CAPITULO 37

8.4K 655 3
                                    


Elena Sámaras.

Pasaba mi lengua entre mis dedos, limpiando la sangre de lo que fue aquel miserable. Tome una de sus costillas quitando unos cuantos restos de carne, saboreando su sabor. Su sabor a humano. Una vez que había terminado mire las consecuencias de lo que hice y solo pude observar sus huesos limpios sobre el pasto, quise sentir pena, vergüenza y odio propio por lo que hice, esperaba que alguna de esas emociones me invadiera por dentro, espere sentada por lo que parecieron horas. Incluso desee llorar.

Pero jamás aparecieron.

Fue todo lo contrario, el hambre me invadía de nuevo. Empecé a recordar su aroma, la adrenalina corriendo por sus venas. Su miedo y mi sexo empezó a mojarse. Comenzaba a disfrutar el ser una cazadora suprema.

Haysel aulló excitada.

Me encorve sobre el piso, colocándome en cuatro. Mi espalda empezó a tronar, sentía mi estructura ósea dislocarse. Alce la cabeza gritando.

-No vas a salir ahora Haysel.- gruñi.- Tenemos que guardar esa energía para cuando llegue el momento. No solo estará Héctor esperándonos.

Tome la chamarra del hombre y la coloque sobre mi cuerpo cubriendo mi desnudez. Con sus pantalones improvise una bolsa y ahí coloque la cabeza de Gabriel.

Me acerque nuevamente a los restos del cazador y tome su cráneo entre mis manos. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Al levantar el cráneo un pequeño charco de agua me dejo ver mi reflejo en el. La piel canela de mi rostro estaba sucia, mis labios parecían tener una capa de labial debido a la sangre de mi presa y mis ojos...mis ojos brillaban de manera extraordinaria con ese rojo vivo que ahora les daba vida. Quise tocarlos, pero me detuve. Extrañaba ese color plata en ellos. La del reflejo en el agua se sentía tan diferente a lo que yo era hace apenas unas semanas.

-Gracias por alimentarme. - Aprete su cráneo con ambas manos convirtiéndolo en polvo. Abrí mis puños dejando que la brisa helada se lo llevara con ella, convirtiéndolo en un adorno mas del frio bosque. Repetí el acto con el resto de los huesos.

Me senti aliviada al notar una pequeña dosis de remordimiento.

Sacudi mi cabello bajo los suaves rayos de luz que se colaban de entre los arboles. Respire hondo y cerre los ojos sintiendo toda la vida que me rodeaba.

-Hector.- susurre sintiendo el odio en mi interior.

Debia saber donde me encontraba, que tan lejos estaba de Arcadia. Olfatee el aire del bosque. Una ligera esencia entro en mi nariz.

Olía a olivo negro y eucalipto.

Esos arboles solo se encuentran en Seattle, muy al norte de Estados Unidos. Estaba lejos de casa pero no tanto como habia pensado.

Un quejido sonó en el interior de mi cabeza asi como un dolor en mi costado derecho.

-Vigo.- mire a todos lados buscandolo. Sabia que no estaba ahí pero lo sentía tan cerca. Lo lastimaron por eso había sentido su dolor en mi cuerpo como si fuera propio.

-Iremos a buscarlo?.- pregunto Haysel.

-No.- conteste de inmediato.- Me alegra que este vivo y que pueda sentir dolor. El nos rechazo. Recuerdas?.

-Jamás aclare para que iríamos por el.- sentí a Hayzel sonreír.

Rei ante su comentario.

-Tranquila tengo la seguridad de que el nos esta buscando.- hable.- Y lo que paso entre Vigo y yo aun no termina. El llegara a nosotras.

-Vamos Haysel.- murmure con cariño.- Ya sabes a donde ir.

Con un fuerte aullido que salió desde mis entrañas di luz verde a nuestro regreso. No importo quien nos escuchara a miles de kilómetros a la redonda. Sabia que para este momento Victoria habría entregado mi mensaje, por lo que Héctor ya nos estaría buscando y mis guardias pronto estarían detrás de mi, pero aun así corríamos libres sin parar, sintiéndonos más vivas que nunca. Deberia sentir miedo ante tal amenaza pero era incapaz de sentir algo mas que el deseo de vengarme y el placer de matar y destrozar la carne.

Nos dirigimos a la ciudad que nunca debió dejar de ser nuestro hogar, hacia la manada que juramos proteger con nuestra vida. Hacia el lugar que albergaba nuestra venganza.

LA ALPHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora