cap 2 la tierra

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Espero tengan un poco de paciencia por qué no aparecerá un amor a primera vista para Duncan pero les prometo que les gustara la protagonista.

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Con sus poco más mil hombres se encaminó en una cruenta batalla contra los Fraser un clan con más de tres mil hombres y aliados menores que sumaron más de cinco mil en batallas sanguinarias donde los Mackenzie sedientos de justicia demostraron su poderío, escribiendo las primeras páginas de su legendaria historia. Miles de hombres enemigos murieron en el cabo de trescientos noventa días, ninguna estrategia, arma, catapulta o trampa pudo detenerlos.

"Prometió venganza".

Los heridos más afectados en el clan Mackenzie no superaban aquellas cifras y los muertos apenas fueron unos cuantos en una cruel batalla pues los Fraser eran ayudados por mercenarios sin honor.

Los Mackenzie se volvieron a sus hogares. Cada uno con un permiso de descanso por mes y medio y reclutados nuevamente para el siguiente ataque, solo hasta acabar con el último de los traidores los guerreros harían descanso. Estos algo agotados pero con el mismo ideal de "El obscuro" aprovecharon al máximo su estadía en su hogares.

— Papá ¿por qué le dicen el obscuro?
— Aydrin no debes contarle esas historias para dormir.
— ¿por qué no? Luchamos por el honor del clan. -con un suspiro cansino Henderson explicó.
— Sabes que nuestro Laird está agonizando -el niño asintió-, él fue traicionado y este es el resultado, su hijo sufre por qué nuestro Laird siempre fue honesto, justo y valiente, por ello luchamos, por el honor de nuestro Laird y el bienestar de nuestro clan.
Algo hinchó el pecho del chico que nunca antes experimentó.
— Es un deber y un honor luchar, vivir y morir por nuestro honor - agregó Aydrin.

Las tierras eran trabajadas por hombres de edad más avanzada y gente pacífica que siempre se dedicó a la vida de campo, algunos tullidos de viejas confrontaciones, muy jóvenes muchachos que apenas abandonaban su primera infancia pero la tierra siempre había sido prospera, la gente fuerte, comprometida y fiel; la primer victoria de obscuro Duncan Ervyn Mackenzie les traía al clan la esencia de lo que era una vida honorable, no fácil pero sí la importancia de mantener sus preceptos; algunas viudas lloraron y algunas madres tuvieron la desdichas de no encontrar a sus hijos de regreso, sabían que habían muerto con dignidad, otros eran hombres sin familia fieles a su Laird y de los que no hubieran deseado otra muerte que la de una digna batalla.

— Vale la sangre de mi hijo derramada en la guerra por la venganza. Vale su honor más, ya no habrá descendencia.
La dolorida madre calculaba los costes de esta guerra, hablaba el dolor de madre, a su esposo casi lo matan, si su futuro Laird la escuchase tal vez la habría matado. Para ella eso​ era la guerra un velo de dolor y muerte.

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Los heridos rápidamente se recuperaron y abrazaron con orgullo el sabor de la victoria, los logros obtenidos eran bastos, entre ellos las riquezas de los mercenarios que fueron exterminados, el sometimiento y humillación de los traidores que ahora arrepentidos veían a la bestia más obscura que jamás lograron imaginar en el hijo del justo Laird Kenzie Gilmer Mackenzie, aquel muchacho aparentemente ausente de lo que las responsabilidades que de su futuro como Laird le aguardaban, aquel que era más dulce que temible, aquel deportista despistado.

De aquel guerrero con corazón de pollo que perdonaba la vida de sus enemigos ahora convertido en un sanguinario guerrero mil veces más sanguinario que los mercenarios aliados, él que ahora los torturaba y castigaba sin que le temblará la mano; haciendo que los que seguían en la lista de la tradición, la lista de la venganza se encontraron temblando, el miedo los invadió sin encontrar descanso, no sabían si desear la rotunda muerte de Laird Kenzie Gilmer Mackenzie o de pedir por un milagro que lo levantará del letargo y lamentable agonía de que era presa.

Solo Dios sabía lo que les deparaba pues el obscuro Duncan Ervyn Mackenzie estaba lleno de rabia y odio, había jurado venganza y ahora sabían que era de temer, con todo lo que en cada letra iba incluido. Nunca imaginaron que podrían estar subestimando en demasía a un enemigo.

— Acabaré yo mismo con mi vida si es necesario pero no permitiré que él me ponga las manos -dijo el Laird Grant.
— Más te vale que no, pues puedes salvarte tú de su ira pero no salvarás a los tuyos y entonces tu clan desaparecerá, enfrenta el coste de tus actos Andrew.


Ya sentía el olor a muerte.

Había incluso quemado a uno de los hermanos Fraser a la vista del otro como castigo para mitigar el dolor que su afligido corazón pasaba por su padre. Vivir con miedo era algo normal ahora en sus vidas, más no agradable; sabían que sus días estaban contados ahora solo faltaba clamar piedad para los suyos y rendirse no ayudaría no había otra opción para ellos.

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Nerys Beath cuidaba con devoción a su Laird, los Mackenzie se enorgullecían del sucesor de su amado Laird, con ello el comienzo de un nuevo camino se marcaba en la vida y clan de los Mackenzie. Ahora todos parecían sedientos de una sed nueva, de una necesidad diferente pero quién no habría de compartir el dolor por su Laird los primeros meses fueron devastadores había que oír los lamentos en sus visitas, que una terrible agonía compartida se apropió de sus corazones y así también con ella, la alegría de ver a un Duncan Ervyn Mackenzie victorioso.

El escultural cuerpo del guerrero obscuro, del muchacho aquel que salió llorando de la habitación de su padre jurando venganza ahora volvía hecho algo más que un hombre, ahora era una bestia, un monstruo, una máquina de matar, su alma regreso la obscuridad a la habitación de Laird, aquella que a pesar de la terrible agonía de Kenzie Gilmer Mackenzie se iluminaba por la misma pureza de espíritu que irradiaba, la tranquilidad mediana que envolvía a Laird se vio interrumpida por su propio hijo.

— Padre he vuelto -con los amuletos de sus enemigos en mano como prueba, los depósito en la pálida mano de su padre ahora más pequeño y vulnerable, un hombre tan grande como el Laird ahora algo disminuido, era un golpe brutal para Duncan y entonces trató de reconocer el dosel de la cama de su padre que podría jurar que era dorada ahora parecía estar manchada pues ni rastro quedaba de los brillos dorados así que fue con Nerys.

— Porque la cama de mi padre está así, él tan pálido y todo tan gris.
— Es como le ves.
Duncan no le entendió. No iba a reclamarle porque su padre seguía vivo como dijo y debía darse prisa.
Beath adivinando sus pensamientos dijo:
— Si mil años demoras mil años él esperara, solo si mueres él morirá pero la profecía dice que no morirás y tu venganza la llevarás como tú honor te manda.
Esto último le lleno de amargura, apareció una esquiva sonrisa en el rostro del Obscuro Duncan Ervyn Mackenzie.

—Nerys Beath tú siempre fuiste amiga de mi padre cuídate y por favor mantén limpia su habitación, hay muchos para que te ayuden.

Las próximas visitas todo su tiempo a su lado, esa oscuridad, eso gris, eso opaco, siempre estuvo ahí, lo único que le impedía pelear con aquella mujer es que todos coincidían en que la habitación estaba inmaculada, pronto escuchó los murmullos que le compadecían pues fuera de esa habitación él era un muchacho normal, pero una vez en ella toda la oscuridad que veía era reflejo del dolor e irá que habitaba en su corazón.

— Cuando vuelves hermano, ¿por qué no me llevas?
— Prepárate -le dio una sonrisa y abrazo a su hermano de 11 años - si muero tú serás el próximo Laird.
— No morirás y yo jamás seré el Laird sino su hermano prometedlo.
— Lo prometo, pero después de esta promesa no quedará mucho que yo pueda prometer.

La sonrisa más pura se dibujó en el rostro del chiquillo que era idéntico a su padre. Un justo, un Mackenzie que había arrancado su promesa de no dejarlo ser nunca Laird y ahora debía cumplir ignorando el tamaño de la promesa que dejaba implícito en cada letra.

***
Espero sus críticas.

La Obscuridad Del LairdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora