Capítulo 15

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Me mantengo callada, sabiendo que mi silencio es peor que de lo que puedo decir y eso logro notarlo en los hombros tensos de Rubén. Respira agitado, o al menos eso veo al ver su tórax subir y bajar rápidamente, pero mantiene un semblante inexpresivo, sintiéndome diminuta a su lado. Me mira esperando una respuesta y solo cuando aparto la mirada de sus ojos, asiento.

— Sí —murmuro mirando mi pie—, ya te conocía.

— ¿Por qué no me lo dijiste desde un principio? —El tono de voz que emplea hace que vuelva a mirarlo, sus ojos están inyectándose de un rojo extraño y lo que veo en ellos no me gusta para nada—. ¡Dios! No debiste ocultarme eso. —Pasa la mano por su rostro, suspirando.

— Lo siento mucho, Rubén, de verdad lo siento—digo rápidamente—, pero después de ir con tu hermana de paseo y la primera vez que nos conocimos no me dio tiempo... —Levanta la cabeza y el ceño que tenía arrugado, vuelve a la normalidad poco a poco—. Sé que no tengo excusas, pero... solo lo siento.

Varios segundos en silencio transcurren, matándome, pero al final formula una hermosa sonrisa; ya no está agitado, su expresión cambia a una divertida y es ahí cuando entiendo sus repentinos cambios de humor.

— Tranquila, Paolita —extiende su mano tomando la mía y brindar una leve caricia— no te preocupes. Solo a la próxima no me ocultes cosas importantes, ¿de acuerdo? —asiento, suspirando aliviada haciéndolo soltar una risita.

La media hora pasa rápida, algunas veces suena mi móvil, pero lo ignoro completamente igual que Rubén; recibe llamadas, pero sonríe y descuelga. Reímos, bromeamos y la situación tensa que anteriormente se había formado, se va por completo; incluso se nota más ligero, tranquilo para dar paso a aquel que tanto nos hizo reír a su hermana y a mí. Cuando decidimos levantarnos a caminar fuera del centro comercial, ya está prácticamente anocheciendo.

— Me gusta mucho más las calles en las noches —menciona sonriente mirándome.

— Pues ya somos dos, pienso lo mismo —lo miro de igual forma—. Eres un poste, ¿sabes?

— No es mi culpa que seas tan pequeña.

— Yo no soy pequeña, tú eres gigante —Suelta una risita.

— ¿Puedo pedirte un consejo? —dice de repente cuando llegamos a uno de los parques más cercanos, sentándonos en los columpios y balancearnos. Afirmo con la garganta—. Si estuvieras en una relación en el que ya no eres feliz, ¿seguirías en ella?

— No —digo mirando mis pies, viéndolo de reojo—. Creo que lo peor que puede hacer una persona es quedarse así: anclado, amarrado a una persona cuando no es feliz. El estar en una relación, al menos para mí, es sinónimo de paz, confianza, amor, mucho cariño y, sobre todo, imaginar un futuro a su lado —enuncio recordando las palabras que una vez mi tío me dijo, recordando aquella conversación amena en el que el tema solo salió de la nada y haciendo que sonría al recordarlo—. Si no sientes nada de eso, lamento decirte que si no funciona ahora, y ninguno de los elementos que mencione anteriormente están, la relación no funcionará. —Guarda silencio, meditándolo, hasta que vuelve a hablar, mirándome.

— ¿Y si de alguna manera se lo debes? —Rápidamente lo miro y esbozo una pequeña sonrisa.

— Nadie debe nada a alguien, al menos no en este caso —digo sin apartar mis ojos de los suyos—; creo que si esa persona dice eso: "me lo debes, por eso tienes que estar conmigo" es una tontería, una completa estupidez que demuestra lo cuan desesperado y, quizás, obsesionado está contigo. —Rápidamente que digo "obsesionado", recuerdo mi situación en México; ese hombre tenía algún tipo de obsesión conmigo, por lo que mi expresión se ensombrece.

VIGILADA |RDG|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora