52. Mariposas

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JADE

El delicioso aroma del chocolate caliente llegó a mis fosas nasales como un dulce abrazo, provocando que relamiese mis labios al imaginar lo dulce que debía de saber. Tomé un trago sin esperar más, sintiendo como mi estómago se calentaba ante la bebida que se encontraba humeante en la taza de porcelana blanca. No cabía duda que mi hermano mayor preparaba los mejores chocolates calientes que pudiesen existir.

Miraba a mi hermano mayor, Tobías, llena de disimulo mientras que ambos procedíamos con el proceso de terminar nuestra tarea de la universidad. Él, al ser un año mayor que yo, ya se encontraba con diferentes materias, pero, eso no impedía que me ayudase con las mías. Me encontraba pensando en lo divertido que se veía cuando estaba concentrado: el ceño fruncido, los labios en una mueca, el lápiz balanceándose entre sus dedos. No pude evitar soltar una pequeña risita por lo bajo, la cual llamó su atención de inmediato al haber tenido mi habitación en silencio durante todo este tiempo.

—¿De qué te ríes, enana? —preguntó, alzando una de sus cejas.

—Solo pienso en lo afortunada que soy de tenerte como hermano mayor, Tobías —confesé, dándole otro sorbo a mi chocolate caliente. Empezó a reír —. Y yo nunca miento —le recordé.

—Yo también soy afortunado de tenerte como hermana menor —susurró, rodeándome con sus brazos —. Aunque a veces puedes llegar a ser una espina en mi nalga derecha, así de todas maneras, te amo.

—¡Oye! Yo no soy ninguna espina en tu nalga derecha —le reproché, haciendo que riese mucho más —. Pero yo también te amo, Tobías.

Mi hermano mayor rozó nuestras narices para depositar un beso en mi frente, luego volviendo a concentrarse en sus déberes. Las primeras semanas de la universidad habían sido las más difíciles, y las tareas no paraban de caernos encima como ofertas dos por uno en un supermercado. Diego, el único de mis mejores amigos que había asistido a la misma universidad que yo, necesitaba mucha ayuda con ellas, por lo que siempre nos juntábamos después de nuestros cursos para hacerlas juntos.

Tocaron la puerta de mi habitación, por lo que dejé la taza de chocolate caliente sobre la mesita de noche a un lado de mi cama. Pensaba que era Summer, mi compañera de habitación, la cual había salido con Diego para traer unos cuantos libros de la librería de la universidad para ayudarnos con unas materias. Pero al abrirla me encontré con alguien más.

Sus ojos azules me miraban atentamente, una sonrisa expandiéndose en sus labios mientras que sus manos se posaban en los bolsillos de su pantalón de mezclilla. Su camiseta azul marino se acomodaba a la perfección a su marcado cuerpo, los músculos en sus brazos llamando mi atención. El calor subió a mis mejillas al apreciar su rostro, las suyas teniendo un color sonrojado natural.

No podía negar que era uno de los chicos más guapos que había visto en toda mi vida, por lo que no pude evitar sonrojarme como un tomate al verle sonreírme como si nos conociésemos de toda la vida. Ladeé la cabeza recordando que estaba en mis pantalones de pijama a cuadros y una vieja camiseta de mi grupo de rock favorito. Eso provocó que el rosado de mis mejillas aumentara a una tonalidad escarlata.

—Hola —me sonrió, su voz siendo grave de una manera suave —, ¿se encuentra Tobías?

—Sí —respondí con una voz que no parecía la mía. Miré hacia donde se encontraba mi hermano mayor, quien estaba haciendo unos cálculos con la ayuda de la calculadora —. Oye, Tobías.

—Dime —dijo sin mirarme.

—Te busca un amigo —le informé.

Mi hermano se levantó de la cama para ver quién había venido a visitarlo a mi habitación. Me preguntaba cómo el guapo chico sabía en dónde residía, probablemente Tobías se lo había comentado al ser su amigo. Ambos chocaron los puños con una sonrisa, rápidamente empezando a conversar, olvidándose que me encontraba en medio de ellos.

Enamorado de mi Mejor Amiga ©Where stories live. Discover now