17 la herida

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Decidí que valia la pena dejar este capítulo para alimentar un poco su curiosidad.

— Tú señora ¿cómo está? -preguntó Ferris.

—Ven y verás.

Cruzaron la puerta.

Tenía una pierna descubierta el rostro pálido con algo de cabello pegado a su frente, tenía yerbas en su rodilla y también sobre su espalda dormía en apariencia como ignorante de las heridas en su cuerpo, una sensación de lastima se propagó por el corazón del guerrero; tan solo aquella vez que Duncan le había tirado al piso tenía ese aspecto pálido cuando le amenazaban, era una chiquilla mimada y caprichosa, no creía en lo absoluto que fuera una ramera como le llamaba Duncan despectivamente, había de ver como su hermano le cuidaba, era como un animalillo salvaje, lo cual era curioso pues también le conocía su faceta de fina dama, correcta altiva, distante y amable al mismo tiempo.

Se acercó a tocar su frente, era una muñequita peculiar, en su vestido de novia era un visión irreal no era una belleza única era un tanto común, con sus​ ojos verdes, una nariz pequeña, boca pequeña y carnosa, su cara en forma de diamante, las cejas ligeramente arqueadas, aunque no lo parezca en ella no había nada de extraordinario y a la vez todo era único.

Un gemido escapó de sus labios en cuanto Nerys Beath levantó el fino velo que cubría la espalda lacerada. Era una leve queja que iba en aumento.
— Le he mantenido dormida y con algo que la ayuda con el dolor pero debo despertarla para comer, así que después de comer espero que me ayudes.

— ¿Podrá permanecer sentada?
— Entre los dos la levantaremos y tú la abrazarás y apoyarás su rostro en tu hombro mientras yo le alimento y hago beber el medicamento para después curarla.

Las quejas aumentaron pues los efectos de las pócimas para el dolor y el sueño se pasaban rápidamente, estaba demasiado débil había pasado casi una semana sin que ella probará alimento y cuando lo intento con una de las mujeres más capaces de la cocina, lastimaron y levantaron la piel era necesario la ayuda de un hombre.
Llevaba puesto uno de los sencillos vestidos de sirvienta si por algún milagro el Laird se levantaba y la encontraba vestida como su esposa que era, no se quería imaginar su reacción ya no sabía que esperar de Duncan.
— Está muy fría.
— Es debido a su estado, hemos mantenido el fuego del hogar, la temperatura debe ser la que percibes no la quieres sintiendo calor y escozor teniendo así la espalda.

La chica comió y dirigió una mirada desorientada al hombre que la sostenía.
— ¿Dave? ¿Dave dónde está Kerr? -se apretó a él con las pocas fuerzas que tenía- no debiste venir, vete, dile a papá que lo amo, no podré estar en tu boda no creo poder nunca escapar de este infierno pero sabes de mis buenos deseos para con ustedes.
— Sí -fue todo lo que le dijo, ella estaba temblando, pronto fue quedándose dormida.
— no deberías mantenerla así, podría generar dependencia, está alucinando, la próxima vez pensará que soy su padre.
— Hoy es la última vez pero de no haber administrado de esto no sé si lo soportaría, fue tan cruel.
— Es el Laird, sus actos no se cuestionan, menos cuando de su esposa se refiere -dijo sintiendo asco de sí mismo y su estúpida lealtad al Laird-.
— Necesita ayuda, crees acaso que ella verdaderamente es una ramera, acaso te ha acosado, como algunas de las sirvientas, sé de casadas​ que lo hacen y tú y yo sabemos que una mujer con sangre en las venas que no sea bien atendida por un marido al que no ama lo haría, eres joven y atractivo, soy vieja pero no ciega.
— Calla mujer, te dije que le soy fiel a Laird y ella lo sabe, además también le tengo respeto a mi señora, Laird terminara enamorado de ella, por eso no le he dicho que tenerla como sirvienta no le hace ningún mal, de hecho es lo más cerca que está de la libertad. Duncan Ervyn Mackenzie ignora que a ella le gusta ser sencilla y es lo más cercano a usar su antiguo Kilt y andar por las praderas. Si la tuviera aquí como la dama que es, vestida como princesa sin que ocupar su mente eso sería una tortura.

La Obscuridad Del LairdWhere stories live. Discover now