CAPITULO 8.

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Elena Samaras.

Mi nombre se escuchaba perfecto saliendo de sus labios, de manera casi inconsciente empecé a caminar hacia él. Me sentía maravillada ante su presencia.

-Sé que me conoces. Te escuché decir mi nombre.- dije sin dejar de mirarlo.

-Un trago?.- preguntó el hombre que parecía haber sido hecho a mano.

-Por supuesto.- contesté con una sonrisa, intentando ocultar las ganas de arrancarle la ropa en ese momento.

El cantinero sirvió una ronda de whisky, sin dudarlo el hombre de ojos azules le dio fondo de un solo trago.

-Lindos ojos.- dijo mirando el fondo del vaso.- Vampiro?.- me miró divertido.

Negué con la cabeza.

-Loba.- corregí sonriendo.

-No muy común.- contestó.- Jamás había visto un color igual. Plateados.- me miró de manera intensa.- Increíbles.

-Gracias.- respondí. Agradecía no solo el cumplido, si no su existencia, su aroma era embriagante. Me sentía en las nubes.

Terminé mi bebida y solo sentía su mirada sobre mí. Su olor cambió. Olía la adrenalina en su sangre.

-Quieres ir afuera?.- extendió su mano para que la tomara.

Sin decir palabra la tomé. La sensación de su piel sobre la mía me hacía sentir de una manera inigualable, completa es la palabra exacta. En ese momento lo habría seguido hasta el fin del mundo si me lo hubiera pedido.

Ya no podría estar sin él.

Nos alejamos poco a poco de la gente. Podía sentir la mirada de mi hermano clavada a mis espaldas.

-Lo encontré Héctor.- dije en voz baja, sabía que me escuchaba.- El es mi mate.

Vigo Potrev.

Se acercó a mí a paso lento, dejándome admirar cada centímetro de su maravilloso cuerpo. Su belleza solo se veía superada por lo intimidante que resultaba mirarla a los ojos, pero era imposible no hacerlo. Eran como imanes atrayendo a todo aquel a su alrededor, incluso las personas a su lado se apartaban de manera inconsciente de su camino, admirándola.

Cuando estuvo frente a mi no dijo palabra alguna, solo me observó, como observa un león a la gacela que esta por cazar. Sabía que no me conocía, tenia cinco años cuando salí de la comunidad de mi Padre, justo en el momento en que se dio la noticia del nacimiento de los hijos del Alpha Erick.

-Sé que me conoces. Te escuché decir mi nombre.- dijo sin apartar su mirada de mi.

-Un trago?.- le pregunté.

-Por supuesto.- contestó con una sonrisa que me dejo ver sus perfectos dientes blancos.

¿Es que acaso esta mujer no tiene algún otro defecto que haber matado a mi padre?!!!

Me estaba resultando realmente fácil acercarme a ella, incluso me miraba con cierta ternura lo cual me parecía aún mas extraño. Quizás podría cogérmela un par de veces y después cortarle la garganta, tiene un cuerpo de infarto debo reconocerlo.

Estaba empezando a sentirme nervioso, la emoción de poder vengarme por mi padre empezaba a hacer de las suyas, tenía esa sensación de adrenalina recorrer mi cuerpo. Debo controlarme si no quiero que lo noté.

-Quieres ir afuera?.- le pregunté. Tomó mi mano, el roce de su piel con la mía envío un escalofrío que me recorrió por completo, ignoré esa sensación.

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