Capítulo 1

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2:00 a.m.

PAOLA

Por alguna extraña razón había despertado temprano, pero el sentimiento que se presentaba en mi pecho era algo que no podría olvidar jamás: miedo y desesperación cuando abrí los ojos, pestañeando varias veces para poder enfocar hasta que lo logré hacer.

Había un hombre en mi habitación.

No era normal haberlo soñado, en ese caso estaba segura de que no lo era; mi corazón latía a mil por segundo: ¿eso aparece en los sueños? Porque nunca lo había experimentado. El chico era muy alto, recargado en la puerta completamente inmóvil; trataba de moverme, pero me sentía demasiado cansada; mis párpados se sentían pesados y por un momento temí, pero solo hasta cuando cerré los ojos y volví a abrirlos noté que ya no estaba. Por fin me sentí tranquila. Respiré hondo, pude mover los dedos de mis pies, trataba de hacerlo con mis piernas, pero se sentían muy pesadas. ¿Qué carajo?

No podía desvelarme demasiado, tenía que ir a la secundaria por lo que con el pensamiento de que todo había sido producto de mi imaginación, quedé completamente dormida.

***

La mañana ya había llegado, la alarma a las 6:30 sonaba ruidosa debajo de mi almohada por lo que casi aviento el celular. Aún me siento un poco extraña: mi cuerpo pesa más de lo que debería y me duele horrible la cabeza, aun así, no debo faltar a mis deberes.

A pesar de que estoy por salir de la secundaria —ya que me encuentro en el último año—, el entrar a la preparatoria es muy ajetreado: tomar asesorías desde hace casi 4 meses es algo muy cansado; todos los lunes sin falta. Mi cumpleaños se acerca y puedo ver el rostro de mi familia emocionada. Cumpliré 16 años.

Me ducho, hago mis necesidades, lavo mis dientes y salgo notando mi uniforme ya extendido en la cama. Colocándome todo, haciendo una coleta alta y ordenando los libros correspondientes salgo dispuesta a saludar a mi familia quienes se supone, deberían de estar despiertos ya.

— Bueno días, mamá. —Saludo acercándome a ella proporcionando un cálido beso en su mejilla.

— Bueno días, pequeña, ¿cómo estuvo tu noche? —pregunta volteándose a verme tomar un plato hondo y verter cereales.

— Algo extraño... —voy a continuar, sin embargo, me veo interrumpida por mi padre.

Nos saluda a las dos con un beso en la mejilla para después sentarse en la mesa, restirarse, cruzarse de brazos y cerrar los ojos. Mi madre y yo nos miramos riendo bajo.

— ¿Qué era lo que ibas a decir, hija? —cuestiona ella volteándose a seguir cortando, lo que creo que es cebolla.

— ¿De casualidad alguien de ustedes entró a mi habitación en la madrugada? —interrogo comenzado a comer mi desayuno viéndolos a los dos.

Me miran; mi padre parece desconcertado mientras que mi madre no tiene ninguna expresión en el rostro.

— No —niega—, yo no desperté en toda la noche —dicta ella.

— Ni yo tampoco.

— Qué extraño...

— Quizá soñaste, Paola, relájate -dice mi padre parándose, y saliendo de la cocina.

— Tu padre tiene razón, cielo —añade ella—. Ahora, prepárate porque son las 7 y se te hará tarde... Como todos los días —susurra esto último creyendo que no la he escuchado.

— ¡Oye! Siempre me voy temprano —me hago la indignada. Mi madre ríe teniendo en cuenta de que es cierto, aunque sé que quiere molestarme.

— Anda, lo que tú digas.

VIGILADA |RDG|Onde histórias criam vida. Descubra agora