Capítulo 9

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O M N I S C I E N T E

Los chicos aún paralizados intercambiaron miradas, eso no era cierto, ¿acaso era una broma?

— ¿Qué? —interrogó Dan—. ¿Cómo que tiene cáncer? ¿Por qué?

En ese momento un médico apareció, puesto que tenía que verificar el estado de la chiquilla. Atrayendo la atención por la familia preocupada, decidieron cuestionar qué era lo que tenía Paola, un diagnóstico claro y detallado.

-Se le realizaron pruebas a la paciente dando como resultado positivo de Hepatoblastoma. -El anciano, quitándose los anteojos mientras los limpiaba, miraba a la familia quienes lo rodeaban completamente; unos callados, pensativos al mismo tiempo, otros quebrados, llorando-. Afortunadamente se encuentra en la etapa IA, por lo tanto, el tumor tiene una sola medida de no más de 2 cm y lo importante de todo es que no se ha distribuido a los ganglios linfáticos adyacentes -el profesionista se colocó los anteojos, pensando si sería bueno decirles lo siguiente. Sabía que los inquietaría pero tenía que hacerlo- o a los vasos sanguíneos que se encuentran en el hígado.

— ¿Y qué ocurrirá después, doctor? ¿Qué prosigue? —cuestionó Sara desesperada.

—Tranquilícese —intentó calmar a la familia, algo que fue fallido puesto que no lo logró—. Por lo general, cuando se trata de un tumor pequeño solo se necesita de la extirpación de éste o trasplante. Trataremos de hacer la operación lo más rápido posible para evitar así la expansión del cáncer a otros órganos o a todo el hígado, ese sí sería un problema mayor. —Los hombres presentes se pasaron la mano por sus cabellos, señal de derrota, mientras que los otros acentuaban el semblante de tristeza—. Por ahora, estamos administrando medicamento para detenerlo.

Mediante un minuto de silencio, el doctor que se disponía de nuevo a entrar a la habitación, se detuvo al escuchar la voz entrecortada del que él suponía, sería el amigo de la paciente.

—Siento que hay un pero en todo esto, doctor -murmuró el adolescente, mirándolo suplicante—. Dígalo, por favor.

— Pero a veces las operaciones no salen como esperamos y el tumor, incluso puede llegar a que metastatice; los pacientes se encuentran con una salud no muy favorable y, hablando de una intervención así, es de suma importancia que el paciente se encuentre con una muy buena —los miró sin ninguna expresión, hasta que añadió-; con esto quiero decir a que el paciente no fume, beba o no cuente con cirrosis, pero al ser una chica pequeña, su salud es suficientemente buena. —Finaliza.

— Por favor, haga lo necesario —murmuró Sebastián, tío de la enferma, notoriamente decaído. El médico asintió, dando su palabra de que haría lo necesario para ayudar a la pequeña y, sin más, se adentró a la habitación de la adolescente no sin antes haberse despedido.

Keila lo miró, no sabía ni lo que estaba buscando en sus ojos, pero el simple físico de aquel que se hacía llamar Sebastián la dejó impactada: no aparentaba más de 26 años, ojos grandes y marrones, cabello revuelto del mismo color, tez aperlada, grandes y fornidos brazos, rostro angelical; básicamente buen cuerpo y voz gruesa a pesar de que se le escuchaba quebrado por la noticia, ¿a quién no? Se regañó a sí misma por fijarse en personas así cuando se encontraban en una situación delicada.

— ¿Podré entrar a verla? —preguntó Keila despegando la mirada del adulto, dándose cuenta de que la había dejado más tiempo del debido. «Espero no se haya dado cuenta» reflexionó a sí misma.

Por alguna razón estar cerca de ellos y más de Sebastián la ponía nerviosa; los hombres atractivos siempre la ponían de esa manera, esa era una de sus vulnerabilidades aparte de las presentaciones en clase.

VIGILADA |RDG|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora