41 bellezas

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Eran dos ángeles Merebith con su precioso vestido color azul pastel a juego con sus ojos era una visión celestial.

Por su parte Cait Ailein llevaba un vestido color coral con detalles dorados maquillaje ligero un tocado sencillo. Tan solo verla Duncan no pudo despegar su vista de ella, para cuando anuncio el compromiso de Ferris y Merebith pudo notar que Ferris estaba tan perdido como él, Merebith era una visión celestial tanto como Cait tal vez incluso más bonita que su fierecilla, sin embargo Cait era todo lo que pudiera desear, lo único que deseaba.

Pronto los sentimientos fueron más definidos había muchas mujeres algunas más bellas que otras, unas más sensuales, otras sofisticadas, adecuadas, rubias, morenas, pelirrojas, cobrizas, trigueñas, de diferentes clases como en la feria, ninguna tenía ese algo que Cait tenía, no quería mirar a ninguna y estaba perdido en ella, en sus labios, en sus manos sosteniendo la copa...

— Déjame ayudarte - más confiado con el efecto del alcohol, deslizó con cuidado el vestido dejando sugerentes caricias en algunos lugares sobre su espalda, aflojo el corsé tratando de no ser ansioso tal vez ella se alertaría, un suave suspiro y un gemido contenido fueron la recompensa que esperaba.

— Cait voy a quitarte la ropa.
— ¿la ropa?
Se sentía acalorada, más cuando él la tocaba, sintió la carne de su hombro quemar donde él había dejado un beso, mientras bajaba sus bombachos, deseaba decirle que no era correcto que hiciera aquello.

— Cait eres preciosa.
— ¿sí? ¿Por qué?

Él sonrió un momento, después se puso serio, su esposa solo llevaba la camisola encima, las medias y las zapatillas.

— No deseo lastimarte mi amor -dijo mientras la acomodaba en la cama.
— ¿no...? -estaba algo confundida porque mencionaba aquello, estaba demasiado mareada como para entender los que decía entre líneas- ¿Duncan, qué me haces? - dijo al sentir sus manos subiendo por sus muslos hacia sus caderas.
— Seducirte.
— No... -susurró- es trampa, no puedo resistirme.

Él se retiró un poco, su ropa estaba algo levantada veía la blanca piel.

— Perdóname -dijo en un susurro.
— ¿Me quitas los zapatos? Me duelen los pies -comento olvidando por completo la situación anterior.
Él se acercó agradeciendo que ella no estuviera asustada, se hincó para quitarle las zapatillas y pronto la vio batallar con quitarse las medias y hacer puchero por qué no podía.

— Te ayudo, -le quitó una y ella se levantó abruptamente lo cual lo puso nervioso- ¿qué sucede? -pregunto con cautela.

Ahora no intentaba nada pero se sentía avergonzado de sus actos y temía que ahora ella malinterpretara.

— Necesito el tocador -se fue y la deliciosa silueta más que sexy, se veía graciosa caminar tambaleante, regreso y casi... Cayó. Se había golpeado con la esquina de una mesilla.
— ¿Mi vida estás bien?
— Me duele aquí.

Señaló su ingle y recogió su camisola.
La recostó en la cama y amasó la piel para que el dolor desapareciera, aquello era demasiado. Cait estaba recargada sobre sus codos observando cómo su mano se deslizaba en aquella zona, estaba más bien observándolo a él con curiosidad.

Cait lo beso con ternura.

— Gracias - acaricio su mejilla y jalo su cabello juguetona, Ervyn se excitó mucho más, había tratado de no ser un morboso y lo había conseguido, pero la amaba y todo aquello se volvía un acto natural, algo íntimo y puro.

Comenzó a besarla y ella a agitarse y a responderle con timidez y confusión.

—Duncan... - hablo pidiendo su ayuda no entendía lo que estaba pasando, sentía sus manos en su cuerpo era agradable aunque no era correcto, aunque sentía pudor necesitaba que continuara.

La Obscuridad Del LairdWhere stories live. Discover now