Cap. XLV

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Ese mismo día...

La rubia se acerca a cogerlo y lo abre, ya sabe lo que va a encontrar dentro, pero necesita verlo con sus propios ojos. Saca el billete y se confirman sus peores miedos.

- Enhorabuena por el contrato, Nat, seguro que vas a hacerlo genial – susurra mientras se acerca a la morena y le deja un beso en la mejilla – me alegro mucho por ti

Y se aleja de ella, camino de la puerta, buscando algún sitio donde esconderse.

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- ¡¿En serio, Alba?!, ¡¿en serio?! – pregunta Natalia enfadada mientras se interpone entre la rubia y la puerta - ¿eso es todo?, ¿después de un año entero huyendo ahora sólo se te ocurre "enhorabuena"?

Alba, levanta la vista para encontrarse con los ojos de Natalia, nunca la había visto tan enfadada.

- Siempre sales corriendo en cuanto se complica un poco la cosa, ¡eres una cobarde! – Natalia escupe cada una de las palabras.

- ¿Cobarde yo?, ¡eres tú la que se va a la otra punta del mundo! – le increpa Alba.

- ¡Por favor! – contesta Natalia pasándose las manos por el pelo, nerviosa - ¡pero si eres tú quien me ha echado!

- Yo no he echado a nadie – protesta la rubia.

- ¿Qué más necesitas?, he intentado hacerlo todo bien, contigo, con tu familia, paso más tiempo en los aeropuertos que en mi propia casa porque echo de menos tenerte cerca... – Natalia ha empezado a dar paseos por la habitación mientras aprieta los puños, nerviosa – me habría quedado en Madrid por ti, sólo tenías que pedirlo. Ya no sé qué más hacer, Alba, ¿qué más quieres?

La morena alza la vista del suelo para decir esta última frase mirando a la rubia a los ojos. Permanece en silencio esperando algún tipo de contestación por su parte, contestación que no llega. Natalia alza una de sus manos y se masajea la frente, va a abrir la boca para pedirle a Alba que salga del dormitorio cuando siente como ésta recorre los pocos pasos que las separan y se lanza a abrazarla.

- Lo siento, lo siento muchísimo, perdóname – la morena siente como empieza a llorar escondida en su cuello – dime que no es demasiado tarde para pedirte que te quedes.

- Alba... yo ya no puedo más, no voy a quedarme aquí para que dentro de dos meses vuelvas a asustarte porque no sabes lo que quieres – intenta explicar la morena de la forma más calmada que puede mientras desenreda los brazos de Alba de su cuello y la deja en el suelo.

- No me asusto porque no sepa lo que quiero, Nat... me asusto porque estoy tan enamorada de ti que me da miedo no reconocerme si no estás.

Alba deja salir esta frase mirando al suelo, como un susurro, como si fuese una losa que le oprimía el pecho y de la que, por fin, podía liberarse. Permanece de pie, ya sin fuerzas, mientras que un mar de lágrimas recorre sus mejillas en silencio.

Ahora es Natalia la que se acerca, quedando a un palmo de ella, utiliza una de sus manos para alzar la barbilla de Alba, obligándola a mirarla. Busca en sus ojos, algún resquicio de dudas, ese miedo que la rubia le había mostrado siempre cuando la cosa se ponía seria... pero ya no estaba. Despacio, la morena utiliza sus dedos para secar las lágrimas que no dejan de caer por aquellas mejillas y se acerca a sus labios.

- Joder, Alba... - alcanza a susurrar Natalia justo antes de lanzarse sobre su boca, atrapando sus labios con necesidad. Rodea con sus brazos la cintura de la rubia y la levanta de nuevo del suelo mientras la aprieta contra su cuerpo.

Alba le responde enroscando sus piernas alrededor de su cuerpo y entrelazando sus dedos tras su nuca. Echaba de menos sus manos, su olor, ese cosquilleo que la hacía sentir...

- ¿Vas a quedarte? – alcanza a preguntar la rubia, no quiere que toda esta maraña de sentimientos encontrados, la haga olvidarse de lo verdaderamente importante – yo... puedo ir a verte a Londres y así no estás tanto en el aeropuerto...

- En realidad... no – contesta Natalia, provocando el pánico en la rubia – en realidad... voy a trabajar con una firma de aquí... para poder estar en casa.

- ¡¿En serio?! – pregunta Alba con la sonrisa más grande que la morena le haya visto nunca - ¡¿cuándo?!

- En marzo, después de las pasarelas – contesta Natalia mientras la rubia le deja besos por toda la cara - ¿aguantarás sin salir corriendo?

Alba se retira un poco para poder mirarla a los ojos y asiente con gesto solemne.

- Y eso... que has dicho... ¿cuándo ha pasado? – pregunta la morena sonriendo para picar a la otra.

- Y yo que sé, Nat, si has sido una puta mosca cojonera desde el principio – protesta dándole un golpe en el hombro.

Natalia responde cazando de nuevo sus labios, que se disponían a seguir protestando. Lo que empieza siendo un beso pausado, termina siendo una lucha por ver quien deja primero sin aliento a la otra.

- Alba... - gime la morena en voz baja cuando siente sus labios recorriéndole el cuello – O paras o no respondo de mí... - dice casi en un gruñido mientras deja a la rubia en el suelo y da un paso atrás, mientras aprieta la mandíbula.

- Perdona, es que así, liada con la toalla... - le contesta la rubia sonriendo, mientras camina de espaldas hacia la puerta – voy... a preparar la maleta.

Y sale despacio, dejando a la morena con una sonrisa en los labios. "Maldita, Reche, siempre poniéndolo todo patas arriba", piensa Natalia, que aún lucha por controlar su respiración.

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Tres días después, jueves, 10:30h.

Los dos días siguientes un tornado podría haber arrasado Madrid, o una epidemia acabar con la mitad de la humanidad que Alba y Natalia no se habrían enterado. Los pasaron encerradas en casa de la morena, sin contacto alguno con el exterior, quitando los repartidores que pegaban a la puerta de vez en cuando con "provisiones".

Alba había descubierto a una nueva Natalia, una que la besaba despacio, sin prisas, la que se podía pasar una hora contando los lunares de su espalda, con la que podía tumbarse en el sofá a hacer sudokus... tenía que comprarle algo carísimo a Sabela por haberle abierto los ojos unos días antes, porque tenía la sensación de que había estado muy muy cerca de perder todo aquello.

Natalia, se despierta esa mañana con agujetas hasta en el último músculo de su cuerpo, estira el brazo buscando a la rubia a su lado, pero no la encuentra y abre los ojos para encontrarse con una nota en su lado de la almohada.

- "Siento haberte abandonado el día de tu cumpleaños, te prometo que te compensaré esta noche, tienes el desayuno en la cocina. Nos vemos en el estudio de Pablo a las 13:00h. Feliz Cumpleaños, pequeña."

La morena sale despacio de la cama con una sonrisa en los labios y se dirige a la cocina, en la que encuentra una bandeja perfectamente preparada con un zumo, un café, una rosa, una tostada cortada en forma de corazón y otra nota.

- "Tienes más pan en el armario, no te comas este que estará ya asqueroso para cuando te levantes. Te veo en un rato ;)"

Y, de nuevo, una sonrisa se dibuja involuntariamente en la cara de Natalia:

- Podría acostumbrarme a esto...

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