Cap. XLII

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Cap. XXXXII

Esa misma tarde, lunes, 20:00h.

- ¡Mamá, ya estamos en casa! – grita Alba desde la puerta, soltando las llaves en la mesita del recibidor, se gira hacia Natalia y le susurra – No te asustes, después de un rato, le coges cariño.

- Mientras no quiera asesinarme, todo bien - contesta la morena con una sonrisa.

- Alba, tu padre se acaba de ir a por tu tía y tus primos, ¿puedes llamar a tu hermana para que venga a casa?... ¡Hola, yo soy Rafi! – dice girándose hacía la invitada - ¡Dios, eres altísima!

- Encantada, yo soy Natalia, en realidad lo de ser alta sólo sirve para ir dándote golpes con las cosas – contesta dando dos besos a la anfitriona y dedicándole una sonrisa – gracias por invitarme a cenar, habiendo aparecido de pronto. Hemos comprado algunas cosas... - dice levantando las bolsas que llevaba.

- Hija, no tenías que haberte molestado – dice Rafi que acompaña a la morena, cargada de bolsas a la cocina.

- Es lo menos que podía hacer – contesta ella, dejándolo todo le indican, en la mesa de la cocina.

Después de comer, Alba la había llevado a unas cuantas tiendas especializadas en vinos, a una pastelería y a una floristería, siguiendo sus indicaciones o, más bien, las indicaciones de Google. Al final habían llegado a la casa cargadas con vinos, pasteles y un enorme centro de flores, que Rafi ya estaba colocando en mitad de la mesa en la que iban a cenar.

- Alba, ¿por qué no acompañas a Natalia a tu cuarto y que descanse un poco?, tenéis toallas nuevas en el altillo... que te las alcance ella – le dice la madre con una sonrisa, en los labios.

- ¡Pero Rafi! – se queja la rubia, cruzándose de brazos. La morena no puede evitar reírse ante el comentario.

- Venga, menos protestar y más rapidez, que tu padre llega en media hora con Raquel y los niños – contesta Rafi mientras las empuja fuera de la cocina.

Aunque los padres de Alba estaban separados, tras unos años, habían conseguido llevarse bien e incluso ser buenos amigos. Se había convertido en una tradición pasar la Nochevieja en casa de las Reche, y la nueva novia del padre se sumaba cada año, con su nueva pareja y los hijos de ésta.

Obedeciendo a su madre, Alba acompaña a la morena a su cuarto y tal como entran por la puerta, cierra el pestillo.

- Puedes cambiarte, pero no vas a descansar – le dice a Natalia con una sonrisa, justo antes de tirarse a sus brazos y besarla.

La morena siente su lengua rozando sus labios, pidiendo permiso para entrar y, por supuesto, ella obedece gustosamente abriendo la boca. Retrocede un par de pasos y se sienta en la cama con Alba sentada sobre ella. La rubia abandona la boca su boca y se dirige despacio hasta su cuello donde intercala besos y pequeños mordiscos mientras enreda una de sus manos en el pelo de la morena.

- Dios, Alba... - gruñe Natalia bajito.

- Te echo de menos – contesta la rubia, separándose y apoyando su frente en la de la otra.

- Pero si me tienes delante... - responde la morena sonriendo.

- Llevas demasiada ropa... - dice Alba acariciándose los labios con la lengua.

Natalia deja su mirada fija en los ojos de la rubia, que tiene las pupilas tan dilatadas que parecen completamente negros.

- Sé que voy a flagelarme por esto en infinidad de ocasiones en el futuro – susurra la morena con la voz rota y mordiéndose el labio – pero tu madre está ahí al lado...

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