10 un viaje

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Pronto se prepararon los hombres para su próximo viaje quizás el último en mucho tiempo y menos sanguinario, era esperanza lo que se respiraba en sus poros pues sabían que regresarían a sus casas y antes nunca partían con la esperanza de volver sino con la esperanza de morir con honor.

Duncan Ervyn Mackenzie entraba a la habitación de su padre, emitía algunos gruñidos en forma de saludo y permanecía en silencio reposando su rostro sobre su mano, una semana después se encontró listo para partir en busca de la que le acompañaría para el resto de su vida bajo la bendición de Dios.

A ratos pedía perdón, a ratos paseaba iracundo, no lograba comprender a su padre y en momentos lo entendía todo.


— Seré honesto padre.
— Habla.
— No estoy listo para el matrimonio.
— No hay prisa por cumplir con tu palabra ¿cuánto tiempo necesitas?-su palabras salían con gran esfuerzo.
— Nunca estaré listo, las mujeres son astutas y temo que termine matándola muy pronto.
— Entonces deberás prometerme que no la matarás.
— Padre... -lloró, le creía capaz y eso le dolió pero con esos ratos de ira era mejor una promesa y la tranquilidad de su padre- lo prometo.
— Puedo morir en paz.
— Padre no te mueras. No te vayas.

Con sus ojos le dijo que no, pero estaba agotado y cerró los ojos. Dos horas después, mientras Duncan dormía con rastros de lágrimas en sus ojos. Nerys Beath atendió a Laird se veía muy cansado y a la vez sereno como si supiera que no importaba cuánto tiempo transcurriera su hijo encontraría la luz.
— Nerys Beath, nunca pude amarte de la forma que tú querías pero te amé, te amé como a una hermana.
— ¿No es una despedida verdad mi Laird?, ¿no es tu tiempo aún verdad? -Él negó.

— Mi agonía ha sido larga, lenta y dolorosa pero debo resistir hasta ver a mi hijo de la mano con su esposa, entonces cerraré mis ojos y tendré paz, dile a Ervyn que vaya pronto, necesito irme, necesito descansar.

Los desconsolados llantos de la mujer alarmaron a Ervyn que dormía profundamente. Su padre cerró los ojos otra vez.

— ¿Qué ha dicho? ¿Por qué lloras así? -Nerys le detalló la voluntad de su padre y también que le había dicho que la amaba como hermana y que nunca la amo como mujer.

La abrazo y para la noche estaba partiendo a tierras de MacLane. Su padre sufría la agonía y si él pedía descansar le daría descanso.
Era una decisión muy triste y necia aplazar la boda sería mantenerlo con vida pero también arriesgar que muriera en la angustia de no ver cumplida su última voluntad.

*****
—Sé que están planeando una boda, un emboscada sería lo ideal.
— Eres estúpido no hay suficientes hombres, bien conoces el poder de su ejército, como un bendito de Dios no hay forma de ganarle.
— Quiero permitirme intentarlo.
— No lo harás, hay razones pero no es lo que querrían nuestros padres.
— Yo no lo creo.
— Lo que creo es que no te gusta la idea de la boda por qué la novia la querías para ti.
— Calla maldito, que la idea me atormenta.
— No habrá sangre por ella me entiendes, yo también la quiero pero es su destino.
— Tú y tus visiones o corazonadas -colérico se retiró a sus habitaciones si su hermano decía que era su destino no valía la sangre que derramará eso no cambiará el rumbo de las cosas. Su amor nunca fue correspondido, si así fuera, no dudaría.

*****


Las horas de agonía suponían la lejanía de su padre, era un castigo para ambos pero su padre viviría, no sería torturado, extrañaría su vida, a sus hermanos al de sangre y al de corazón.
— No me quiero ir, no tan pronto, en realidad nunca.
Gritó a la soledad.
— Entonces déjame pedir ayuda con mi padre.
— Mi vida por la de mi padre con gusto -fue su respuesta, cuando se dio cuenta de que Kerr estaba ahí.
— Es que todos estaremos condenados es demasiado castigo.
— Es demasiada bondad y lo sabes o quieres ver cómo lo queman vivo, o le arrancan la carne.
Un silencio fue su respuesta.
— Siempre serás mi hermana donde quiera que estés y cuando mi padre muera yo iré por ti pues estará saldada la deuda.
Ella asintió. Se abrazaron y lloraron juntos, Dave llegó y se unió al abrazo, sin palabras permanecieron ahí como si de una escultura se tratará.

Todos esos días ella permaneció con Kilt dudaba que su futuro esposo le permitiera semejantes libertades y nadie se opuso ni se sorprendió de que lo hiciera, la congoja era de todos, amaban a la niña que vestía de niño, a la joven que mostraba sus rodillas aunque fuera escandaloso. Quién no reía cuando llegaba pelada raspada o herida por jugar con las espadas, incluso con algún conejo o pescados. Sin embargo era delicada todo eso no era más que un juego. Pasaba los días tejiendo, rondando la cocina con la cabeza muy alta supervisando. Visitando las casas de los enfermos, como su padre le había enseñado que debía hacer como ama de las tierras.

— Perdiste.
— Siempre pierdo -cruzo los brazos.
— Entonces ¿por qué siempre lo intentas?

— Porque me gusta estar contigo.

Se tendió en el pasto, esos días acabarían pronto. La chiquilla con la que siempre jugaban se iba, era pequeña y frágil, con alma rebelde, libre en esencia, a veces creía que no tenía corazón de mujer, pero lo era, nunca fue tan buena guerrera pero lo intentaba, se lo atribuía a su corazón noble e impulsivo, no mostraba coraje y en un arranque de ira olvida todo y era la forma más fácil de hacerle perder.

—Mañana ponte un vestido, para mí, no quiero olvidar tu lado femenino, has pasado siendo un chiquillo.
— Dave, cuando me vaya de aquí no volveré a ser ese chiquillo jamás. Pero te daré gusto, nunca entenderé por qué siempre se empeñaron en que solo fuera una aburrida damita.
— Mira que para mí las damas no son aburridas.
Le dio un puñetazo en el hombro y dijo:
— Eres imposible.
— tú eres​ rara y yo no digo nada.

Se tiró al pasto y le hizo señas a su hermano que estaba más alejado. Las cabezas de los tres quedaron juntas como siempre​ hacían de niños, mirando las nubes, buscándoles formas hasta quedarse dormidos con las manos entrelazadas.

Laird MacLane encontró a los muchachos durmiendo sobre el pasto y su tiempo se rememoró cuando eran un chiquillos de apenas 5 años, les había visto en diferentes edades en la misma situación era cómico, muchos años creyó que Dave desposaría a su hija hasta que él comenzó sus correrías y su hija esperaba entusiasta sus historias, hasta las reservas que tenía en base a la etiqueta y el resguardo de la virtud de su hija desaparecieron. Tendía a sonrojarse cuando los hijos de los Menzeis llegaban y huirles como si fueran una plaga hasta que llegaba el tiempo de su partida. Ahora era de su hija de quién se despediría.

— ¿Qué tal?

La preciosa mujer de piel bronceada con los cabellos largos y sonrisa traviesa giro como si una niña fuera.

—Bella, ese desgraciado no te merece pero ya no es tiempo de discutir.
— Para mí hoy Duncan Ervyn Mackenzie no existe, ahora dígame a donde iremos.
— A dar un paseo por el jardín, claro está mi bella dama, ir más lejos sería impropio.

La tomóde la mano y decidieron pasar un día felices quizás el último, la suerte yaestaba echada; sería el último día.

La Obscuridad Del LairdWhere stories live. Discover now