9 una carta letal

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El hombre tembló. Con el rostro desencajado, bajó hasta encontrarse en el jardín con sus hijos.

— Padre ¿qué pasa?

Siempre fue muy intuitiva y cuando de instinto se trataba para con su padre jamás fallaba.

— Saben bien que espero la muerte hace mucho y no de una manera amigable pero hoy me siento muerto. ¿Qué puede valer más para mí que ustedes?

Extendió la carta hasta su hija cosa que a Dave le extrañó y comprendió que no le correspondía estar ahí así que se retiró, un gesto de agradecimiento se dibujó en el Laird.

Se tambaleó un poco y su hermano tuvo a bien sostenerla por los brazos y acomodarla en la piedra sobresaliente junto al árbol puesto que no llegaría a la banca.

— Por ti mi vida padre -fue todo lo que dijo; era por lo que había rogado cada día; una oportunidad para su padre y ahora no podía más agradecer pero, el cáliz era amargo.

Su hermano le arrebató la carta de las manos y entonces miró a su padre suplicante para pedir ayuda inmediata a su familia, aliados y amigos, pero su padre negó era una decisión no concerniente a él sino a ella y la chica no lo había dudado, mientras que para Cam McLane era una muerte dolorosa la que le aguardaba, le arrancarían a su hija para siempre.

Un enorme abrazo envolvió al Laird con tan solo unas pequeñas manos y unos brazos flacuchos.
—Mientras tú estés aquí yo seré feliz. Te amo.
— Te amo -respondió amoroso el Laird Cam McLane mientras depositaba un beso en la frente de su hija.
— Lamento interrumpir su estúpida declaración de amor padre e hija pero yo no pienso perder la mitad de mí, ¡me oyes! -Kerr Payton MacLane, no soporto la idea, era más de lo que podía soportar.
— Me perderás de todas formas por qué cuando mi padre muera por manos de ese sanguinario asesino jamás volveré a ser igual.

Un hombre no llora y Kerr estuvo a punto de llorar delante de ella de arrojarse a su brazos, arrodillarse si era necesario para que se desdijera de sus palabras pero no lo haría y él no debía llorar.

Más ella apartó a su padre para darle un cálido abrazo a su amado hermano Kerr Payton, ahí, bajo aquel árbol que creció junto con ellos y que pronto le diría adiós para siempre.

*******

Aquella mañana parecía más terrible que las anteriores, más siniestra, poco a poco se dirigió a donde su padre.
—Beath te atreviste a venir con el chisme a mi padre.
No es que no lo supiera, es que necesitaba descargar su ira, culpar a alguien, tentar su suerte.
— Mi Laird pide y yo soy su esclava fiel.
Apenas y puso su mano sobre el brazo de Nerys y un calor de ira sacudió su cuerpo pidiendo que la matara.
— ¡Basta! -dijo su padre en un gemido ahogado.
— Padre -él también perdió la voz.
—yo quiero escoger a tu esposa, y la venganza contra los MacLane.
— No soy estúpido, crees que no sé qué tiene una hija y que según tú esa es una venganza, casarme con la hija a forma de tregua, que ella se case conmigo sería un regalo a su familia.

— Cuanta soberbia... si la última chica te puso los cuernos no creo que seas tan importante -expresó su padre con menos dificultad pero con más cautela.

Duncan se acercó a unos pasos teñido de rabia con rojo de fuego y siseó ofendido.

— Padre.
— MacLane ha recibido de mí una carta, dentro de dos meses irás por su hija, te casarás con ella y su castigo es no volver a verle nunca ni en su lecho de muerte si así lo quieres.
— ¿Qué estupideces quieres hacer? Yo quiero la sangre de su padre, no me interesa el cuerpo de la hija.
— ¿Es que acaso no soy yo el ofendido?
— Hamish también tenía una hija.
—Escúchame Ervyn Mackenzie - omitió Duncan por qué su nombre le daba la impresión de condenarlo a cumplir la profecía de la obscuridad- aquí hace ya tres años antes de que partieras por primera vez me diste las gracias por escoger a la mujer que por madre tuviste, tú tenías una bribona y yo no iba a interferir pero esa bribona fue más allá de lo permisible.
— ¡Nooo! -Renegó.
—Algún día sobre mi tumba tal vez me des las gracias por escogerte la esposa a ti.
— ¡Nooo! -está vez rogó.
—Si no la aceptas por esposa no habrá venganza me oyes. Puesto que he prometido a la hija de este que si ella acepta tú no podrás tocar a su padre si te niegas tú... los liberas.
—Padre eso es lo más sucio que puedas hacerme.
— Es lo más​ liberador para mi cansada y agonizante alma.
— No me casaré con la hija de mi enemigo.
— No dejaras mi palabra en el suelo, tu venganza será pero respetando mi palabra o la liberas.

Un terrible gruñido de lo más profundo de su pecho retumbó, no solo en la habitación de Laird sino de todo el ala este del castillo. No le gustaba perder y quería sangre pero su padre le había ganado y herido con esta sentencia, era un golpe de lo más bajo.
Salió furioso tomó su caballo y salió con un loca carrera por las praderas como queriendo reventar al caballo, la oscura bruma le acompañaba, todo el valle permaneció en bruma los tres días siguientes, solo la helada lluvia y su constancia apaciguaron su irrefrenable irá a causa de la impotencia, su padre le estaba manipulando pero era quizás su última voluntad, ayunó los tres días y la lluvia y el frío hicieron lo suyo en combinación, regreso al castillo un poco más sereno y la bruma obscura pareció aclarar cuando logró recobrar su serenidad.

Los amplios pasillos de la fortaleza parecían tener vida y burlarse de él eran como demonios atormentándolo; no, no y no, él no quería una mujer a su lado, no una sola para siempre, su hermano no tenía que ser Laird pero sus hijos sí podrían serlo, ahora todo era falso, las mujeres eran falsas... a un extremo tal que las aborrecía.


Salió a vagar por las aldeas y encontró muchas mujeres con sus hijos, esposos y trabajos fueran cuales fuesen. Recorrió los verdes caminos y se preguntaba por qué estaba tan furioso con su padre si tanto lo amaba y si pronto lo perdería. Lloró amargamente, él tenía la tranquilidad de su padre en las manos y había vivido los tres últimos años atormentándolo con sus actos, se cuestionó cuando olvidó que su padre creía en la justicia, entonces se recordó que él construyó su propia versión de la justicia.

Perdido entre el camino sin rumbo entre las cavilaciones de su cabeza se encontró frente al camposanto, muchos de sus guerreros yacían ahí otros solo tenían un cruz simbólica, una mujer aferrada a la tumba, una que conocía, lloraba con amargura dos años y medio atrás su esposo murió con honor y ella aún la lloraba, tenía 3 hijos, y un enamorado tras de sus faldas, se ocultó tras un abeto, y escuchó sus lamentos y compartió su dolor alimentando el odio a los que motivaron su ira.

Era tiempo de volver a su padre, la venganza contra MacLane sería consoladora para su pueblo, su hija sufriría cada día de su vida y se encargaría de hacérselo saber.

La Obscuridad Del LairdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora