32 De la caida

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Ella no contestó a su pregunta por qué sabía que no iba dirigida a ella, seguía teniendo miedo de él, había ido la noche anterior a buscarla para que cumpliera con sus obligaciones de esposa, ahora no le había importado; sentir que su sueño era una real pesadilla, abrir los ojos y mirarlo ahí, ver en sus ojos el deseo le había aterrado, su corazón estaba lastimado.

—Déjame ayudarte Cait.
—Me duele.

Duncan veía que no confiaba en él, recordó la noche en que en el baño la había besado como un loco y había tomado sus piernas para hacerla su mujer ahí de pie, recordó que ella perdió el conocimiento y recordó como se había asustado, ahora repetía el sentimiento.

— Dónde te duele Cait -ella señaló su espalda.

La levantó con cuidado y vio un banquillo pequeño en que su homoplato había golpeado en una esquina; agradeció internamente que no se hubiera dislocado o fracturado pero el golpe era suficientemente doloroso.

*****

Merebith no pudo dormir aquella noche, lloraba dolorosamente y por primera vez en toda su vida no supo si era a causa de su enfermedad o del dolor de su corazón, si sus piernas dolían por motivo de la primera o por montar a caballo. Sí el corazón le dolía por el desamor o la humillación.

*****

—Me duele mi señor.

Las piernas le temblaban a causa de la confusión. Duncan tocó para revisar lo delicado del golpe, se veía muy hinchado y no podía mover el brazo debido al dolor.

—Ailein, no es nada de cuidado pero si dolerá, traeré algo que untarte y un té para que puedas dormir.

Ella hizo un gesto afirmativo sentada como una niña. Esperó y esperó para su sorpresa estuvo pronto de vuelta con todo lo que dijo. Le dio a beber té la levantó y dijo:

—Cait Ailein debo frotar esto para aminorar el dolor y puedas dormir.

Ella lo miró tratando de entender que era lo que quería decir entre líneas, cuando su enorme esposo se acercó hacia ella lo entendió. Todo su cuerpo tembló por lo que haría.

Le descubrió la espalda y vio las cicatrices que quedaron en ella, le dolió tanto su corazón que el Obscuro guerrero se debilitó, tal vez Cait podría deshacer las capas que endurecieron el corazón de Duncan Ervyn.

Pasó con cuidado, frotando suave, sintiendo la piel y produciendo calor en ambos, Duncan se reprendió mentalmente al escucharse gemir, Cait también gemía pero cada cual lo hacía por diferentes motivos.

—Listo.

Se acomodó y durmió al lado de una Cait que volvió a dormir a pesar del dolor. Por la mañana los dos despertaron algo tarde, ella muy sonrojada pues al levantarse pudo mover con algo de torpeza su brazo pero no recordó que su camisón estaba desabrochado dejando a la vista demasiada piel a la vista de su esposo.

Ella se cubrió apenada pero era demasiado tarde, Duncan ya había mirado toda aquella piel expuesta y como hipnotizado se acercó, tan grande e intimidante como era, ella se sentó, él la empujó suave, haciendo que ella quedara tendida, comenzó a besar su cuello y ella gimió pero supo que no como él quería, molesto se levantó, lo último que necesitaba era que ella terminara negándose o llamándolo por otro nombre si es que lograba despertar su deseo.

Salió molesto de ahí, dejando a una estupefacta Cait. Para cuando terminó de vestirse estaba llorosa Yvaine le había ayudado con discreción y se retiró rápido. En la soledad se sintió inquieta avergonzada por el recuerdo de su esposo tocando la parte más íntima de su cuerpo era la primera vez que le tocaba ahí, era espantoso sentir su mano posada en ella...

La Obscuridad Del LairdWhere stories live. Discover now