Capítulo 26

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— ¿Te gusta lo que ves? —susurra Rubén en mi oído y yo solo puedo asentir.

Las luces de la ciudad se ven perfectamente hermosas desde la altura dejándome sin respiración, el aire corre fresco erizando mi piel y en el suelo se encuentran extendidas algunas mantas con una enorme vela en medio y una cesta al lado, mientras que alrededor, unas cuantas velas iluminando de una forma tenue el espacio.

La vista es impresionante y la manera en que está perfectamente todo bien colocado hace que sonría de la emoción, mi corazón brinque y volteé a verlo, para darle un fuerte abrazo.

Su sorpresa me ha encantado porque a pesar de la sencillez que esto es, sé que lo ha hecho Rubén con sus propias manos, solo para que yo disfrutara... Para que me sintiera cómoda y eso, de verdad lo valoraba.

— ¡Me encanta, Rubén! Muchas gracias —susurré al separarme y observar de nuevo todo. Es que simplemente era impresionante.

— Sé que no es mucho, pero... —Pongo un dedo sobre sus labios, callándolo, sonriendo y brindándole un beso en la mejilla.

— No digas nada, esto me encanta, me fascina y... ¡Ay! Eres el mejor, en serio. —Lo abrazo y rápidamente me corresponde.

— Ven, sentémonos y comamos algo. —Toma de mi mano una vez al separarnos y, con una enorme sonrisa en el rostro nos guía hacia la manta.

Nos sentamos, abre la canasta y saca de ella varios refrigerios, entre los cuales son panecillos, magdalenas, pequeñas donas y chocolate, como también fresas, uvas y de las bolsas que traía, un par de botellas de agua.

— ¿Cómo preparaste todo esto? —pregunto sorprendida.

— Bueno, no puedo decírtelo.

— Pero ¿lo hiciste tú? —Me mira sonriente y asiente. Unta una fresa en chocolate y la acerca a mi boca, entrecerré los ojos en su dirección, pero finalmente abrí y comencé a comerla. Era deliciosa.

— Sí, lo hice yo; no sé por qué me hacía ilusión hacerte esto, pero lo he disfrutado. —Come él una, para después refregarse las manos—. Cuando era pequeño, mi madre siempre me traía a este lugar.

Quito de mi espalada la mochila y de ella saco algunos termos de café y chocolate caliente. Le tiendo uno a Rubén y lo acepta gustoso.

— ¿Ya no vienen seguido? —digo mirando su perfil, cruzando las piernas y tomando una pequeña dona para morderla.

— Últimamente no, ella... —guarda silencio y por la manera en que su voz cambia, sé que no quiere hablar de eso—, ella se va con frecuencia de viaje a Noruega y Lena se tiene que ir con ella.

Observo con cautela todo a mi alrededor maravillada. Continuamos conversando durante algún tiempo más y cuando acabamos llenos del estómago, apagamos las velas a petición de él menos la de la manta, quedando casi en penumbras.

— Recuéstate —susurra muy cerca de mí. Lo miro sorprendida ante la precipitada mención y parece que le causa gracia mi semblante porque ríe—. Vamos, anda. Pero antes, cierra los ojos.

— ¿De nuevo? —asiente y suspiro—. Vale.

Hago lo que me pide y, una vez recostada en la manta, oigo cómo apaga la vela más grande

— Abre los ojos, cariño —susurra de nuevo y cuando lo hago, mi respiración se acelera.

El lugar está completamente oscuro y recostada, el cielo es una completa obra de arte: la vista de éste es espléndida y millones de estrellas nos miran como testigos. Rubén se recuesta y sonriente ante mi reacción, comienza a hablar.

VIGILADA |RDG|Where stories live. Discover now