|ESPECIAL 2|

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Lean la nota del final, por favor. Aunque no se les obliga. ;)

R U B É N

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R U B É N

— ¿En serio tienes que irte? —cuestioné por segunda vez, Marina estaba del otro lado de la línea.

— Rubén, tengo que hacerlo; tampoco es que estuviera fuera tanto tiempo —recalcó después de un bufido.

— ¿Y no pudiste habérmelo dicho en persona?

— Último momento; el vuelo sale en solo 3 horas —su voz sonó extraña, supuse que estaba recogiendo algunas cosas ya que el choque de algo contra el suelo retumbó en mi oído. Cerré los ojos.

— Bien, ten cuidado.

— Lo tendré. —Y antes de que pudiera contestar o al menos desear buen viaje, cuelga.

Miro el celular verificando si de verdad la llamada ha terminado, y sí. Suspiro.

Hoy se supondría que grabaría un video con Mangel, de hecho, el susodicho viene en camino, pero quizás solo haga un directo, después de todo, he desaparecido durante dos semanas: 14 días en las que no entro siquiera al Twitter ni Instagram, 7 días en las que mi estado ha empeorado, el insomnio haciendo estragos y 5 días en los que los problemas con Marina me siguen atormentando.

El timbre suena, así que separándome de la encimera, camino en calcetines y pijama hacia la puerta, para después de 1 segundo, ver a mi amigo adentrarse de forma rápida en el departamento.

— Dime ahora, ¿qué ha pasado? —preguntó posicionándose en medio de la sala, viendo mi atuendo.

—Marina se fue.

— ¿Te dejó por fin? —cuestionó él mirándome, atónito.

— ¡No, gilipollas! —exclamé sonriendo y tomando asiento en uno de los sofás, al igual que él—, se fue de viaje a Ámsterdam; es algo relacionado con el trabajo.

— ¿En serio crees en ella? —Lo miré, estaba jugando con el minino de pelaje anaranjado—. ¿No se supondría que irían ustedes dos a ese lugar de vacaciones?

—Sí, pero parece que se ha adelantado.

— Cada vez las cosas van peor con eso, Rubén —suspiro, estando de acuerdo con él—, parecen más amigos que novios. ¿Por qué sigues con ella?

Me encogí de hombros. No sabía cómo decirle la verdad, aunque después de todo, tenía en cuenta que me aconsejaría y me apoyaría, ¿eso es lo que hacen los mejores amigos, no?

—Por miedo —susurré después de unos minutos en silencio.

— ¿Miedo? —asentí—. ¿Miedo por qué?

— Quizás a ser juzgado —pensé, viendo cómo Wilson se recostaba en mis piernas, esperando caricias.

Era extraño, pero sentía como si él sintiera mi pesar, porque cada vez que me encontraba triste o con un humor horrible, llegaba él a hacerme pequeños masajes en el estómago o lamiendo mis manos.

VIGILADA |RDG|Where stories live. Discover now