Capítulo 3

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06:30 a.m.

La presión que siento en mi vejiga hace que despierte justo antes de que la alarma suene estrepitosamente. Salgo corriendo al baño, pero para mí mala suerte está ocupado por lo que terminando haciendo el típico baile.

— ¡Ya voy! —vocifera mi padre desde dentro—. Ya ni a gusto puede uno hacer sus necesidades...

— Luego puedes quejarte, papá, por ahora ¿podrías apresurarte? Quiero llegar intacta a la secundaria —digo conteniéndome, cerrando los ojos. ¡Dios mío, qué desesperación!

La puerta se abre dejándome entrar como alma que la lleva el diablo. Mi padre ríe escandalosamente sin importarle si todos están despiertos ya, aunque deberían de estarlo, puesto que es la hora. Ruedo los ojos.

Al terminar hago exactamente la misma rutina; cuando ya estoy preparada, desayunada, tomo la mochila saliendo en camino hacia la secundaria no sin antes haberme despedido de absolutamente todos.

En las mañanas, a pesar de que todos deberíamos de ir al colegio, las calles están completamente vacías, eso es completamente extraño he de admitir. Tampoco es que me importe, porque hay algunos niños que, a decir verdad, son demasiado molestos.

Busco con la mirada a mis amigos quienes están bajo un kiosco que forma parte de la secundaria. Cuando hay personas en éste, nadie más se atreve a acercarse; al estar muy estrecho, prefieren no incomodarse. En este caso, nos ha tocado a nosotros ser los afortunados.

— Buenos días, bastardos —espeto cuando estoy cerca de ellos dulcemente. Me saludan de la misma manera animada.

— Es hora de entrar. Está por tocar el timbre —dicta Michel.

Caminamos hasta que toca el artefacto a todo volumen, nos dirigimos al salón y tomamos asiento en los últimos lugares.

Para comenzar a describir: yo no soy de las personas que consiguen meterse en problemas fácilmente ya sea por su actitud o por la falta de conocimiento. Daniel, es todo lo contrario a mí, puesto que él sí es problemático, se la pasaba haciendo boberías en clase sin importarle acaso que el profesor le riñera varias veces al día, él seguirá haciendo lo que quisiera. A veces era demasiado molesto.

Keila es graciosa, muy risueña e inteligente igual que Michel y yo.

El día transcurre más lento de lo habitual como también muy aburrido, incluso en una hora llegué a quedarme dormida. Si no fuera por Montse —una amiga también—, yo seguiría ahí dormida en el banco. Comenzó a moverme avisando que ya era hora de la salida. Lo mejor que escuché en todo el día, literalmente.

Fuimos los primeros en salir y para llegar más rápido, tomo un atajo. Entre menos tarde, mejor.

Particularmente camino a paso rápido, pero esta vez fue diferente puesto que caminaba de manera normal, incluso logré escuchar que alguien se encontraba siguiéndome, ¿que cómo lo sé? He estado escuchando pasos desde que salí y, digamos que este camino solo lo conozco yo, claramente las personas no suelen atravesarlo. Camino más rápido y él/ella también hace lo mismo, mis alarmas se disparan, comienzo a correr y los pasos son más rápidos, como si estuviera corriendo igual que yo.

Volteo hacia atrás y un hombre vestido completamente de negro viene hacia mi dirección. Me asusto volviendo a voltear; sin quererlo, las lágrimas nublan la visión, no quiero llorar, sin embargo, me siento en un gran peligro, quiero correr más rápido, puesto que él me está alcanzando. No hay casas a mi alrededor entonces no puedo pedir auxilio.

Creo ver mi casa y corro más rápido. Abro la puerta desesperada para entrar cerrándola detrás de mí. Cierro con pestillo para que no llegue abrir si es su objetivo. Miro por la ventana que se encuentra al lado de la puerta, pero ya no hay absolutamente nadie, suspiro. Ha estado demasiado cerca.

VIGILADA |RDG|Where stories live. Discover now