdad.

— ¿Quieres la verdad? Estoy a punto de poner mi puño en tu rostro. —Solté otro grito de mujer cuando escuché la voz de Maya atrás mío.

¿Qué puedo decir? En momentos de presión suelo gritar, y mis gritos no son precisamente unos muy varoniles, si no son unos muy agudos.

Rápidamente me puse detrás de Daniela, quien comenzó a reír mientras que Maya me fulminaba con la mirada.

— ¡Diego Derek Bolton! ¡No seas cobarde y dame la cara! —exclamó la rubia, mientras que se ponía delante de mi escudo humano.

— ¡Por favor, Maya! Tú sola te lo buscaste. —Ella trató de alcanzarme pero lo único que hice fue voltearme con Daniela, quien estaba riéndose.

— ¡Yo no...! —En el último momento, Daniela se agachó y se hizo a un lado, haciendo que los labios de Maya y los míos se juntaran.

MAYA

Mis labios se movían suavemente sobre los de Diego. Era cómo si todo el enojo que sentía hacía unos minutos se hubiera esfumado. Me importaba muy poco el hecho de estar empapada y que de seguro estaba mojándole la ropa.

Diego tomó mi rostro entre sus manos, haciendo que su lengua entrara a jugar con la mía. Se sentía muy bien, quería estar con él a pesar de todos los problemas que ambos podíamos tener. Estaba enamorada de él desde que tenía uso de memoria y no descansaría hasta que él y yo volviéramos a ser algo más que mejores amigos.

—Y después dicen que se odian —dijo Daniela entre risas, pero su voz estaba demasiado lejos de mi cabeza en aquel momento.

Ambos nos separamos por la falta de aire, y fue en donde apoyé mi frente sobre la suya. Una sonrisa se formó en mis labios de manera involuntaria al igual que en los de él. Solté una risita y acto seguido él estaba riéndose conmigo.

— ¿Qué sucede con nosotros? —preguntó entre risas, aún tenía mi rostro entre sus manos.

—Sucede que me quieres y que yo te quiero —susurré, haciéndole sonreír —. Lamento mucho haberte hecho sentir mal, Diego. También lamento ser dramática y echarte la culpa de todo. También... —Fui callada por sus labios.

—No digas nada, May —susurró —. Sólo bésame.

Sonreí para luego volver a juntar mis labios con los suyos.

Enamorado de mi Mejor Amiga ©Where stories live. Discover now