CAPITULO 41

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Liza Sámaras.

Camine apresurada por el pasillo hasta llegar a la habitación de Héctor.

La puerta doble se abrió de manera estrepitosa con mi golpe. Mi hijo estaba acostado sobre la cama. El tono grisáceo de su piel me revolvió el estómago del dolor.

-Qué fue lo que paso?.- alce la voz demandando una respuesta.

-El doctor Carlos mi señora.- hablo Cicero. Mi mirada se posó de inmediato en el.

-Que pasa con el?.- pregunte de inmediato.

- Quiso matar a Héctor.- respondió Cicero.

-Que?.- mis ojos pasaron del cuerpo de mi hijo a los ojos del Beta y viceversa.- Como es posible?.- pregunte consternada.- Por qué?

-Al parecer...- hablo Cicero.

- No estaba de acuerdo con la forma en la que empezaba a gobernar la manada.- lo interrumpió Héctor.- Fui a verlo a su oficina y empezamos a discutir, amenazo con dañar a Victoria.- su voz se quebró.- lo golpee y me respondió pero saco una jeringa con plata y... el final ya lo sabes.- dijo Héctor con esfuerzo.

Me quede atónita.

Sabia que Héctor era un hombre difícil pero querer lastimar a su mate solo porque no estaba de acuerdo con la forma en la que manejaba las cosas e incluso intentar asesinar no solo a mi hijo, si no también a su Alpha era inaudito.

Quizás fue mi mirada, la expresión de sorpresa en mi rostro o solo mi silencio pero sentía las miradas cargadas de confusión sobre mí, como si no pudiera creerlo. Los demás doctores en la habitación no dejaban de mirarse entre ellos, estaban nerviosos, pero había algo más, tenían miedo.

Héctor tosió con rudeza, Me acerque a mi hijo rápidamente para colocar suavemente mi mano sobre su pecho, no quería que se esforzara, sabia que estaba mejorando gracias al antídoto para la plata, sus signos vitales comenzaban a estabilizarse, pero verlo de esa manera, era como un deja vu, no podía quitar las imágenes de la agonía que sufrió mi esposo por el mismo motivo. Traición y plata.

-Shhh.- recargue mi cabeza sobre la suya, sintiéndome aliviada de que mi hijo estuviera bien.- No hables cariño.- susurre.

Peine su cabello hacia atrás, justo como lo hacia cuando era un niño. Lo mire con lágrimas en los ojos.

-Estaré bien mamá. - sonrió levemente.- Un minuto más y no habría nada que se pudiera hacer.

-No quiero hablar de esto Héctor.- acaricie su rostro, haciendo énfasis en el ojo que había perdido. No podía perderlo a el también, perder a su padre, y meses después a Elena era como si me hubieran partido en dos. No podía ni imaginar si lo perdía a él.

-Déjennos solos por favor.- ordene.

Acaricie la mano de Héctor hasta que se quedó dormido. Verlo tranquilo, su pecho subiendo y bajando de manera normal era lo único que pedía. Mire hacia la ventana y con dolor admire los pequeños copos de nieve que caían sobre Arcadia, dedicándole mis pensamientos a mi esposo y a mi hija. Cuide su sueño esa noche. . Me quede junto a mi hijo, junto a la única familia de sangre que me quedaba.

(*)

Cuando los primeros rayos del sol empezaron a asomarse tuve que dejarlo para hacerme cargo de los asuntos de la manada. Con el Alpha y su Luna en cama, la siguiente al mando era yo.

Tome una ducha con agua fria para despertar mis sentidos y baje a desayunar encontrándome con Cicero y Orlando en el comedor.

-Buenos días.- salude seria.

LA ALPHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora