Cap. VII

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Martes, 19:00h.

- ¡Nat, ¿has cogido todo?! – grita María desde la puerta.

- Sí, creo que sí – le contesta la morena que baja por las escaleras del apartamento, vestida con un jersey de pico negro muy entallado, una minifalda de cuero y unos taconazos.

- ¡Joder, tía, pero que te has puesto!, ¡que me vas a volver bollera! – dice la rubia sonriendo.

- ¡Eh, perra, a mí no me eches la culpa de eso! – contesta Natalia riendo a carcajadas – anda, vámonos.

- Y recuérdame por qué tenemos que ir tan temprano... - pregunta la rubia.

- Bueno... después de todo lo que ha pasado con la rubia gritona, intento causar una buena impresión – dice Natalia mostrando su sonrisa de niña buena.

- Ya, vale, pues allá vamos – suspira María mientras le da el último repaso a la morena – buena no sé, pero impresión vas a causar seguro...

19:30h

Y allí estaba de nuevo, plantada delante del club, cargada con la guitarra. Cogió aire, lo soltó despacio y entró en el local como si todo aquello fuese suyo:

"Si no vas a entrar pisando fuerte, mejor que no entres" – pensó para sí misma.

Natalia se fija en que había unas pocas mesas que ya estaban servidas, también un par parejas en los sofás en la misma situación. Mira hacia la barra y tampoco hay nadie, ni camareras, ni Joan... lo bueno es que tampoco hay rastro de la enana gritona. Buscando algún sitio en el que dejar la guitarra, escucha algo en la sala del piano, que permanece cerrada con una cinta. Parece alguien cantando. Natalia entra despacio, para nadie se dé cuenta de que está allí, y para su sorpresa, es la rubia enanísima la que está sentada al piano, canta "She Used To Be Mine", de Sara Bareilles.

"Vaya, quien hubiera dicho que de ese cuerpecillo minúsculo podría salir esa voz... así quitecita es bastante mona". Natalia se detiene en los detalles de la rubia: lleva un jersey rosa con un cuello enorme que le cuelga hasta el pecho, pantalones vaqueros pitillo y unas botas militares... "botas militares, le pegan". Lleva el pelo suelto y le cae por la cara, impidiendo a Natalia verle los ojos...

- Mierda – susurra de pronto la rubia, que se ha equivocado en uno de los acordes, y aparta la banqueta para levantarse.

- No pares, por favor, era precioso – dice Natalia sonriendo mientras se sienta en una de las sillas de la sala.

- ¿Qué?... ¡¿qué haces tú aquí?! – dice intentando cubrirse con las manos, como si estuviese desnuda.

- ¿Cómo que qué hago aquí? – dice la morena sin levantarse de la silla, lo que irrita aún más a Alba.

- ¡¿No te dije que te fueras?! – mientras se iba acercando a Natalia iba notando como su ira iba en aumento, "¿pero qué le pasa a esta tía que no para de aparecer, joder?".

- Mira, si tu novio y tú no os ponéis de acuerdo no es culpa mía - empezó a decir Natalia mientras se ponía de pie muy despacio, quedando a unos pocos centímetros de la rubia.

- ¿Qué, qué dices..? – alcanzó a susurrar Alba, que ahora se sentía intimidada por la altura de la morena.

Pasaron así varios segundos, Natalia mirando hacia abajo mientras sonreía a una Alba cada vez más nerviosa que, aunque sin apartar la mirada, iba perdiendo cada vez más fuerza.

- "¿Pero quien mierda se cree esta tía?, ¿me está vacilando, de verdad, en mi cara?"

- ¡Ey, ey, ey! – entró rápidamente Joan, poniéndose en medio de las dos – cada una a su rincón – dice con una sonrisa – Natalia, no te esperábamos tan pronto, ¿te importa darnos unos minutos?

Natalia asiente, y se vuelve a sentar sin dejar de mirar a la rubia, desafiante.

- Alba... - dice Joan intentando obtener la atención de Alba, que sigue perdonándole la vida a la morena – Alba, cariño... Alba, vamos a hablar un momento.

Por fin, la rubia atiende a su novio y se alejan hacia el fondo de la sala, discutiendo. Natalia les mira desde lejos, no alcanza a escuchar nada pero puede decir que claramente están discutiendo, tan sólo mirando los aspavientos que hace la rubia. Joan intenta calmarla, incluso acariciarla en un par de ocasiones, pero la rubia se revuelve y aparta su mano. Finalmente paran de discutir, Alba mira hacia donde está Natalia dedicándole una mirada más fría que el hielo y, después, se va de la sala. Joan se acerca a Natalia con una sonrisa:

- Natalia, perdóname, tendría que haber hablado antes con Alba, pero he estado liadísimo. Lo siento mucho. Nos encantaría que te quedaras.

- Sí, claro, a ella se la ve encantadísima – contesta la morena sonriendo.

- Dale una oportunidad, te prometo que es una persona encantadora... seguro que os acabáis llevando bien – Joan la mira con ojitos de cordero – Por favor, necesitamos a alguien.

- Bueno... pero sólo porque necesito el dinero, Joan – contesta por fin Natalia.

"Sólo espero que esto no acabe en una lucha a muerte... persona encantadora dice" – piensa para sí misma.

Y TÚ MÁS | AlbaliaWhere stories live. Discover now