36 La feria parte 4

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— Miladi espero no se sienta decepcionada si los acompaño.

Ken llevaba un traje de caballero, se veía muy apuesto y su esposo llevaba su kilt un camisa gruesa y su tartán, botas largas su cabello a la altura de los hombros, era muy guapo, se sonrojo por semejantes pensamientos.

Duncan notó su sonrojo, seguro estaba ansiosa por salir, aunque se preguntó si se inquietaba con su presencia más allá de sentir vergüenza y miedo, no era tonto y sabía que ganaba terreno, se divertía con él, solo faltaba ganar su confianza y sabía iba por buen camino, su cariño sería difícil, persuadirla con caricias y coquetos no sería suficiente pero la enloquecería de placer, la haría amarlo y olvidar a Ferris.

Esta vez fueron a ver cosas curiosas: dos hombres en un solo cuerpo, animales con ocho patas en vez de cuatro, mujer con barba, un hombre con cuatro manos, animales exóticos. Ailein estaba algo abrumada era la primera vez que ella asistía a un lugar con personas y animales o cosas como aquellas.

—Kendrew, gracias por venir -Cait se sostenía de él más que de Duncan, su contacto con él era incómodo, era un poco de incomodidad mezclada con un "no sé qué" que le hacía confundirse y temer de su contacto, de tener confianza con él, algo que pudiera malinterpretarse a fin de cuentas si bien estaban en un lugar público después se encontrarían en un lugar muy íntimo, aunque no quisiera llevar sus pensamientos por ese lado le era imposible. Su mente le dictaba tener precaución en cada momento.

No pudo evitar mirar el sedoso cabello negro, la imponente presencia del obscuro, su aroma varonil, se reprendió a sí misma, él se mantenía cerca de ellos a una distancia prudencial a no más de un metro, de vez en cuando la tomaba del brazo o de la mano para llevarla de un lugar a otro y la soltaba en cuanto ella se disponía a curiosear, Kendrew observaba y sonreía por momentos, después parecía demasiado serio entonces comprendió que estaba ahí por ella, entonces quiso más a su cuñado que aunque joven eran tan alto que ya no parecía ser un niño aunque lo era.

*****
— Debe comer Merebith - dijo su doncella.
— No tengo hambre.
— Esto no es debido a su periodo, debe tener confianza conmigo, si está enferma no podré ayudarla.
— No pasa nada, es solo que extraño a mis padres.
— Yo pienso que se debe más a que temes perder tu libertad -dijo la dama de compañía una solterona algo resentida y estirada que le tenía un gran cariño a Merebith y la mayor parte del tiempo la trataba con dulzura- no te culpo, más lo mejor para ti es precisamente eso unir tu vida a un hombre -suspiró- tal vez no sea tan malo, casarse no parece ser lo peor del mundo, claro yo no lo haría ni por todo el oro del mundo pero mírate no puedes ni caminar con estos malestares además tú futuro esposo es joven, atractivo, fuerte y noble según dicen las historias de cocina.

Un intenso rubor cubrió el rostro de Merebith, y las lágrimas agolparon, su dama de compañía pasaba más en la cocina que con ella, bien sabía que lo hacía para que no se entretuviera con ella y no se aislará.

— Señorita no lloré - mencionó la doncella- le traeré un té más fuerte.

Salió de ahí pensado si la señorita tenía sentimientos por Duncan, lo descarto la conocía muy bien y ella no sabía ocultar nada. Más bien a ella le habría agradado que Merebith fuera la esposa de este Laird en especial.

Bajo tan ensimismada que no se dio cuenta que tenía un enorme muro frente a ella; y chocó.

No estaba segura del que le había ayudado a no caer después de trastabillar, todo en cuestión de segundos, entonces sintió que estaba envuelta en unos brazos fuertes.

— Debería tener cuidado señorita, pudo haberse lastimado es una suerte que yo estuviera aquí.

Los colores se le subieron al rostro era ese desagradable Thorpe, con su piel demasiado morena, su aspecto tosco y su aire de complicidad, no entendía por qué pero le daba la impresión de querer ganar terreno y ella era una solterona decente.

— Con gusto hubiera besado el suelo no vuelva a ponerme sus manos encima.

La mujer se envaró y se dirigió a su destino, no sin poder escuchar lo que el atrevido Thorpe contestó a semejante réplica.

— No me molestaría si con gusto quisiera besarme a mí.

La escuchó bufar, algo nada propio de una dama, además de refunfuñar un montón de frases ininteligibles. Sonrió para sí mismo, algo apenado de su mal resultado, esa solterona era un hueso duro de roer, pero tenía un algo atrayente por un momento sintió temor de correr la suerte de Caileas que había pasado demasiados años de su vida esperando por una solterona enamorada de otro. Aquel pensamiento no había sido nada grato.

****

Duncan se acercaba imponente como animal de caza frente a su presa, la miraba con aquella mirada sagaz y depredadora que anunciaba sus intenciones, algunas veces discreta otras dejándole saber sus intenciones, en cuanto eso sucedía se refugiaba en Ken o en lugares más concurridos y entretenidos, no sabía si para distraerse ella o distraerlo a él.

Cait para sorpresa de Duncan había seleccionado muchas cosas propias de una dama, de una bruja y un guerrero, era graciosa y no sabía que esperar de ella. Le gusta su andar poco femenino y distraído cuando se relajaba y odiaba cuando Ken con o sin intención de interponia en su camino, es más odiaba a todo aquel que le quitaba la oportunidad de mirarla, y más aún aquellos que la miraban, eso le molestaba sobremanera, ese sentimiento tan fuerte, nunca le había importado tanto una mujer, y menos una que no lo amara, aquella deducción le había dolido más de lo que le hubiera gustado reconocer pero ya era tarde para ignorar lo que ya era de su entero conocimiento y debía darle remedio...

Unas enormes ganas de poseerla se instalaron en su cuerpo, se sintió respirar agitado, casi jadeante, todo su cuerpo más pesado y una erección que necesitaba disimular por el momento y calmar después en ella.

Un cúmulo de emociones se instalaba en su cuerpo, Ailein había quedado lejos de su vista se tranquilizó al menos un poco y buscó acercarse nuevamente a ella, este tipo de juego en el que él mismo se había auto inducido no podía demorar por mucho, necesitaba con urgencia hundirse entre sus piernas, descargar todo ese brío que poseía y descansar. Tan solo de pensar en lo que había hecho a su esposa en su primera vez el deseo y el instinto se volvió nada, la erección palpitante desapareció. De sentía una bestia y no podía olvidar el sufrimiento de su esposa, debía controlarse si no quería volver a lastimarla, porque estaba seguro que la próxima vez no se conformaría con solo una vez. Necesitaba a una Cait Ailein receptiva, dispuesta, anhelante, una Cait Ailein insaciable; otra vez estaba divagando como un enfermo sexual, la erección amenazaba con olvidar que debía ir con cuidado para con su mujer.

Para su buena fortuna no faltaron quienes le distrajeran de sus interminables pensamientos, así que cuando nuevamente llego con Cait estaba mucho más sereno. Una serenidad que no era constante.

¿Qué pasará en el próximo momento de intimidad de la pareja?
Creen que Duncan se pueda contener...
Cait Ailein que te espera...

La Obscuridad Del LairdWhere stories live. Discover now