Capítulo 48

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Las rosas eran hermosas. Ciertamente dignas de halago, de apreciarlas y atesorarlas. De regarlas para su florecimiento exitoso y así, resaltar su belleza. Pero ¿por qué había personas que las utilizaban como un simple adorno de mesa? ¿Por qué las cortaban para regalarlas a una persona que ni siquiera le importaban? ¿Por qué tener como obsequio algo que ya estaba muerto?

¿Por qué no simplemente dejarlas y darles la oportunidad de tener un ciclo de vida digno?

¿Por qué había personas capaces de lastimar y arruinar a otros?

De arrebatarles y consumir el brillo de sus ojos.

La necesidad de hacer sentir menos, de hacernos sentir vulnerables. Tener el poder y el derecho de doblegar.

Suspiré sintiendo el vacío en mi pecho. Ciertamente después de aquello, había decidido olvidarlo y, por supuesto, enterrar en lo más profundo de mi ser el recuerdo, porque eso era ahora: un simple, agrio y amargo recuerdo.

Dentro se sintió cálido, pero la sensación en el vientre incomodaba tanto que dolía.

Y era ridículo porque mi interior era una completa batalla de sentimientos, de ideas divididas en la que una parte de mí decía que era completamente normal en una relación: el satisfacer las necesidades de tu pareja aun y cuando tú no lo deseabas porque era tu responsabilidad y tu obligación; pero la otra, una completamente diferente que me decía que no era correcto por el simple hecho de haberme lastimado, de haberme hecho sentir humillada y también, por haberme visto tan vulnerada. Esto no estaba bien. No me gustaba. El cómo sentía una corriente desagradable nada más mencionar su nombre, solo indicaba algo irreversible.

De temblar de inquietud al visualizar su rostro en mi mente.

De aguantar la respiración por saber que en algún momento tendría que verlo y enfrentarlo. De tener que hablar con él.

Habían pasado 4 días desde eso y seguía sintiéndome igual de extraña. Sobre todo, porque...

«Cuando caigas en el agujero más profundo de tu vida, ¿quién te ayudará? Si Rubén será el encargado de arrojarte a ese agujero sin fondo, ¿quién será la persona que sostendrá la soga y tirará de ti para sacarte de ese lugar?»

Yo ya no estaba tan segura.

—¡Paola!

Me estremecí en mi lugar, sentada en la cama y apreciando la vista hacia los edificios que las puertas del balcón me daban. Escuchar a Alex hablar así me había sacado abruptamente de mis pensamientos.

—Alex, peque —sonreí con fingida felicidad y me levanté—, te he dicho miles de veces que no entres como si...

—Mamá trajo un hombre a la casa ¡y va a comer con nosotros! —Fruncí el ceño.

¿A qué se refería con que...?

—¿Qué? ¿Cómo que trajo a un hombre? ¿Estás seguro de eso?

—¡Sí! Yo estaba en mi habitación haciendo tarea, ¡pero entonces escuché que alguien abría la puerta del departamento y como pensé que era papá, fui a revisar! —sostuve sus hombros con preocupación: estaba tan agitado—. ¡Y vi a mamá plantándole un beso a ese hombre en los labios! ¿¡Por qué tiene que hacer eso, Paola!? ¿¡No se supone que solo tiene que hacerlo con quien está casada!?

Sin pensarlo demasiado, salí rápidamente de mi habitación escuchando los pálpitos de mi corazón hasta en mis oídos, sobre todo porque quería comprobar por mí misma que lo que decía mi hermano era verdad.

Pero tan rápido como bajé las escaleras, me di cuenta de que él no estaba mintiendo.

Apreté la mandíbula, mis manos se hicieron puños y Alex me miró con fijeza desde unos peldaños más arriba que yo, con el rostro lleno de confusión y frunciendo levemente el ceño sin entender por qué delante de nosotros, había un hombre que no conocíamos sentado en el sofá.

VIGILADA |RDG|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora