Cap. XIII

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Una semana después, jueves 19:35h.

Natalia lleva una semana sin ver a Alba, no sabe nada de ella desde la fiesta de Sabela – "pues sí que se recupera mal de las resacas", piensa.

- Ey, Juls – dice a la camarera, intentando parecer despreocupada - ¿está bien la rubia?, hace días que no la veo.

- Pues la he llamado un par de veces y dice que ha pillado una gripe – contesta mirando al suelo y marchándose a hacer otra cosa.

- Ajam... - "está claro que me está mintiendo", piensa Natalia.

Justo en ese momento entra Alba por la puerta del local hecha una furia y sin decir nada, sube rápidamente las escaleras, hacia el despacho en el que se encuentra Joan.

- Pues se ha quedado buen día, ¿eh? – sonríe Natalia a una Julia que aún tiene los ojos abiertos de par en par.

Después de veinte minutos de gritos, de los que no se puede sacar nada en claro, porque en la planta de abajo se escuchan como un susurro, es Joan quien baja corriendo tras haber cerrado la puerta del despacho de un portazo. Al ver que el club ya está lleno de gente, se despide casi con un susurro y sale por la puerta.

En el despacho, Alba no sabe cómo contener las lágrimas, no puede creerse lo que acaba de pasar, después de 4 años y a su novio no se le ocurre otra cosa que darle un ultimátum. Un ultimátum a ella, que le había apoyado en todo. "Para una vez que le digo que necesito tiempo para pensármelo...", piensa Alba.

- ¿Se puede? – Alba da un bote en la silla y se seca las lágrimas lo más rápido posible, estaba tan absorta en sus pensamientos que no ha escuchado que pegaban a la puerta.

- ¿Quién...?, Natalia... estoy ocupada ahora mismo – dice ordenando unos papeles que hay tirados en la mesa – hablamos luego, ¿vale?

- Claro, luego hablamos – dice la morena entrando igualmente – sólo venía a traerte esto – pone una taza de café con leche en el escritorio.

- Yo no bebo café – protesta Alba, intentando ser cortante para que la dejase sola.

- Sí bebes – replica Natalia sacando dos sobres de azúcar del bolsillo y poniéndolos sobre la mesa.

- No puedo beber leche, soy intole... - empieza a decir la rubia.

- Intolerante a la lactosa, lo sé, llevo meses mirándote prepararte el café. He usado la de un cartón rosa que hay en el frigo del almacén – contesta de nuevo Natalia – café caliente, leche fría.

- Gracias – es lo único que alcanza a decir Alba mientras coge la taza, la aprieta contra su pecho y mira al suelo – ahora necesitaría estar sola...

- Claro – dice Natalia alejándose hasta la puerta, pero sin salir.

En ese momento ve como la rubia vuelve a empezar a llorar desconsolada, no emite ningún ruido, pero se pueden ver las lágrimas cayendo por su cara. Natalia se acerca a ella despacio, se agacha, quedando a su altura; Alba ya no hace esfuerzos por contenerse, ha dejado la taza a un lado y se ha echado sobre la mesa.

- Vete... - susurra con la voz rota.

En vez de eso, la morena se echa el brazo de la rubia por encima, pasa uno de los suyos por debajo de sus rodillas y la levanta de la silla como si no pesase nada. No sabe si por miedo o por un acto reflejo, Alba abraza el cuello de Natalia, intentando esconderse allí, sin dejar de llorar.

- Todo va a arreglarse, rubia – consigue articular la morena a la que apenas le sale la voz de la garganta, todo esto le está viniendo muy de sorpresa.

Natalia ve un sillón con pinta de cómodo y se sienta allí, sin soltar en ningún momento el cuerpo del ser minúsculo que ahora tiene en brazos. La rubia no suelta su cuello, "está claro que intenta que no la vea llorar", piensa. Natalia se recuesta en el sillón sin dejar de abrazarla, trazando dibujos en sus piernas y sus brazos con los dedos... parece que eso la relaja porque después de unos minutos apenas se la escucha llorar.

Media hora más tarde, Natalia se despierta sin saber dónde está, mira hacia abajo y ve a Alba, tiene la cabeza apoyada en su hombro y su mano debajo de la sudadera de la morena.

- Rubia – susurra, no quiere despertarla de golpe y que se asuste – Alba... nada, ni caso – suspira Natalia.

Justo en ese momento, Alba empieza a desperezarse, estira los pies, hunde la nariz en el cuello de Natalia, provocándole un escalofrío inmediato, y estira las manos, dejando una sobre el pecho de Natalia...

- ¡Ah!, ¡Dios!, ¡¿pero qué...?! – Alba salta del sofá y se pone de pie, mientras se cubre el cuerpo con las manos.

- No pasa nada, jefa – sonríe Natalia – es sólo una teta – dice mientras se levanta y se estira la ropa.

- Pero... - Alba recuerda lo que las ha llevado a esta situación – lo siento muchísimo.

- Eh, eh, eh, nada de llorar de nuevo – Natalia se acerca, cogiendo la mano de la rubia – ven, tócamela otra vez, que....

- ¡No! – dice Alba, retirando la mano entre risas - ¡no seas guarra, Nat!, ¡devuélveme mi mano, cerda!

- Ayyysss, cómo me pone que me insultes – dice la morena con cara de deseo, justo antes de estallar en risas.

- ¡Qué asquerosa! – alcanza a decir a punto de ahogarse.

- ¡Oh, sí!, ¡oh, sí! – dice Natalia mientras se aleja hacia la puerta riendo – ¡tengo que ir a tocarme!

- ¡Fuera de aquí, cerda! – contesta Alba riendo mientras la otra cierra la puerta.

La rubia lucha por volver a calmar su respiración, y se sienta de nuevo en el escritorio. Alguien pega a la puerta, es Natalia, esta vez no sonríe:

- ¿Vas a estar bien? – pregunta preocupada.

- Sí – contesta Alba mirándola a los ojos - ...gracias por... el café.

- Gracias a ti... por el masaje – dice tocándose la teta que antes le acariciaba Alba y cerrando la puerta tras de sí, con una sonrisa.

- ¡Gilipollas! – escucha a su espalda a Alba, riendo.

Y TÚ MÁS | AlbaliaWhere stories live. Discover now