CAPITULO 3.

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Subí a mi habitación por una gabardina blanca para poder hacer frente a la fría mañana, me dirigí a las camionetas que esperaban en la entrada, eran tres en total.

Subí a la segunda junto con mi Beta y Delta con destino a la comunidad de los humanos que colindaba con nuestro territorio. Después de más de unos minutos atravesando el bosque habíamos llegado.

Tenía torres de guardia en las entradas, pude ver que habían alrededor de cuatro hombres en cada una los cuales al vernos hicieron sonar unas campanas. Mi Beta detuvo la camioneta y apagó el motor, sentía su mirada por el espejo retrovisor.

-Cuál es el plan Alpha?.- preguntó.

-Presentarme.- contesté abriendo la puerta para salir.

Al bajar ya había un pequeño grupo de personas acercándose a nosotros, los guardias se colocaron a mis espaldas, protegiéndome. Un señor de casi uno ochenta de estatura, un poco gordo pero de complexión fuerte y con barba pelirroja se abrió paso entre la muchedumbre. No tenía más de cuarenta y cinco años.

Mi Beta se tenzó.

-Es Alejandro, el líder.- susurro Cicero a mi oído.- Y también fue el que le disparó a tu padre.

Sentí mi sangre hervir.

-Seguro?.- pregunté.

-Si. Su aroma es inconfundible.

-Buenos días.- saludo el asesino de mi padre.- En que podemos ayudarles?

-Buenos días.- sonreí.- Me gustaría hablar con usted en privado.

-Usted quien es bonita? Y a que debo el honor?.- preguntó.- Me temo que aquí no hacemos audiciones para donantes personales de vampiros o prostitutas de algún subnormal.- Empezaron a reír los demás ante su comentario.

Mis guardias así como mi Beta y Delta empezaron a gruñir hacia el hombre gordo; alce la mano indicándoles que se tranquilizaran. Si alguien le abriría la garganta sería yo.

Empecé a reírme.

-Vaya.- sonreí con ganas.- Además de asesino es estúpido señor.-Soy Elena Samaras.- me presenté.- Hija del fallecido Erick Samaras, antiguo Alpha de la manada Luna Llena.- vi al resto del grupo.

Sentía a Hayzel gruñir, estaba furiosa.

-Y nueva Alpha de la manada.- Mire a Alejandro, sus ojos se abrieron como platos.

Los demás humanos hicieron reverencia ante mí y permanecieron hincados.

-Y tu?.- dije mirándolo de arriba abajo.- Tendré que obligarte a que me rindas respeto?

Negó con la cabeza hincándose.

-Sé que tienen conocimiento de que mi papá murió por causas naturales, pero.- hice una pausa para mirarlos a todos.- No fue asi...Varios de ustedes le pidieron a mi Padre la inmortalidad y él al no dárselas fue asesinado.

Empezaron a murmurar entre ellos, algunos soltaron gritos de sorpresa.

Escuché entre la multitud los corazones de unos cuantos acelerarse más que los del resto.

-Bingo.- pensé.

-Orlando, Cicero.- Los llamé.

Ellos también los escucharon, sin necesidad de indicarles quienes eran fueron por los cuatro individuos mezclados con el resto de los humanos, los tomaron por el cuello de sus chamarras y los tiraron frente a mí.

-Solo hicieron caso a su naturaleza ambiciosa. Sé que alguien cercano a mi Padre les dio esa información...Lo traicionaron.

-No Alpha.-dijo Alejandro, sabía que estaba mintiendo.

-¿Entonces como lo supieron? ¿Cómo supieron que solo mi padre podría hacerlo?.- lo miré con desprecio.

Ninguno dijo palabra alguna.

-Sin embargo.- dije mirándolos a los cinco, incluido Alejandro.- Yo no soy como Erick. Yo les daré esa oportunidad que mi Padre les negó.

Deje que Hayzel saliera por un momento. Mis colmillos crecieron, así como mi estatura, mis ojos perdieron toda tonalidad plateada para darle paso al rojo sangre.

La mirada de todos ellos era de terror puro.

Con una velocidad sobrenatural los mordí a cada uno en el hombro y cuello. La sensación de mis colmillos penetrar su piel me daba esa satisfacción que solo el poder y la venganza podrían darme.

Escupí su sangre en el piso. No quería ni una gota de ellos dentro de mí.

Los cinco se miraron entre ellos, les dolía, si, pero era tolerable...por ahora.

-Alpha...-habló Alejandro.- No... No sabemos cómo agradecerte. Lo pedimos para proteger a nuestra gente...nos sentíamos, en desventaja...

-No tienen por qué agradecerme.- lo interrumpí sonriéndole.

Uno de ellos empezó a convulsionarse robando la atención de todos nosotros.

-Se me olvido decirles.- dije fingiendo demencia.- Quien les dio la información, quien nos traicionó.- señale a mis guardias y a mi.-También los traiciono a ustedes.- continúe.- No serán como nosotros.- Mi rostro se endureció y mi cuerpo empezó a tensarse.- No se los dijo ó si? Mi mordida si los hará hombres lobo, pero todo rastro de lo que eran, de lo que alguna vez fueron se perderá. No serán capaces de volver a su forma humana y solo el deseo de matar los hará moverse. No podrán saciar su deseo de sangre... Incluso existe la posibilidad de que maten a sus propias familias.- sus miradas de sorpresa no tenían precio.- Pero tranquilos, que sean sus seres amados no les importara una vez que dejen de ser humanos.

La gente alrededor empezó a gritar, escuchaba a los niños llorar.

-Agradézcanle a su líder por asesinar a mi Padre y romper nuestro tratado de paz.- escupí con odio

-No puedes hacernos esto.- dijo uno de ellos. Un hombre moreno de mediana estatura, parecía joven y hacía presión sobre mi mordida en su hombro.- empezaba a transformarse.

-Claro que puedo.- contesté sonriéndole.- Tanto es así que lo hice.

Empecé a caminar hacia las camionetas en las que llegamos. Me giré para mirarlos cuando escuché sus huesos romperse dando paso a la forma licantropa.

-Si fuera ustedes empezaría a buscar cómo salir de aquí.- grité para el resto de los humanos quienes empezaron a correr hacia sus casas.

-No dejen que nadie salga.- le dije a Orlando antes de subir a la camioneta.- Coloca guardias alrededor de la comunidad y a quien quiera salir dispárenles.

-Qué hacemos con los Malditos?.- me preguntó.

-Mátenlos hasta que no quedé ningún humano vivo.

Asintió.

-Que hiciste Elena?.- me preguntó Cícero encendiendo el motor de la camioneta.

-Lo que debiste hacer el mismo día en que hirieron a mi Padre, Cícero.- contesté cuando la camioneta empezó a andar, escuchando el desagradable sonido de los cuerpos al ser desmembrados.

LA ALPHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora