12. Hermanos

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C H A S E

A veces me preguntaba el porqué de muchas cosas, mi padre siempre solía decir que desde niño tenía la costumbre de querer saber la razón de asuntos que ni siquiera tenían sentido. Según él, aquello me hacía más que especial, ya que significaba que me gustaba llegar al verdadero tema del asunto.

Pero, ahora que estaba por cumplir diecisiete años en solamente un par de horas, todavía tenía miles de preguntas sin respuestas. No entendía el por qué los seres humanos nunca teníamos en claro nuestros sentimientos, la verdadera razón del por qué no éramos lo suficientemente valientes para confesar nuestro corazón a esa persona tan especial. Esa que no dejaba de merodear por nuestra cabeza no dejándonos dormir, robándonos el aliento.

Ya no entendía a quién quería mentir. No tenía sentido seguir con la farsa de que no sentía nada. Dejó de parecerme divertido el mentirle a mi reflejo delante del espejo diciéndole que mi corazón no se aceleraba al estar al lado de mi mejor amiga. No cuando no dejaba de soñar en lo que se sentiría tenerla entre mis brazos solamente para mí; el poder tocar sus labios con los míos y salir juntos de la mano sin que nadie nos juzgase. Estaba cansado de fingir que no existían sentimientos encontrados en mi corazón por la hermosa muchacha de ojos cafés.

Salí de mis pensamientos al escuchar la voz de mi profesor, quien me miró por un par de segundos antes de sonreír, negando ligeramente con la cabeza. Suspiré ofreciéndole el mismo gesto, diciéndole con la mirada miles de cosas que no me atrevía a decir en voz alta por miedo. Miedo a ser rechazado por Jadeline.

Quiero decir, ¡ella era mi mejor amiga! Y por más que miles de pistas me decían que sentía lo mismo que yo, no me encontraba seguro. Por primera vez, sentía miedo a ser rechazado por una chica. Y eso era porque ella no era cualquier chica. No, Jadeline era la muchacha con la que podía conversar sin sentir vergüenza, hablar de más sin sentirme juzgado. Podía reír por el comentario más tonto y tener la seguridad que ella también reiría conmigo, porque así era ella: me entendía sin esforzarse.

—¿Qué les parece este traje? —nos preguntó nuestro profesor, mostrándonos el atuendo que había llamado su atención.

—Le queda muy bien —respondí.

Apreciaba el hecho de que me hubiese dado permiso para quedarme todo el fin de semana en el internado. No que verdaderamente necesitase de uno, solo que mis padres querían una verdadera excusa para permitirme quedarme en la escuela en vez de compartir con ellos en la víspera de mi cumpleaños. El decirles que ayudaría a mi maestro con su elección de trajes para su boda fue la excusa perfecta para la verdadera razón que trataba de ocultar:

Quería quedarme con mi castaña de ojos cafés el fin de semana.

—Entonces, este es el perfecto —anunció Shue, a lo que nosotros empezamos a aplaudir.

—¡Lo compramos! —afirmó Tyler, haciendo reír a la trabajadora.

El camino de regreso a casa se encontró lleno de risas por parte de los demás. Traté de pretender que estaba prestando atención a todos sus comentarios, pero después de un par de intentos, decidí que no estaba demasiado animado para hablar. Diego dejó de meterme en la conversación al darse cuenta que mi mente se hallaba demasiado lejos. Específicamente, en la habitación de mi mejor amiga.

—A veces los mejores sentimientos son esos que te esfuerzas demasiado por ocultar —murmuró mi maestro. Le miré incrédulo, pero me tranquilicé al percatarme que todos atrás seguían conversando demasiado alto como para escucharnos —. Lo digo por experiencia propia.

—Pero, ¿qué haces si existe la posibilidad que ella no sienta lo mismo? —cuestioné, más para mí mismo que para mi profesor.

—Recuerda que la vida es un sueño, Chase. Se puede cambiar si verdaderamente lo deseas —finalizó, una sonrisa esbozándose sobre sus labios —. Especialmente cuando hay amor alrededor.

Enamorado de mi Mejor Amiga ©जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें