Capítulo 12

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10:06 am.

Estaba intentando despedirme de la mejor manera posible, pero como siempre me pasa, me encariño muy rápido con las personas a pesar de mi actitud cortante en un principio. Termino perdiendo cuando la despedida o el adiós llega... y es lo que me está pasando con Armando.

El solo pensar que dejaré de verlo durante un tiempo hace que mis vellos se pongan en punta. Por un momento había sentido la protección y comodidad que había olvidado algunos meses atrás, cuando los sucesos extraños comenzaron a presentarse de forma progresiva. Ahora me alejaría de aquella comodidad que había hecho que olvidara completamente; sabía que estábamos en otro país, otro continente, sin embargo, el presentimiento estaba aún y la inseguridad ya estaba instalada en mi pecho. No quería dejarme tranquila o respirar como quería.

Mis padres desde hace ya 1 hora que me han dejado la indumentaria apropiada para irme, pero había demorado más de lo debido para despedirme de la persona que más había estado conmigo.

— Entonces... —comencé, caminando al que durante días supo ser un verdadero amigo—, ya no volveré a verte —murmuré a un paso de separación. Si bien sus ojos demostraban pena, su sonrisa evidenciaba ternura.

— Claro que volverás a verme —dijo de forma alegre, sus ojos adquirieron un brillo peculiar, pero no era el que tanto había demostrado durante este tiempo—; recuerda que tienes que venir a tus citas y, ¿quién más que yo para revisarte? —guiñando el ojo, avanzó el paso que nos separaba para brindarme el mejor abrazo que me pudieron dar jamás.

Su calidez traspasaba su bien arreglada camisa, esa misma que había usado el día en que nos conocimos. Era la que más me gustaba cómo le quedaba, pues le sentaba de maravilla ya que dicha prenda se ajustaba perfectamente a su cuerpo algo corpulento.

— Eh —levantó mi barbilla cuando nos separamos—, no hay que estar triste, ¿de acuerdo? —asentí, formando una sonrisa—. ¡Eso, muy bien! Te prometo que después te invitaré un helado.

— Mejor un Banana Split —él rió y asintió.

— Como la señorita lo prefiera.

***

— Mamá, papá... —los llamé cuando llegué a lo que correspondía la sala de espera. No había nadie más que una señora mayor y una jovencita sin cabello.

— Hola, mi niña —saludó mi padre primero, corriendo hacia mi encuentro.

No lo había visto durante estos últimos 5 días y ya comenzaba a extrañarlo. Al que tengo por seguro que cuando veré las lágrimas saldrán, es a mi hermano.

— ¿Te gusta la ropa que te he comprado? —cuestionó mi madre, iniciando la caminata hacia la salida.

— Tamara, ¿en serio crees que eso importa ahora? —riñó mi padre.

— ¡Oh, cállate, Fed!, que Paola y yo adoramos la ropa —replicó ella.

La luz impactó de lleno en mi fisonomía; había deseado tanto salir a conocer las calles de esta maravillosa ciudad que solo recostada en la habitación del hospital y los grandes ventanales de ésta me brindaban una imagen hermosa, sentir el viento fresco mover mis cabellos y el calor del sol que tanto ansiaba en mi piel, eran algo completamente distinto a lo que imaginaba. Si bien la camisa de cuadros cubría la gran parte de mis brazos, mi rostro lo recibía con tal maravilla que cerré los ojos.

— Adorarás nuestro departamento, cariño —siguió mi mamá entusiasta—. Paola, en serio, ha quedado como siempre lo hemos deseado.

— ¿No regresaremos a México? —los miré extrañada, pero antes de que continuara con la sesión de preguntas, mi padre habló.

VIGILADA |RDG|Where stories live. Discover now