— ¿Te gusta lo que ves? —susurra Rubén en mi oído y yo solo puedo asentir.
Las luces de la ciudad se ven perfectamente hermosas desde la altura dejándome sin respiración, el aire corre fresco erizando mi piel y en el suelo se encuentran extendidas algunas mantas con una enorme vela en medio y una cesta al lado, mientras que alrededor, unas cuantas velas iluminando de una forma tenue el espacio.
La vista es impresionante y la manera en que está perfectamente todo bien colocado hace que sonría de la emoción, mi corazón brinque y volteé a verlo, para darle un fuerte abrazo.
Su sorpresa me ha encantado porque a pesar de la sencillez que esto es, sé que lo ha hecho Rubén con sus propias manos, solo para que yo disfrutara... Para que me sintiera cómoda y eso, de verdad lo valoraba.
— ¡Me encanta, Rubén! Muchas gracias —susurré al separarme y observar de nuevo todo. Es que simplemente era impresionante.
— Sé que no es mucho, pero... —Pongo un dedo sobre sus labios, callándolo, sonriendo y brindándole un beso en la mejilla.
— No digas nada, esto me encanta, me fascina y... ¡Ay! Eres el mejor, en serio. —Lo abrazo y rápidamente me corresponde.
— Ven, sentémonos y comamos algo. —Toma de mi mano una vez al separarnos y, con una enorme sonrisa en el rostro nos guía hacia la manta.
Nos sentamos, abre la canasta y saca de ella varios refrigerios, entre los cuales son panecillos, magdalenas, pequeñas donas y chocolate, como también fresas, uvas y de las bolsas que traía, un par de botellas de agua.
— ¿Cómo preparaste todo esto? —pregunto sorprendida.
— Bueno, no puedo decírtelo.
— Pero ¿lo hiciste tú? —Me mira sonriente y asiente. Unta una fresa en chocolate y la acerca a mi boca, entrecerré los ojos en su dirección, pero finalmente abrí y comencé a comerla. Era deliciosa.
— Sí, lo hice yo; no sé por qué me hacía ilusión hacerte esto, pero lo he disfrutado. —Come él una, para después refregarse las manos—. Cuando era pequeño, mi madre siempre me traía a este lugar.
Quito de mi espalada la mochila y de ella saco algunos termos de café y chocolate caliente. Le tiendo uno a Rubén y lo acepta gustoso.
— ¿Ya no vienen seguido? —digo mirando su perfil, cruzando las piernas y tomando una pequeña dona para morderla.
— Últimamente no, ella... —guarda silencio y por la manera en que su voz cambia, sé que no quiere hablar de eso—, ella se va con frecuencia de viaje a Noruega y Lena se tiene que ir con ella.
Observo con cautela todo a mi alrededor maravillada. Continuamos conversando durante algún tiempo más y cuando acabamos llenos del estómago, apagamos las velas a petición de él menos la de la manta, quedando casi en penumbras.
— Recuéstate —susurra muy cerca de mí. Lo miro sorprendida ante la precipitada mención y parece que le causa gracia mi semblante porque ríe—. Vamos, anda. Pero antes, cierra los ojos.
— ¿De nuevo? —asiente y suspiro—. Vale.
Hago lo que me pide y, una vez recostada en la manta, oigo cómo apaga la vela más grande
— Abre los ojos, cariño —susurra de nuevo y cuando lo hago, mi respiración se acelera.
El lugar está completamente oscuro y recostada, el cielo es una completa obra de arte: la vista de éste es espléndida y millones de estrellas nos miran como testigos. Rubén se recuesta y sonriente ante mi reacción, comienza a hablar.
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VIGILADA |RDG|
Mystery / ThrillerPaola Méndez no era más que una chica de su edad, una chica con deseos. Una chica con sueños. No, no era perfecta. No tenía calificaciones excelentes. No era la hija que toda familia quería, pero lo intentaba. No, no era extrovertida y, aún así, co...