Capítulo 16

234 12 0
                                    

O M N I S C I E N T E

El chico deambulaba por las calles de Madrid. No sabía qué encontrar, ni siquiera sabía lo que buscaba, pero necesitaba de aire fresco. Después de todo, lo merecía.
Había estado pensando en la pequeña; de alguna manera sentía la necesidad de tenerla junto a él, que ella lo amara de igual forma que él lo hacía, pero la otra parte de su mente mencionaba acerca de dejarla en paz, de por fin dejarla con el camino libre, sin estar perturbándola a ella.

Pero no podía y no quería.

Desde un principio tenía la consciencia de que sería un admirador secreto, como aquellos que toda adolescente de alguna forma desea; enviar regalos, cartas de amor y quizás uno que otro detalle emotivo, sin embargo, la necesidad de querer más y no estar del todo conforme con lo que ocurría, hizo que todo se saliera de control, llegando a extremos atravesando el límite de lo sano.

— Es por su bien —murmuró, percibiendo el viento impactar en su rostro, soltando un suspiro.

Su amiga había estado al pendiente de él, no obstante, no sabía del monstruo al que se enfrentaba. Uno muy peligroso. Él solo mostraba una parte de su cara, pero verdaderamente solo su prima y amigo sabía acerca de su obsesión con la pequeña.

El club nocturno se veía a la otra esquina; pensando que era buena idea, decidió entrar, observando a las mujeres bailando en tubos, mientras que otras en algunos tipos de vitrinas moviendo las caderas de manera sensual. Mesas y luces adornaban el establecimiento dándole un toque sexy, atractivo y, sobre todo, tentador mientras que la testosterona que se sentía en el ambiente era digna de asquearse gracias a la llamativa bailarina que estaba encima del escenario.
Algunas chicas con diminutas faldas pasaban con una sonrisa y semblantes pícaros, casi enseñando sus cuerpos por completo. Muchas veces se preguntaba: ¿por qué estas chicas tenían que trabajar en un lugar como este? ¿Por dinero? Claro que sí, pero ¿por qué llegar a este extremo?

— Hola, guapo —susurró en su oído una chica de aproximadamente 26 años, cabello ondulado hasta la cintura y negro, piel llamativa trigueña y ojos mieles. No sabía por qué, pero extrañamente le hacía recordar a ella, a Paola. O quizás sí: había bebido antes de ir a aquel lugar oscuro.

Sonrió, tomando a la chica de la cintura y atrayéndolo a él, susurrándole algo al oído, la chica ya sabía qué hacer. Esta noche ganaría unos cuántos euros más.

Caminaron hacia un pasillo oscuro con varias habitaciones y, cuando se encontraban dentro de una, comenzaron de forma ferviente: ella disfrutando la manera en que el hombre la tomaba y él imaginando que sería la adolescente que tanto amaba. Al menos imaginando se conformaba.

Tener que tocarse tampoco le agradaba.

***

P A O L A

Estaba completamente sorprendida. ¿Qué era lo que estaba haciendo aquí? ¿Por qué tenía que ser él? ¿No pudo haberse encontrado con otras personas? La pareja y el pequeño eran agradables, sin embargo, el chico delante de mí que demostraba una mirada seductora y semblante altanero era completamente lo contrario.

— ¿Ustedes ya se conocen? —cuestionó Alicia, extrañada ante mi pregunta.

— Yo al menos no —contestó—. Nunca la había visto.

Lo miro sorprendida y la burla que surca sus ojos comienza a enfurecerme. ¿Qué es lo que ha dicho; que no me conoce?
Extiende la mano así que, suspirando, también la tomo.

— Me llamo Guillermo Díaz —menciona él, sin borrar esa maldita sonrisa.

— Paola Méndez. —Y antes de que pudiera llevarse mi mano hacia sus labios, la aparté rápidamente, haciéndolo reír de repente.

VIGILADA |RDG|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora