CAPITULO 4.

21.5K 1.4K 111
                                    

-Que hiciste Elena?.- fue lo primero que escuché al entrar en la mansión y un Héctor furioso se posiciono frente a mí, impidiéndome el paso.

-Quítate.- contesté sin mirarlo. No quería perder el tiempo en dramas familiares.

-No.- contestó.- No hasta que me digas que hiciste y por qué?.

-Quítate Héctor.- lo miré a los ojos.- O te quitaré yo.

Siguió sin moverse.

-No se por qué me preguntas algo que ya sabes. Hice lo que ninguno de ustedes hizo.

-Se llama Genocidio.

-Ahora defenderás a quienes mataron a nuestro Padre solo por un capricho estúpido?...Les di lo que pedían Héctor, que al final no fuera lo que esperaban no es problema mío.

-Eso nos traerá problemas con el Consejo.- dijo amenazante.

-Ellos rompieron el tratado de paz que tenían con nosotros mucho antes de lo que hice hoy....así que...Dime algo que no sepa ya.- lo miré por unos segundos.- Shu.- dije moviendo la mano para que se quitara de mi camino.

-Quizás quieras seguirme hermano...hay algo que quiero que escuches.- lo mire de reojo mientras caminaba al cuarto de mi madre.

Después de subir las escaleras, camine por el pasillo hasta llegar a la puerta de la habitación de la que antes era de mis padres, ahora solo era Mama quien dormía ahí.

Entre sin tocar a la puerta, no me importó si Madre estaba ocupada o no.

Estaba sentada frente a la ventana leyendo un libro, cuando me escucho entrar se levantó de inmediato.

-Elena.- dijo tranquila.

-Tienes mucho que explicar Madre.- dije aventando la carta de mi Padre a sus pies.- Comienza a hablar.

Mi madre tomó la carta del piso, la abrió leyendo su contenido y después de unos segundos cerró los ojos, suspirando.

-Cierren la puerta y tomen asiento.- ordeno.

Mi hermano se dirigió a la puerta y la cerro con seguro. Ambos nos sentamos a la orilla de la cama.

-Su padre una semana antes de que lo hirieran, notó que alguien había estado entrando a la biblioteca familiar.

-Las omegas?.- pregunté.

Negó con la cabeza.

-Las omegas no tienen acceso a las vitrinas que contienen los documentos sagrados de nuestra historia.

-Alguien lo traiciono.

-Sí.- dijo mi Madre.- Quienes tienen acceso a ellos solo son los Betas, Deltas y la familia del Alpha. Nadie más.

-Cortaré la cabeza de Cícero y Orlando.- dijo mi hermano levantándose de la cama, dando grandes zancadas con dirección a la puerta.

-No fueron ellos Héctor.- dijo mi madre sin mirarlo.- La seguridad de las vitrinas no fue violada, usaron la llave. El aroma de Cicero y Orlando en ningún momento pudimos sentirla. Si hubiera sido uno de ellos ya ni siquiera estarían aquí.

-Averiguaré quien fue.- el hecho de pensar que alguien podría haber traicionado a mi Padre, a su propio Alpha me hacía sentir enferma.

-Bravo Elena.- dijo mi madre, deteniendo mi andar hacia la puerta.- No apoyo lo que hiciste hoy, pero yo habría hecho exactamente lo mismo o peor.

No la miré ni dije palabra, me quede parada unos segundos dándole la espalda a ella y a mi hermano. Sentía las lágrimas formándose en mis ojos, pase el nudo que sentía en mi garganta y caminé hacia la oficina de papá. 

(*)

-Alpha.- escuché a una de las omegas.

-Que pasa Madison.- me acerqué a ella.

-El Alpha de la Manada Luna Negra viene a verla.

-Dile que no quiero visitas.- acelere el paso hacia el despacho.

-Él ya la está esperando en su oficina.

-Lo dejaste pasar?.- me detuve para mirarla.

-No Alpha.- se disculpó.- Dijo que tenía una oferta que no podría rechazar y se metió a la casa sin hacerme caso.

-Genial.- pensé sintiéndome cansada.- El desfile de Alphas interesados en mi manada y linaje había empezado.


Vigo Potrev.

-Vigo.- mi nombre salió de sus labios como un gemido, mientras se movía más rápido encima de mí.

La tomé por la cintura colocándola en cuatro encima de la cama, le di una nalgada en el trasero, ya sabía lo que significaba. Obedeció.

Se acostó hasta que su cara tocara las sabanas, alzó mas la caderas dándome una magnifica vista de sus nalgas.

De una sola estacada la penetre por atrás haciéndola soltar un grito que me hizo darle aún más rápido. El sonido de su mi pelvis chocando contra su trasero y la humedad que se escuchaba de mi pene entrando y saliendo de su intimidad me hicieron correrme a los pocos minutos.

-Vigo.- dijo entre jadeos- Jamás tendré suficiente de esto.

Le sonreí mientras me vestía.

-Ya te vas?.- me preguntó pasando la yema de sus dedos por mi espalda.

-Si.- contesté.- tengo que ir a ver mi padre a Seattle.

-Quédate un día más conmigo.- sentí sus brazos rodearme por la cintura.

-No puedo.- quite sus manos de mi cuerpo.- Tengo que irme.

-No. No te vas.- dijo con tono posesivo en su voz.

-Solo es seo Ana. Nadamas.- contesté con tono irritado, tome mi chaqueta y me dirigí a la puerta.

-Si sabes con solo un hechizo te tendría a mis pies verdad?.

Me acerque a ella, tomándola por el cabello obligándola a mirarme.

-Y sin embargo no lo haces.- le sonreía amenazante.- No vuelvas a amenazarme Ana, tu brujería no es algo que un balazo en la cabeza no pueda quitar. Vuelve a hacer y no dudare en hacerte un hoyo en la frente.- dije acercando el cañón de la pistola de plata a su cuello.- Entendiste?.

Me beso en los labios con una sonrisa.

-Que te resistas a mi hace todo aun mas atractivo.- dijo mordiendo su labio inferior.

Giré los ojos ante su comentario, a veces me hartaba su personalidad caprichosa, pero lo soportaba porque el seo era jodidamente bueno. La conocí en un bar de Rusia hace unos meses, cuando apenas empezaba a salir a la luz que los seres mágicos que se leían en los cuentos, no eran tan ficticios como se pensaba. Resulto ser verdad que vampiros, hombres lobo, magos y brujas vivían entre nosotros.

-Vigo.

La mire pero parecía estar en un tipo de trance, sus ojos se movían de un lado a otro bajo sus parpados. Abrió los ojos haciéndome dar un salto hacia atrás.

-Tu padre.- dijo con un hilo de voz.-

-Qué pasa con él?.- pregunté. Sabía que algunas brujas tenían el poder de la visión. Ver en primera persona que sucedía en otras partes del mundo sin ni siquiera estar ahí.

-El....- dijo llevando sus manos a la boca, impidiéndole gritar.

-Que carajos pasa con mi papa?.- grité tomándola de los hombros, sacudiéndola para hacerla hablar.

-Está muerto...Lo mataron.

-Que?.- me sentía desconcertado.- Quien? Quien lo hizo Ana?

-No sé.- contestó con lágrimas en los ojos.- No puedo verlo.

Tome las llaves de mi auto y sali al aire gélido que tanto caracterizaba a Rusia, abrí la cabina y encendí el motor, debía llegar cuanto antes al aeropuerto y tomar el primer vuelo para saber qué había pasado con mi padre.

LA ALPHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora