Capítulo 36

190 8 10
                                    

Gruñí y tragué con fuerza caminando de un lado a otro con las manos hechas puños y los ojos cerrados.
No podía... diablos, no podía ser.

—Rubén, necesito... necesito que me escuches —comentó Mangel tratando de tranquilizarme.

Había llegado hacía no demasiado mientras yo estaba grabando un juego de terror, enseñándome una página prestigiada de España y con las imágenes de mi novia y yo abrazados, besándonos.

No había podido y me había puesto inmediatamente nervioso, angustiado. Estresado.

¿Qué iba a hacer? ¿Qué iba a decirle a Paola? ¿Cómo podía siquiera mirarla a la cara después de las tantas veces que me advirtió que dejáramos de mostrarnos cariño en lugares públicos?

¿Cómo podía decirle que ahora por mi culpa su rostro vagaba en el internet? ¿Cómo?

Pasé una de mis manos por mi cabello sin importarme despeinarlo. Era mi culpa... ¡era mi jodida culpa! ¡Yo tenía que haber evitado esto!

—Esto es una mierda... ¡esto es una puta mierda! ¡Sabía que debía tener cuidado! ¡Sabía que tenía que prestar más atención y ¿qué fue lo que hice?! —grité—. ¡Me valió una puta mierda e hice lo que quise! ¿Y ahora qué conseguí? ¡Una jodida noticia de mí! ¡Una noticia en donde sale el rostro de Paola, puta madre!

—¡Rubén, ya basta! —gritó Mangel, nervioso y tomándome de los hombros—. ¡Ya basta, Joder! ¡Deja de comportarte como un jodido inmaduro y escúchame!

Lo observé como si estuviese bromeando, incluso me atreví a reír con amargura.
¿Yo un jodido inmaduro?

—Un jodido inmaduro, Mangel. ¿Cómo...? ¿Cómo que "un jodido inmaduro"? ¿Me estás tomando el pelo? —me zafé de su agarre en un brusco movimiento y negué volviendo a caminar—. ¿Cómo quieres que me calme cuando sale toda la puta información de ella? ¿Cómo quieres que me calme cuando estoy seguro de que millones de personas la estan buscando ahora para acosarla? ¿¡Cómo mierda quieres que me calme cuando sé que su familia me va a separar de ella y no solo eso, me va a demandar por estar con una menor de edad!? —espeté más desesperado que nunca.

Sientía las venas de mi cuello marcarse, las uñas incrustarse en las palmas de mis manos, pero no podía detenerme.
Me comparaba ahora con un cachorrito asustado, temblando de miedo. Más aterrorizado no por mí, sino por ella.

Yo temía por Paola.

—¡Ya cállate y escúchame! Escúchame —suspiró Mangel pasándose una mano por el rostro, agobiado—. Vamos a arreglar esto, ¿de acuerdo? Siempre lo has solucionado y yo siempre he estado contigo. Rubén —se acercó a mí tomándome de los hombros y me miró fijamente—, somos amigos, ¿vale? Alex puede ayudarnos.

—No quiero que nadie más se entere —suspiré dejándome caer en el sofá—. ¿Qué es lo que tengo que hacer ahora?

No lo sabía con exactitud, pero ahora me sentía tan cansado y me dolía tanto la cabeza. Mi mente trabajaba mucho, pero ahora estaba en blanco por completo.
Aún no podía asimilarlo.

—Primero que todo, tienes que hablar con Paola... —tomó mi celular de la mesita central y me lo extendió. Fruncí el ceño, negando—. Rubén, sabes perfectamente que tienes que hacerlo; ella más que nadie debe tener una explicación, además, no puedes dejarla sola cuando la noticia apenas ha salido —abrí la boca para replicar, pero el negó interrumpiéndome—. Tienes que hacerlo. No ocultes nada que en algún futuro te pueda perjudicar.

—Pero... —hice una mueca. Tenía que ser sincero—, es que tengo miedo, ¿y si ya lo sabe y no quiere hablar conmigo?

Lo miré realmente preocupado. No podría soportar que Paola dejara de verme como la misma persona que ayer. No podía soportar perderla ahora cuando la había tomado de esa manera, cuando por fin estaba conmigo.

VIGILADA |RDG|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora