48. Dolorosa Verdad

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JADE

Estábamos a mitad del verano y el campamento había terminado. Ahora nos encontrábamos de camino a Tennessee, a visitar a mis abuelos maternos.

Mi abuela Mónica es originaria de Perú mientras que mi abuelo viene de Tennessee. Había vivido en aquel lugar desde que era pequeña, hasta los siete años, después nos mudamos a San Mateo.

Chase y yo estábamos de maravilla. Sus padres —mejor dicho, su madre —estallaron al saber que él y yo éramos novios. Pero a mi novio no le importaba nada de aquello ahora, él solo quería estar conmigo y yo estaba muy feliz por ello.

— ¡Abuelos! —Tobias y yo corrimos a abrazar a nuestros familiares, quienes nos rodearon con sus brazos.

Mi familia había decido viajar a Tennessee solo por una semana. Extrañaba a Chase, pero eran solamente siete días. Además, hacía tiempo que no visitaba a mi familia.

— ¡Jadeline!

— ¡Jacobo! —Abracé a mi primo con una sonrisa mientras que él se limitaba a reír.

Vaya, solo esperaba que nada malo sucediera en casa. Esperaba que Chase y los chicos sobrevivieran sin nosotros una semana.

CHASE

Caminaba por las calles de San Mateo y cuando vi una florería, entré en ella para comprarle rosas a mi madre y a mi hermana.

Una vez que tuve ambos ramos, caminé hacia el cajero quien me miraba con una sonrisa divertida.

— ¿Para las mujeres de tu vida? —Tenía un traje negro, así que supuse que o bien era el jefe, o el manager —. ¿Estoy en lo cierto?

—Sí, son para mi madre y hermana —contesté, sonriendo.

Cuando lo miré a los ojos, sus ojos avellanas me hacían recordar mucho a los míos y a los de Maya. Miré su cuello y me di cuenta de la pequeña mancha de nacimiento que tenía. Una media luna pequeña.

No pude evitar, y llevé mi mano a mi cuello, tocando el punto exacto en el que tenía la misma mancha. Él simplemente me sonreía mientras le pagaba por las rosas.

— ¿Puedo preguntar cuál es tu nombre?

—Chase Efron —susurré, a lo que él me ofreció una sonrisa socarrona.

—Un gusto conocerte, Chase. Me llamo Maximilian. —Negué con la cabeza mientras lo veía varias veces —. ¿Sucede algo?

—Es muy parecido a mí —admití, sonriendo nerviosamente —. Un gusto, tenga buen día.

Salí de la florería y me subí a mi auto. Mientras manejaba, no podía evitar pensar en aquel hombre. Era guapo y se parecía a mí en muchos aspectos.

—Hola mamá.

— ¡Que hermosas rosas! ¿Son para mí? —Asentí mientras le entregaba una de los ramos —. ¡Cariño! No te hubieras molestado.

— ¿Dónde está May?

—En mi habitación.

Subí las escaleras y entré a la habitación de mis padres. Estaba caminando hacia mi hermana, que estaba sentada en el suelo viendo una caja con fotografías, cuando uno de los papeles me detuvo.

Estaba aquel hombre con mi madre y mi padre, los tres estaban abrazados. Mi corazón comenzó a latir con mucha fuerza, a lo que mis ojos encontraron los de Maya.

— ¿May? —susurré, con un hilo de voz.

Me mostró otra fotografía mientras que las lágrimas corrían por sus mejillas. El rímel se le había corrido de los ojos, los cuales estaban rojos del llorar. En aquella fotografía estaban mi madre y el tal Maximilian, ambos abrazados.

—No sabes cuánto te amo, me darás dos hermosos mellizos. Estoy completamente enamorada de ti. —Maya arrugó la fotografía y sollozó —. Con amor, Amanda.

Me dejé caer en el suelo y no pude evitar llevar mis manos a la caja. Comencé a seguir rebuscando y lo único que conseguía era hacerme llorar más. Fotografías de mi madre con él besándose aparecían por todos los lados.

Cuando encontré una fotografía de él con nosotros, fue la gota que rompió mi límite. Volteé el papel para leer la dedicatoria y sentía mi mano temblar mientras la leía.

Te amo demasiado. Los pequeños se parecen demasiado a ti. Él no puede reemplazarte.

Caí en la cuenta de que se refería a mi padre. Eso fue lo último que necesitaba. Mi hermana no paraba de llorar y de mirar a las fotografías, torturándose mucho más.

—Esto no se va a quedar así. —Tomé la caja y a mi hermana, para luego comenzar a bajar las escaleras.

Las voces de mis padres resonaban en la sala. Ambos estaban conversando sobre una reunión familiar que teníamos. La palabra familia nos quedaba demasiado grande.

—Por eso... —Ambos nos miraron, sus ojos llenos de preocupación.

— ¿Niños? ¿Qué sucede? —preguntó mi padre, tomando mi rostro entre sus manos.

Cuando lo miré, solo sollozos podían salir de mi boca. El hombre al que yo creía mi héroe, mi mejor amigo, mi guerrero personal, no tenía nada que ver conmigo.

Maya se acercó lentamente a mi madre, quien solamente miraba la caja. Mi hermana desarrugó la fotografía y se la mostró, mientas que sus manos temblaban. Mi padre y yo las mirábamos atentos.

— ¿Qué demonios significa esto? —preguntó Maya, tratando de guardar la compostura. Mi madre se quedó callada mientras que sus ojos se cristalizaban —. ¡Respóndeme! ¡¿Qué demonios es esto?!

—Maya, no le hablas así a tu madre —pidió mi padre, a lo que yo lo miré llorando —. Hijo...

Jamás había llorado con tanta magnitud. Ni siquiera podía controlar los sollozos que salían de mi boca. Mis labios no paraban de temblar al igual que mis manos.

—Frank... —Mi padre le dio una rápida mirada a mi madre, para luego regresarla a mí.

—Papá... —sollocé —. Yo... yo no soy tu hijo —confirmé, a lo que él rápidamente abrió los ojos.

Las lágrimas no tardaron en salir, a lo que yo me alejé de él. Maya temblaba mientras miraba con odio a mi madre.

— ¿Por qué? —Nuestra progenitora seguía sin decir nada —. ¡¿Por qué?! —Me acerqué a mi madre hasta quedar nariz con nariz con ella. Trató de mantener su compostura —. ¡¿Qué miércoles tienes en la cabeza?!

—Déjenme explicar... —comenzó a sollozar.

— ¡Explicar qué! —ya no me importaba si era mi madre o no —. ¡Explicarnos que nos viste la cara de estúpidos a todos por casi dieciocho años!

—Lo hice para no lastimarnos...

— ¡¿Lastimarnos?! —Comencé a avanzar a lo que ella retrocedía —. ¡¿Lastimarnos?! ¡Lo único que hiciste fue protegerte a ti misma! ¡¿Hay algo que es verdad en mi vida?! ¡No te quedes callada, responde!

— ¡Chase, ya es suficiente! —Me alejé de ella y miré a mi padre —. Hijo, ya es suficiente.

Él se acercó a ella y lo único que podía ver en su mirada era decepción y odio. Mi madre temblaba ante la mirada de mi padre.

— ¿Por qué Amanda, por qué? —preguntó, llorando —. Yo te amaba, Amanda. No merezco esto...

—Frank, yo te amo, no quería perderte...

— ¡No mientas, joder! ¡Deja de mentirme! —Abracé a Maya, quien no paraba de llorar —. ¡En las fotografías no piensas lo mismo!

Escuchaba gritar a mi padre mientras que mi madre lloraba pidiéndonos perdón. Lo único que estaba en mi mente era una sola cosa:

Frank Efron no era mi verdadero padre.

Enamorado de mi Mejor Amiga ©Where stories live. Discover now