Capítulo 29

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O M N I S C I E N T E

— ¡Hijo de perra! —gritó la chica con furia.

Transformó sus manos en puños y golpeó repetidas veces la pared.
Estaba asustada, su cuerpo temblaba como un pequeño cachorrito asustado y las lágrimas que salían de sus ojos la delataban.

Estaba atemorizada.

— Mierda, mierda, mierda...

— Oye, oye, oye, ¿qué pasa? —preguntó la morena entrando a la habitación y tomándola por los hombros.

Había escuchado todo el escándalo que estaba haciendo nada más haber llegado del trabajo, pero cuando intentó calmarla, la otra se zafó en un brusco movimiento.

Caminó con desesperación por la habitación y, gruñendo, lloró.

— ¡Maldita sea! ¡Dime ¿qué sucede?!

— ¡Él está aquí, joder! —gritó y un escalofrío recorrió el cuerpo de la más pequeña—. ¡Él está aquí y vino a nuestro departamento! ¡Mierda!

El temblor acudió a sus piernas y tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no vomitar en la alfombra de la habitación. Sabía quién era él y por qué estaba detrás de ellas. Lo sabía absolutamente todo... desgraciadamente.

— ¿Qué es lo que quiere? —preguntó en susurro.

La rubia se detuvo abruptamente en su lugar y la observó con ojos entornados.

— Ya sabes qué es lo que quiere —dijo—. ¡Perfectamente sabes lo que quiere y estamos tardando en entregárselo!

El timbre sonó con fuerza en todo el departamento nada más haber espetado eso. Ambas se miraron asustadas. Caminaron hacia la pieza de madera con el corazón en la mano completamente agitado. Sus rostros se habían desencajado por el terror.

Estaba ahí.

Abrieron la puerta con lentitud. La respiración les falló.

— Hola... —Una sonrisa escalofriante se abrió paso en su rostro y su voz completamente ronca les erizó la piel.

Él estaba ahí.

P A O L A

Tomé con fuerza mi cabello entre mis manos y estiré las delgadas hebras de color café, desesperada. Me había estado llamando más de 15 veces en media hora y me estaba desesperando. Ainhara estaba al pendiente e igual de preocupada que yo, pero ya tenía un plan para poder zafarme de él... O más bien, acercarme.

Golpeé con mis nudillos el escritorio y quise gritar. Él ya estaba en camino.

Todos estaban dormidos, eran las 3 de la madrugada cuando escuché sus pasos acercarse. La computadora estaba encendida así que la apagué en un rápido movimiento y me recosté en la cama, cubriéndome completamente con la manta. Tenía frío a pesar de que no lo hacía, pero el miedo siempre se manifestaba de alguna forma.
Mis manos y mi cuerpo entero comenzaron a temblar. Ya no quería que me viniera a visitar.

Ya no quería que viniera a torturarme más.

La puerta se escuchó abrirse, un movimiento espeluznante, casi imperceptible pero que fue igual de desesperante como abrumador. La mancha más oscura en la habitación se acercó a pasos lentos. Mi cuerpo y mi corazón se paralizaron en conjunto, sabía que estaba sonriendo y eso era lo peor.
Podía escuchar sus pensamientos desde mi lugar...

No eran buenos pensamientos.

No eran buenos pensamientos

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