6 Anabella

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Muy de madrugada ya casi para amanecer fue cuando escucharon los ruidos poco sigilosos de unos pasos algo ligeros; tomaron sus puestos cada uno de los guerreros de guardia pero esperaron a que la luz estuviera más cerca. La chica estaba perdida llevaba varios días buscando con ayuda de otros hombres que se mantenían a cierta distancia hasta que lograrán su objetivo, la bruma de los Highlands parecía estar de su lado y abrirse paso donde ella ponía sus pies.
Cuando vieron a la hermosa chica la amagaron sin tiempo para que ella emitiera sonido dejando sobre su cuello el filo de su espada pues no confiaban en ella, amordazada esperaron pacientes al asalto de los cazadores de hombres que venían por ellos pero eso nunca sucedió.

Duncan como muchas noches no había dormido bien, los gritos de personas padeciendo su mismo dolor le atormentaban, calmar su dolor con la venganza en lo más profundo de su corazón era desgarrante no por los que lo merecían sino por que sufrían las consecuencias de los errores de esos seres miserables.

Al despertar su semblante taciturno y vengativo volvía con más fuerza, pero esa mañana justo después de pelear y dar muerte a varios hombres haciendo retroceder en busca de su enemigo y de sentir tan cerca el momento de cobrar la deuda a los Menzeis, se encontró con algo inusual, una mujer tendida y amordazada, una joven bella y delicada a la vez que sencilla. No era raro que sus guerreros tuvieran conquistas, el mismo las tenía, muchas deseaban tener un hijo de él. Esta chica no parecía del tipo que buscaba conquista. Uno de los fieles guerreros y consejero personal se acercó (Thorpe).

— Mi señor, está mujer llegó a nosotros de madrugada, no me inspira confianza esperamos largo rato por cualquier grupo, después decidimos rastrearlo pero no encontramos nada solo escuchamos a un par de hombres huir, ya la interrogamos, dice que le perseguían, yo digo que no confiemos en ella, mándale a colgar parte de su cabello en las orillas del lago y fuera del bosque en señal de que no la está pasando bien -Caileas observaba esperando al igual que Thorpe la resolución de Duncan ya que no se fiaba de esa mujer y su instinto rara vez fallaba.

— ¿Cómo se llama?
— Se hace llamar Anabella pero no le creo -intervino Henderson.
— yo me encargo.


La estudio, su aspecto era sucio y cansado, sus ojeras no eran cosa que se pudiera fingir y por su aspecto no eran de una noche, su ropa no estaba muy limpia, sus pies estaban maltratados y su piel era delicada, la única razón de estar ahí sería la de estar huyendo.


Le interrogó y sus palabras fueron las mismas.
Había sido raptada para ser vendida como esclava a un Laird de los Menzeis que ahora estaban a buen resguardo y que como estaban en peligro no les fue fácil a los secuestradores llegar a él y hacer la rápida entrega de la mujer.

Como si fuera de las mejores actrices ambulantes de la época, soltó un llanto silencioso demostrando que sabía que ahí tampoco estaría a salvó puesto que caer en las garras de un ejército no era mejor de lo que se esperaba en las manos de los Menzeis.

Y sí, estaba algo nerviosa, si sus encantos no los convencían probablemente terminaría despellejada pero... debía confiar en su belleza y en su estrategia que nunca fallaba para hacer a los hombres enloquecer por ella.


La revisó a conciencia, en ella no había peligro, era delicada, sus manos no habían tocado armas, ni tampoco tenía entrenamiento pues los nudos eran torpes y no logro soltarse. Al contacto con la suave piel su cuerpo respondió, era un joven sano y vigoroso y esa piel de una calidad divina no se veía por esos lugares donde ellos rondaban y con la fama que tenían, olía a pureza.

Anabella (Lorna en realidad) se sintió dichosa estaba del otro lado, captar la atención de Duncan Ervyn no fue difícil y si lograba el cometido de enamorarlo salvaría a su padre pero... mejor aún sería rica poderosa y respetada como nadie. Ahora agradecía haberse contenido en muchas ocasiones con sus conquistas de entregar su virtud aunque conocía todas esas formas que llevaban a lo más íntimos placeres, los dedos diestros de varios amantes habían encontrado el calor de su cuerpo y le habían mostrado el placer muchas veces. Las lenguas diestras probado sus mieles, pero sabía que debía llegar pura a un matrimonio y hasta ahora ningún hombre había dejado su simiente en ella pues ese contacto era para su futuro esposo, ahora lo tenía enfrente y lo deseaba, si era tan buen amante como fiero guerrero no podía esperar para abrirle las piernas y esperar el máximo placer. 


Después de un semana de tensión y avances se encontró haciéndole de buena samaritana y desesperada por avanzar con Duncan que resultó ser más caballero de lo que esperaba y su papel de chica tímida y virginal lo había llevado a tal extremo que ahora no podía simplemente pedir que le perdiera el respeto, le chocaba andar en harapos y sentir la lujuria arder en hombres poco atractivos y sucios, todo eso estaba más en su imaginación que en la realidad, era su forma de entrenarse hasta que aquella tarde en un riachuelo, descubrió a Duncan en otro extremo bañándose, entonces se apresuró a quitarse la ropa y tomar un baño poco discreto para motivar al caballero y apelar más al instinto, cuando sintió la mirada del fuerte guerrero supo que ese sería su último día virgen.


Escucho el sonido del agua al Duncan abrirse paso hasta ella; fingió una timidez que no sentía pues estaba más expectante que nunca.
— ¿Duncan? Yo...
— Anabella no ha sido mi intención mirarte, tomó su rostro, me gustas y te deseo, más si tú no lo deseas me iré.
— Te quiero -le dijo en un susurro que contenía un jadeo. La llevo hasta su Kilt y la tomo con urgencia, apenas y paso la barrera ella ahogó un grito, que tuvo a bien fingir que dolía más que lo que anhelaba pero los embistes hicieron su experiencia poco placentera, hasta que realmente alcanzó el orgasmo solo la decepción de saber que él no se había derramado sobre ella le trajo a la realidad.


Lorna (Anabella) con ya varias experiencias previas se sintió algo decepcionada. Lo sintió más comprometido con su satisfacción que en la de ambos; por su parte Duncan Ervyn estaba satisfecho pero al mirarla pudo notar la decepción en sus ojos, quería lograr un embarazo, no era la única doncella que llegaba a sus brazos, él no iba seduciendo mujeres y mucho menos forzándolas, pero Duncan ya era una leyenda y las mujeres lo buscaban; la primera vez que llegó una mujer a él la rechazo pero luego encontró un desahogo, algunas después de ver que no conseguirían mucho con él se conformaban con otros guerreros, algunos se guardaban para sus esposas, otros simplemente se dejaban querer, los solteros aprovechaban y uno que otro terminaban enamorado pero partiendo, en el siguiente lugar se volvían a enamorar, un par más o menos encontraron al amor de su vida, hubo uno que así como encontró el amor lo perdió para descubrir que era casada y fue uno de los motivos por los que terminó muerto en medio de la guerra.
— Vístete.
Ella asintió.
Esperaba que le tratara con más cariño y le sorprendió sobre manera que no fuera así, a fin de cuentas era su primera vez, lágrimas traicioneras brotaron de sus ojos.


Duncan tenía en su lista a varias vírgenes pero no estaba tan comprometido con ellas como consigo mismo, no quería enamorarse ni menos crearles falsas esperanzas de un amor eterno, con Anabella sentía que era diferente, incluso estuvo a punto de pedir perdón por ser tan brusco envolverla en mimos pero no era tonto, él conocía de mujeres y está quería cazarlo, como a un cordero; sabía que tenía que derramarse en ella y el hecho de no conseguirlo le consternó más que su reciente nuevo descubrimiento. Así que decidió disfrutar de ella pero no permitir más, olvidaría el cariño que le procuraba.

La Obscuridad Del LairdWhere stories live. Discover now