Capítulo 45

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(-Narra Emma-)

Avanzo por los pasillos del supermercado mientras busco qué otros víveres y cosas poner dentro de mi carro de compras. Necesito aprovisionarme de comida ya que en el motel en el que me estoy quedando con suerte tiene un pequeño refrigerador en el cuál solamente hay agua, refrescos y unas dos botellas de cerveza. Bastante triste la verdad.

Reviso las cosas que ya tengo y entre ellas se encuentran un par de manzanas, unas cuántas papas, una caja de huevos, un poco de jamón, leche, una bolsa de pan y un pedazo bastante decente de carne. Lo único que creo que me faltaría sería un poco de arroz y lechuga. Creo que con eso podría sobrevivir una semana más, así que hago mi camino hacia los estantes de supermercado en dónde puedo encontrar estos productos.

Estas dos semanas fuera de casa, a diferencia de cómo pensaba que iban a ser, han sido tremendamente difíciles, pero de todas maneras, necesarias. Necesitaba escapar de ese mundo que me estaba asfixiando y de toda la gente dañina mi alrededor, y yo no me había dado cuenta de que lo necesitaba hasta que me fui. Los primeros días lloré, y lloré mucho. Extraño cómo nunca a mis padres, aunque nuestra relación no sea tan buena, y a mis hermanos. Es horrible no poder verlos todos los días y me duele pensar que están preocupándose por mi cuando en realidad yo estoy sana y salva, aunque sé que el haberme ido es para el bien de todos. Agradezco el haberles dejado una nota diciendo que no se preocuparan por mi, porque si no lo hubiera hecho en este momento estaría siendo buscada por toda la fuerza policíaca del país. Si tengo suerte, mi plan funcionó y Jayden y su pandilla ya se olvidaron de mi y de sus planes y decidieron dejar a mi familia en paz. Lloré también por Adam. Lloré porque siento que lo nuestro no debió haber terminado así y porque el destino decidió ser cruel con nosotros y poner trabas en nuestro camino impidiéndonos estar juntos. Y mierda, yo lo amo. Jamás había sentido algo así por alguien y definitivamente dejarlo fue una de las cosas más difíciles que tuve que hacer. Pero justamente lo hice por eso, porque lo amo y no quiero que nada malo le pase. Todos los días observo el tatuaje en mi muñeca y pienso en él, aunque este tiempo traté de no hacerlo para no sufrir más de lo que ya lo estoy haciendo.

Aproveché este tiempo para enfocarme en mi misma y reflexionar sobre varios aspectos de mi vida. El estar completamente sola me ayudó bastante a desconectarme de todo y concentrarme en curarme a mi misma, y sanar cualquier herida que tengo en mi interior. Leí mucho y descubrí que efectivamente, en la soledad uno se encuentra a uno mismo. Hay que hablarle al alma, escuchar al corazón, y es en la ausencia del ruido que encontramos todas las respuestas. 

Descubrí que yo misma fui la que trajo los problemas a mi vida al haberme involucrado con gente que yo sabía que era peligrosa pero aún así no me importó. Yo sola me busqué el tener que dejar a mi familia y a mi novio para protegerlos y tener que huir de casa sin saber cuándo voy a regresar.  Y está bien, lo acepto. Son las cartas que yo elegí jugar y es la vida que me tocó vivir. Así son las cosas y no hay nada que uno pueda hacer, simplemente esperar que las cosas mejoren y todo se resuelva.

Cuando ya tengo todas las cosas que necesito, me dirijo hacia las cajas y me formo en la fila en la que se encuentran menos personas detrás de una adorable anciana que tiene varias bolsas de comida para gato, reafirmando el estereotipo de la típica señora que vive sola y rodeada de sus amados mininos.  Mientras escanean sus ítems observo los escaparates a mi alrededor y una cajetilla de cigarrillos me llama la atención. Últimamente he estado fumando mucho, más de lo normal, y aunque sé que debería dejarlo y no es saludable para mi salud no puedo hacerlo. Me ayuda con mi ansiedad y con el estrés, cada vez que llevo uno a mis labios y doy la primera pitada inmediatamente logro relajarme.

La termino tomando y la lanzo dentro de mi carro de compras. Pienso por un momento en si tengo un encendedor o debería comprar uno nuevo pero no estoy segura, así que reviso mi mochila y efectivamente aún sigo teniendo el que compré la anterior semana. Finalmente la señora se va con sus bolsas y es mi turno de ser atendida. Subo todas mis cosas al mostrador y la amable cajera comienza a escanear cada una de las cosas mientras yo busco mi billetera en mi mochila. Una vez me indica la cantidad a pagar, le entrego la cantidad de billetes exactos y vuelvo a guardar mi billetera dentro de la mochila. Todavía me queda bastante dinero y espero que dure mucho más, ya que la verdad es que no tengo ningún plan para cuando se acabe.

Ladrona, yo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora