Capítulo 33

144 8 6
                                    

Paso toda la tarde después de que se va Ainhara, temiendo que Él pueda llegar en la noche... pero nunca aparece.

Si bien estaba dispuesta a encararlo, reclamarle un par de cosas, respiraba aliviada por el que no viniese. Tenía miedo. Seguía teniéndolo, pero en este caso, estaba dispuesta a dejar de lado lo que sentía para darle prioridad al enojo, frustración y a la molestia. ¿Cómo mierda se le ocurría meter a Ainhara en todo esto? ¡Esto era entre nosotros dos! Si me quería a mí como tanto alegaba, entonces tenía que concentrarse en mí, no en molestar a las personas que quería.

En cualquier caso, sabía que en algún momento de la semana llegaría y ahora, tendría que preocuparme por otra cosa.

—¿En serio no quieres que te lleve a tu casa? Mi padre no estaría en desacuerdo, al contrario —comentó mi amiga nada más salir del colegio, pero me negué—. Paola, insisto.

—No, tranquila, es que quiero caminar. Además, no está muy lejos, lo sabes —reí para quitarle tensión a mi cuerpo.

—Pero está lloviendo... —dijo, preocupada.

—Siempre cargo con mi sombrilla, nena —sonreí pícaramente. Pero estaba mintiendo.

Era viernes.

Por fin viernes.

Los profesores habían tenido una junta de la que obviamente no se hablaba hacia nosotros los alumnos, pero que, por esa razón, nos habían dejado salir más temprano.

No tomé autobús, no llamé a mi padre ni a mi madre de que fueran por mí. No tomé taxi.
No quería nada. No cuando, dejándome llevar por lo que él me había dicho, tenía que llegar cautelosamente.

Subí en el elevador, nerviosa, con las manos temblándome y un nudo en la garganta, completamente empapada por la lluvia que por cierto, estaba lloviendo muy fuerte. Algo presentía y, cuando salí del elevador, Adam estaba fuera de su departamento.
Me miró, sonrió débilmente, negó y se metió su hogar. Fruncí el ceño, ¿por qué...?

Unos truenos comenzaron a sonar, parecía como si el cielo estuviera a punto de romperse, de quebrarse. Como si estuviese triste.

Como si me quisiera decir algo y no pudiese.

Mi piel se erizó al acercarme con lentitud a mi puerta, más cuando escuché gemidos y jadeos en conjunto. Cerré los ojos con fuerza deteniéndome un poco. No quería abrir. No quería entrar.

Entonces recordé lo que Él me había dicho. ¿Estaba en lo correcto? ¿Me hablaba en serio?

Palmadas.

Suspiros.

Jadeos.

Gemidos.

Quería vomitar, sentía un horrible nudo en el estómago y en mi garganta. Ni siquiera ahora pensaba, no sabía qué hacer.

Entonces abrí la puerta.

Abrí la boca, mi cuerpo se sacudió al ver tan horrible escena y me doblé por la mitad por el dolor en mi estómago. Sentía la bilis en mi boca.

—Paola, ¿qué haces aquí? ¡Se supone que deberías estar en el colegio! —espetó ella asustándose al verme entrar y, por consiguiente, el hombre también que casi se cae al suelo al tratar de separarse de ella.

«Se suponía, sí, pero obviamente no te iba a decir que iba a haber una junta para los maestros y que por eso íbamos a salir temprano. Obviamente no te iba a decir cuando prácticamente ahora poco te importaba lo que nos pasaba. Claro, mamá, obviamente te iba a decir.»

VIGILADA |RDG|Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum