8 agonía

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Estaba sentada sobre la rama del árbol mientras pensaba en alguna forma de salvar a su padre, hacía mucho que sabía del terrible engaño en el que fue envuelto su padre y también de la terrible amenaza que pendía sobre él, habían pasado ya tres años y aunque parecía que la espesa niebla solo traía paz para ella solo traía miedo, ya no más paz, les habían dado tiempo para resignarse más ella no podía solo pensar como sufriría su padre pero quería estar con él hasta su último aliento.

El largo cabello lacio y negro caía hasta su cintura y de repente se sostuvo de la rama con las piernas quedando de cabeza.

— ¿Qué haces ahí? -el vestido se colgó tapándole el rostro y dejando a la vista sus ropas interiores pero sentía que podía sacar un poco de sus tristes pensamientos de esa manera.
— Tratando de olvidar.
— Tratando de evadir -dijo Dave.
— Un poco de los dos -respondió una melancólica Cait Ailein.
— Baja no es correcto que un hombre vea tus ropas interiores.
— No, pero tú ya estás acostumbrado.
— A tu padre no le gusta que no te comportes como una señorita mal educada.
— A mi padre no le gustan muchas cosas.
El rostro se le puso rojo y pronto estuvo llorando mientras bajaba del árbol para ocultar su rostro y su dolor.
— Vamos mocosa prometo que mañana iremos a cabalgar hasta el lago de las ilusiones.
— Y te puedes vestir como yo. -dijo otra voz.(Kerr Payton)
— En serio -dijo dibujando una leve mueca rara mientras fruncía los labios tratando de contener los sollozos, no era la única que sufría pero solo a las mujeres le son permitidas las lágrimas y no era justo que su hermano Payton no pudiera llorar así que, ella también debía demostrar su valía. Su hermano trató de disimular como si no la hubiese visto.
— En serio, solo no te vuelvas a cortar el cabello, no al menos del mismo largo que el mío.

Ella comenzó a sonreír, la última vez se había ganado la fama de rostro de niña y aunque saliera mostrando su varonil pecho le silbaban puesto que ellos eran tan parecidos que más de una vez se preguntaban cómo podía ser tan parecido a esa pequeña seductora y a la vez ser tan varonil y atraer a tantas chicas. Además que el hecho que su hermana pretendiera todo el tiempo parecerse a él no ayudaba, siempre usando un Kilt que le había robado al menos si lleva calzoncillos no como ellos que no llevaban nada debajo. Sus blusas eran demasiado masculinas y con el pasar del tiempo su padre simplemente se había rendido permitiendo que de vez en cuando su hija Ailein hiciera su capricho siempre y cuando se comportará como la dama que debía de ser y no comportarse eternamente como una pequeña salvaje.

Era realmente femenina pero siendo mellizos se buscaban y su hermano Kerr no jugaba a las muñecas así que ella jugaba con él a las luchas, a trepar árboles, a cazar y su vida era una competencia constante, en juego y en todo; al lado de Dave crecieron juntos en esa complicidad de varones siendo ella una dama.

A su padre nunca le gusto verla como un niño revolcarse en acaloradas peleas o montada a caballos para emprender peligrosas carreras, siempre le regalaba muñecas que ella mantenía en los rincones, con el tiempo su dolor de cabeza fue creciendo, pues no quería vestir como una dama y a sus 13 años usaba un Kilt de su hermano, por lo menos la convencía de no nadar con ellos o pedir permiso cuando de ir al lago de las ilusiones se trataba. Ahora agradecía no limitar su personalidad le haría falta mucho de ese carácter para sobrellevar lo que viniera.

Agradecía también no haberla comprometido antes y más aún jamás haberle visto enamorada, ahora sólo faltaba calcular que era más terrible para ella, saber morir de una forma tal cruel como se esperaba del Obscuro, o vivir ella una tortura eterna al lado de Duncan Ervyn Mackenzie.

Jamás se le habría ocurrido semejante disparate, de hecho jamás pensó en casarla, era tan libre, tan ella que no era egoísmo sino que nunca vio en ella la fibra de la curiosidad hacia un hombre en un plano más profundo como es el instinto elemental... después de crecer... reproducirse, era una niña con Kilt era una mocosa preciosa y caprichosa que nunca dejaría de serlo, con las rodillas raspadas, las pantorrillas descubiertas y la impaciencia a flor de piel. Solo pensar que su hilo de vida dependiera de casarla prefería mil veces todas las torturas que al Obscuro se le pudiesen ocurrir, así sopesaba el hecho de que no era una decisión que debiera tomar solo.

Ella también contaba y lo sabía muy bien si su princesa se llegaba a enterar que tuvo alguna oportunidad de salvarlo de su destino y negarle esa oportunidad sería terrible.

*****

El hombre que llegaba sereno con el sabor de la victoria en sus manos ahora volvía con el sabor de la hiel en su boca, una penumbra se hizo en las tierras de los Mackenzie como si apenas la tormenta estuviera por llegar, es como si apenas empezará el verdadero camino hacia la obscuridad que amenazaba la profecía en su vida.

Nerys Beath lloró junto a su padre algo sucedía y en susurros se lo dijo. Mirar los ojos de su Laird Kenzie Gilmer Mackenzie era maravilloso pero verlos con un dolor como aquel le partía el alma.
— ¿Por qué no ha venido?
— Ha vuelto más oscuro que antes algo ha sucedido.
— Averígualo si muero no podré ayudar a mi hijo a ver la luz y mi alma no descansará.

Nerys Beath besó su mano y salió de la habitación rumbo a la de Duncan Ervyn, si necesitaba cortarse una mano para averiguarlo lo haría.

— ¡Largo! -no quería que lo molestaran y el toc toc de la puerta no era bienvenido.
— ¿Por qué no fuiste donde tu padre?
— Por vergüenza.
— ¿Qué ha sucedido?
— No importa sólo iré a ver a mi padre cuando esté más tranquilo.
— Un Mackenzie no se avergüenza fácilmente.
— Vete mujer no me provoques.
— No me iré de aquí a menos que me digas cuál es tu vergüenza; a no ser que salga con los pies por delante.
— ¿Te arriesgas? –preguntó con aire de sentencia.
— Lo hago –contestó.
Con un cansino suspiro, comprendió derrotado que tenía que decirlo.

— La que tomaría por esposa me engañó y tuvo el valor de engañarme con otro.
No dijo más no quería dar detalles pero con eso bastaría.

Y bastó con eso, más de lo que imagino. Nerys corrió hasta donde su Laird se encontraba postrado. Agitada se sentó a su lado y aun sofocada le dijo:


— lo conseguí.


Una sonrisa del viejo asomó, pero pronto se quedó dormido estaba agotado mentalmente tanto como física, una hora después despertó y Nerys ahí estaba a la espera de que él abriera los ojos para poder decirle la información que poseía.

Cuando terminó el viejo Mackenzie mostró una sonrisa de esperanza.

— Un clavo saca a otro si es el clavo correcto.

— ¿Y cuál es el clavo correcto?

—Toma papel y tinta y llama a mi secretario para que redacte una carta no molestes a Ervyn, su vergüenza pasará, es mejor que no sea pronto hay una carta que enviar y no importa la respuesta pero hay que enviarla.

La Obscuridad Del LairdWhere stories live. Discover now