Capítulo 10

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O M N I S C I E N T E

Dos días habían pasado desde lo ocurrido con Dan, la atracción de Keila hacia el tío de Paola y la incomodidad y angustia de la familia de ésta; 2 días en los que ninguno había descansado correctamente a pesar de que hacían turnos para cada uno ir a sus casas, darse una ducha y, quizá, descansar un poco. Pero nadie lo conseguía.

La familia era unida; estos casos no era algo que los separara, tenían que seguir así hasta que todo terminara, se necesitaban los unos con los otros y de verdad agradecían el tenerse.

El médico que atendía a la pequeña llegó ese mismo jueves a informar a los adultos acerca de la respuesta que había mandado el Hospital Johannesburgo, quienes aceptaban a la pequeña ante urgente aviso.

Los padres no podían estar más que felices, por lo que con lágrimas en los ojos se abrazaron, añadiendo también a Sebastián quien no se había separado de ahí en ningún momento. Se veía terriblemente quebrado: Paola sería transferida al día siguiente puesto que la respuesta del hospital había sido en la madrugada y llevaban en camino un avión en qué transportarla, no faltaba mucho para que llegara.

Con una emoción exorbitante, cada uno recogió lo necesario de sus casas, no sin dejar a la joven sola —quien esos últimos días se le notaba más agotada que antes, preocupando a más de uno—, sino que haciendo cada uno las maletas y planear todo lo que necesitarían allá. Lo que importaba en ese mismo instante era llevarla al mejor Hospital. Ya se encargarían de lo demás después.

El viernes llegó, había estado administrándole medicamento a Paola para que el cáncer no aumentara más de lo que estaba haciendo y parece que estaba resultando mejor de lo que creía; la etapa en la que se encontraba había sido mantenida, pareciera como si estuviera en pausa. Llevaron de emergencia a Paola, con sus padres y hermano en camino también directamente hacia el avión en la azotea del mismo hospital en el que había sido internada. Desgraciadamente Sebastián tenía que quedarse, tenía asuntos que resolver y, con una promesa que no rompería, admitió que después de algunos días o meses iría a ver cómo es que se encontraba su amada sobrina. De todos ya se habían despido, entonces emprendieron camino.

P A O L A

Mi cabeza duele, tengo la certeza de que estoy sola en la habitación. Con gesto pesaroso toco mi cien y abriendo los ojos verifico en dónde estoy. Comienzo a asustarme hasta que un aparato comienza a notificar que mis pulsaciones son rápidas.

Alguien entra apresurado, cierro los ojos sin mirarlo, tengo demasiado miedo.

— ¿Cómo se encuentra?—susurra alguien al lado de la camilla, abro los ojos sobresaltándome. Es un hombre de mayor edad.

— ¿Quién es usted? ¿Qué hago aquí? ¿Dónde estoy? —interrogo a la única persona que está cerca sin permitirme divisar la habitación en la que estoy.

— Está en el hospital Johannesburgo, llegó hace unas cuantas horas —formula verificando el monitor que marca mis pulsaciones alteradas—. Le pido que se tranquilice, sus padres están fuera pero por el momento no pueden entrar: no es hora de visitas. —Sus ojos impactan con los míos demostrándome confianza tranquilizándome poco a poco.

Es extraño, pero me recuerda demasiado a mi abuelo.

— ¿En dónde estoy? —cuestiono, observando cómo comienza a escribir en sus notas.

— Ah, está en Madrid, España —farfulla, dejándome paralizada —.Vuelvo en un momento. —Sin más se retira. ¿Qué es lo que ha dicho?

Mis padres entran, parecen preocupados pero a quien no veo es a mi hermano, ¿en dónde mierda estamos?

VIGILADA |RDG|Where stories live. Discover now