Cap. XI

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Dos semanas después, martes, 19:39h.

- Joan, ¿hiciste el pedido de refrescos? – pregunta Alba, rebuscando entre las facturas.

- No, Alba, no lo puedo hacer yo todo – rebufa él.

- ¿Tú todo?, llevas tres días sin aparecer por aquí – contesta ella de mal humor.

- Hay otras gestiones que hacer, ¿sabes? – Joan va subiendo el volumen de la voz.

- Mira, paso de quedarme aquí porque vamos a acabar discutiendo – dice la rubia mientras cierra los libros de contabilidad – me voy un rato abajo.

Alba baja las escaleras del despacho mientras de anuda la chaqueta de hilo a la cintura:

- "Arggg, me saca de mis casillas" – se repite la rubia en su cabeza.

Al llegar al salón grande ve a unos cuantos grupos de personas sentados en las mesas, Julia está recogiendo un lavavajillas y en la barra hay dos chicas, una morena de espaldas y otra, tirando a rubia, que no para de reírse. Esa risa le suena familiar así que decide acercarse:

- Ay, va, carallo, no me jodas – decía a la chica morena mientras abría sus enormes ojos claros.

- ¿Sabela? – alcanzó a preguntar la rubia.

La gallega se giró, viendo a Alba acercarse:

- ¡Albi!, ¡Albi, tía, que ilusión! – grita, saltando sobre su amiga.

- ¿Pero qué haces aquí?, ¿qué haces en Madrid? – pregunta la rubia mientras le toca la cara a la otra, para asegurarse que está allí.

- Pues es una historia muy larga – contesta con su acento gallego bien marcado – pero el resumen es que me llamaron del conservatorio para ofrecerme un puesto y no pude negarme, claro.

- ¡Madre mía, qué suerte! – dice Alba sonriendo sin dejar de abrazar a su amiga.

- Y fíjate si es pequeño el mundo que justo mi compañera – dice señalando a la morena que está con ella - me dice que hay una chica que se llama Alba, de Elche, que es guapa como un sol y que tiene un bar. ¡Y aquí estamos!

- Bueno, justo justo eso no dije... pero se entiende la idea – corrige la morena.

Alba se gira para saludarla:

- ¡Joder, Natalia!, no te había conocido con ese... - mira el pelo de la morena, semirecogido en un moñito muy tirante – ese... - repasando su cuerpo de arriba abajo, le parece ver unas mallas rosas debajo de su habitual bomber – esas... - la mira a la cara y sonríe.

- Bueno, ya está bien – dice Natalia – cerrando la cremallera de su chaqueta – si me disculpáis, voy a cambiarme.

- Muy bien, princesa – dice Alba sin dejar de sonreír.

- Para ser el primer chiste en tres meses, te lo podrías haber currado algo más, rubia – dice Natalia, sin volverse, mientras camina hacia el baño.

Alba sonríe y se vuelve de nuevo hacia Sabela, que la mira sonriendo:

- ¿Cuánto hace que está pasando esto, perra? – dando un golpe a la rubia en el brazo – anda que cuentas nada.

- ¿Qué? – dice Alba confusa hasta que entiende lo que le pregunta su amiga - ¡oh!, ¡no, no, no!, Natalia sólo trabaja para mí, eso es todo.

- Aaahhh, vale... - Sabela cierra levemente los ojos poniendo cara de sospecha – entonces el brillo de los ojos es que vas borracha de cervezas, ¿no?, jajajaja.

- ¿Qué dices, tía? – Alba baja la mirada – los aires gallegos y el queso de tetilla te han sentado fatal. ¿Entonces estás ya instalada?

- Sí, estuve un par de semanas quedándome en casa de Natalia, pero ahora ya tengo mi propio piso.

- ¿En casa de Natalia? – pregunta Alba confusa - ¿y de qué la conoces?

- Pues del conservatorio, el primer día fue un caos, la peor clase, niños muy pequeños... uno le abrió a otro la cabeza con un violín – cuenta Sabela – Que ahora me río, ¿eh?, pero en aquel momento... Pues resulta que entró Natalia en el aula y se quedó con los niños mientras yo llevaba al otro a la enfermería.

- ¿Natalia en el conservatorio? – Alba creía estar hablando de otra persona diferente.

- Sí, claro, es una de las profesoras de danza contemporánea de los niveles superiores – cuenta Sabela extrañada de que su amiga no supiese eso – y de las más jóvenes, viene gente de fuera a trabajar con ella y todo.

Alba no salía de su asombro... ¿ella riéndose de sus mallas y resulta que era una eminencia en danza?

- ¿Esto no te lo ha contado ella? – pregunta Sabela – a ver si voy a estar metiendo la pata.

- No, no, bueno... - Alba intenta pensar en una forma de salir del aprieto – bueno, es que no hablamos mucho, ella sólo trabaja para mí... - ante la cara de confusión de su amiga, decide continuar hablando – a veces, me toca... ¡el piano, el piano! – corrige rápidamente dándose cuenta de lo mal que había sonado – a veces hacemos bolos juntas... pero no hablamos mucho

- ¿Pero todo esto es aún por lo de tu hermana? – Sabela mira a Alba, que cada vez parece más perdida.

- Pero... ¿cómo sabes tú lo de Marina?, ¿cómo?...

- Cariño, trabajo con ella casi todos los días, hablamos mucho. Me contó la historia de la chica que tonteaba con ella, lo del pokemon de fuego, y que ahora eras su jefa, pero nunca me dijo tu nombre... ¡hasta hoy! – terminó Sabela con una sonrisa.

- ¿Pok...Pokemon de fuego? – Alba tenía demasiada información dando vueltas en su cabeza.

- No te preocupes, amor, esto lo hablamos todo el viernes – contesta abrazando de nuevo a su amiga.

- ¿El viernes? – pregunta la rubia.

- El viernes... ¡el viernes quemamos Madrid!

Y TÚ MÁS | AlbaliaWhere stories live. Discover now