21 a la rutina

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— Mañana retomaras tus deberes en la casa, Nerys tiene instrucciones solo lo más sencillo pero quiero que todo quede listo en una semana.

Mientras estos días y sucesos acontecían Duncan daba gracias por la oportunidad de alejarse de ella, de un tiempo a la fecha, sentía que su presencia le asfixiaba tal vez tanto como la de él a ella, pero no cedería.

Pronto estuvieron sentados a la mesa con su cuñado Kendrew y amigos Thorpe, Ferris, Caileas solo faltaba Andreas celebrando su recuperación, verla con ropas humildes ya no les asombraba, puesto que no creían que Duncan diera a ceder su brazo tan rápido, cuando Nerys le informo sobre la remodelación de la habitación que antes fuera de Kenzie Gilmer Mackenzie, está no sintió emoción alguna sino más bien nostalgia y tristeza, cuando su padre muriera ella no estaría ahí y cuando moverían su cosas de lugar, ella no reconocería nada.

Así pasaron la semana quitando cosas y poniendo. Nerys ya sabía sus gustos, así que cuando todo terminó una sensación agradable se instaló en su pecho unas cortinas gruesas en tonos azules con cortinas delgadas blancas le daban un aspecto masculino pero había detalles en flores, en cuadros, en bordados y cintas que decían hay una chica aquí en la forma, el ambiente, todo.

Aquella tarde después de un viaje relativamente corto que el Laird Duncan Ervyn había hecho con 100 hombres; una semana después todo estaba en orden, ella no lo esperaba, no podía decir que le extrañara pues apenas y pudo sentir que respiraba un aire diferente algo parecido a la libertad cuando él no estaba.

Aquella mañana él llegó con el calor a flor de piel y solo 50 hombres, ella permaneció ignorante de su llegada pues Nerys decidió no arruinarle el día y si él quería saber de su mujer que la buscara.

Después de su baño llamo a Nerys Beath, ésta le informo que su esposa estaba limpiando la biblioteca.

— ¿Por qué no me ha recibido?
— No creí que te importara su recibimiento, este matrimonio de enemigos es mejor mantenerlos lejos.
— Eso lo decido yo, ella tiene que salir a recibirme.
— Notó cierta tensión en tus palabras, ¿deseas verla?-arrastró las dos últimas palabras, pero Ervyn ya conocía su lado débil.
— Tanto como Caileas a ti.
— Deja ese tema, desde que comentaste eso, es vergonzoso mirarlo, incluso incómodo para él.
— Creo que hice bien ha solicitado permiso para cortejarte.
— Mira muchacho bribón no se te ocurra seguir molestando con eso, yo ya no estoy para esas cosas.
— Por favor cuántos años tienes, conozco viudas más viejas que tú qué se casan nuevamente.
— ¡Ah claro! pero yo no soy tan interesante.
— Eres bonita y lo de interesante eso no lo decides tú. Nerys le dijiste a mi padre que buscarías alguien con quien compartir tu vida.
— Yo solo...
— A mí me hizo prometer que si aparecía un compañero para ti, uniría sus vidas, a fin de cuentas eres mujer, eres doncella y aquí los hombres somos dueños de las mujeres y decidimos que hacer con ellas, yo hice una promesa y también tú, te creíste segura pero parece que te conoció muy bien.
—Tú no puedes casarme con nadie, yo te he sido muy fiel.
— No tanto por estos días, le fuiste muy fiel a mi padre. Así que ándate con cuidado y recibirás las atenciones de Caileas con agrado o me veré en la penosa necesidad de obligarte al matrimonio con él al primer rechazo, cumple tu promesa y no me hagas obligarte a casarte para cumplir la mía, te doy tu tiempo.
— De cuánto tiempo dispongo.
— Eso depende de Caileas, si después de cortejarte, sin que tú pongas obstáculos y decide que no eres la mujer para él no tendrás de que preocuparte, pero si Caileas hace su propuesta él será quien decida cuando quiere casarse contigo.
— Así que como tú eres desgraciado con la mujer que tu padre escogió también quieres hacerme desgraciada a mí.
— Hay placeres maravillosos en el matrimonio que vale la pena experimentar -dijo con una voz seductora, Nerys enrojeció y repuso.
— No he visto que hables mucho de esos placeres, ni tu esposa parece gozar del matrimonio, no son un buen ejemplo mi Laird.
— Bien creo que debo buscar a mi mujer para que tenga algo que decir al respecto. Aquellas palabras despertaron su libido, uno que no estaba muy dormido, pero que se manifestaron con más fuerza de lo que hubiera querido reconocer.

Nerys Beath deseo tragarse sus palabras aunque Duncan no se mostraba iracundo, estaba muy molesto pero que aparte de eso le había provocado, hasta ahora no parecía tener prisa con su esposa, ella sabía bien que los hombres podían ser muy crueles al forzarlas, como curandera sabía muchas cosas al respecto, a fin de cuentas los hombres son mitad bestias.

Se encontró con Kendrew que ahora se sostenía de un bastón que él mismo había tallado.
— Te ves muy guapo pero pareces enojado.

Un ligero gruñido fue su respuesta, le abrazo y dijo:

— También te extrañe.
— Eso ya me lo habías dicho, como yo te dije que te amo.
— Sí, y dime cuánto tiempo necesitas el bastón.
— No lo sé, realmente pero creo que lo conservaré, me da un toque elegante, parezco un inglés no te parece.
— En realidad sí, pareces un inglés enclenque, así que desecha esa absurda idea y ve tomando una espada ya es tiempo que te conviertas en un hombre.

Con una mueca de disgusto siguió su camino hacia la biblioteca, los crudos muros con las pesadas hojas que resguardaban la biblioteca se encontraron a su vista, amaba aquel lugar pero cada vez entraba menos, ahora era un guerrero no un erudito. Cruzo la puerta de manera sigilosa que estaba entreabierta pero lo que vio no le gusto en absoluto.

Por alguna razón se dirigió a la voz masculina que escucho, era su amigo Ferris ¿qué rayos hacia? Escucho la conversación.
— Debes prometer que me acompañarás.
— Lo prometo.
Una sonrisa dibujo en el rostro de su esposa, sí, ahora la veía con las faldas... arriba, las llevaba cruzadas por entre las piernas y le daba un mejor vista de la forma de su trasero y las puntas de las faldas atoradas en la cintura. Sus pantorrillas tensas pues estaba de puntitas en la escalera colocando un libro en su lugar, solo Dios podía saber cuánto tiempo llevaban ahí, encontrándose, prometiéndose encuentros. Un estruendoso ruido de las puertas azotándose hizo que ella resbalara y cayera, por suerte Ferris tenía buenos reflejos y lejos de mirar la puerta miró hacia ella, en tres pasos estuvo ahí para evitar su caída y una desgracia.

La impresión de la chica era evidente, sintió que su corazón palpitaba a mil por segundo, la boca seca cuando vio a su esposo, no estaba segura de lo que estaba diciendo pero estaba furioso entonces el terror se apoderó de ella, olvidó por completo que Duncan le había prometido no volver a usar el látigo pero por supuesto​ que recordaba el dolor, escozor y agonía que le había provocado por la misma razón que ahora, mostrar sus pantorrillas, no es que no lo hubiera entendido pero para ella era más práctico y seguro, todos lo sabían, era parte de su forma de ser, su esencia, como nacida en el lugar o época equivocados. Ella sabía que no debía hacerlo pero cuando de escaleras se trataba no podía evitar hacerlo, nadie se escandalizaba a diferencia de su esposo, olvidar que él era el Laird, ella debía obediencia y no hacía más que desobedecer era un grave error. Ahora un arrepentimiento por su osadía se instaló en su pecho.

— Bájala ahora mismo.
— Duncan no voy a permitir que te vuelvas loco otra vez.
— Soy el Laird, retírate ella es mi esposa -escupió con rencor- lo olvidaste.

La furia de Duncan se reflejaba en su rostro y su amigo parecía desear enfrentarlo para evitar que le hiciera daño, no podía comprender por qué si no la amaba se ponía así parecía celoso aunque no era difícil adivinar que lo que quería era una excusa para lastimarla.



¿Qué creen que suceda después de esta escena, cumplirá su promesa el Laird?

¿Cómo solucionara esto Cait?

¿Sobrevivirá a la furia de su esposo?

La Obscuridad Del LairdWhere stories live. Discover now