Cap. XXXVI

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Esa noche, sábado, 22:45h.

- ¡Aquí llega la fiesta! – grita María con las manos en alto tan pronto como entra por la puerta del club, que estaba lleno desde hacía horas.

El grupo se dirige a su reservado habitual, que Alba cerraba las noches en las que sabía que recibiría visita.

- Chavales, Noelia, Sabela y yo vamos a pedir – dice Marta – id haciendo hueco en la pista.

Miki, Damion y Natalia se dirigen al reservado mientras que Julia, que tenía el día libre, Famous, África, María y Carlos se van directamente a bailar.

- Buenas noches, preciosura – dice Sabela a Alba cuando la localiza poniendo una cerveza.

- ¡Ey, habéis venido muy temprano! – se sorprende la rubia, que se pone de puntillas para dar un beso a las chicas por encima de la barra.

- Toma – grita Noelia por encima de la música – es una hamburguesa de tofu de ese, hemos pensado que igual no habías cenado.

- ¡Dios, gracias!, me muero de hambre – sonríe Alba cogiendo la bolsa – os mando un par de rondas de lo de siempre y me como esto en un segundo.

- ¡Genial! – sonríe Marta, alejándose de la barra seguida por Noelia – te esperamos en la mesa.

Alba se dirige a uno de los camareros y pide que vaya con dos bandejas repletas de cervezas al reservado, haciendo especial hincapié en que la primera de las cañas se la ponga a una rubia con el pelo largo, por la seguridad del pobre chico. Al volverse, se encuentra a Sabela todavía en la barra.

- Ey, aún aquí – dice Alba mirando en dirección al reservado.

- Está allí, con los chicos – contesta viendo el gesto de su amiga.

- Ya... bueno... tampoco pasa nada si no viene... - empieza a balbucear la rubia.

- Anda, vamos a cenar – dice la gallega, pasando detrás de la barra y acompañando a Alba, escaleras arriba, camino del despacho.

En mitad del recorrido, Alba vuelve a buscar la Natalia entre la gente. La encuentra en el sofá del reservado y en el momento en que se cruzan sus miradas no puede evitar mostrarle una sonrisa, que la morena le devuelve mientras se muerde el labio inferior. La rubia ha elegido un mono granate que Natalia reconoce fácilmente; recuerda como la segunda vez que se vieron, derramó sin querer toda la copa de Alba sobre ese mismo mono. La morena niega con la cabeza y aprieta fuerte la mandíbula, gesto que la rubia también es capaz de reconocer: "el mono no me va a durar mucho puesto". Nota como se sonroja y baja la mirada para terminar de subir la escalera concentrada en no caer rodando por ellas.

- Bueno... ¿alguna de las dos va a contarme algo, carallo? – protesta Sabela mientras cierra la puerta del despacho – porque la larguirucha no suelta prenda.

- No hay mucho que contar, Sab – dice Alba que se ha sentado en el escritorio y está desenvolviendo su cena – estamos... bien.

- ¿Ah?, pero ¿estáis? – pregunta la gallega – bueno, que tonta, claro que estáis, si no hay quien te localice, menos mal que no me estaba muriendo...

- He estado en casa de Natalia... - explica la rubia que baja la cabeza hacia su hamburguesa - ... desde el jueves.

- Jajajaja, esas son mis chicas – se carcajea Sabela – estaréis reponiendo líquido, ¿no?, la deshidratación es fatal.

- ¡Sab!, por favor, ¿podemos hablar de otra cosa? – protesta Alba, mientras da un bocado a su cena.

- Y sólo por saciar mi curiosidad – sonríe la gallega - ¿cómo es lo de pasarse al lado oscuro? – tras escuchar esto, la rubia se atraganta con el pan y empieza a toser mientras hace aspavientos.

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