Cap. XII

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Viernes, 21:30h.

Alba se había perdido tres veces buscando la casa de Sabela, justo cuando estaba a punto de abandonar, se paró en un paso de peatones para dejar pasar a un grupo, en el que reconoció a Pablo, el amigo de Joan y a su novia María, amiga de Natalia. Se había pasado la tarde entera pensando en si debía ir o no a la fiesta, y justo en el último momento había decidido que sí; se había duchado, se había puesto un mono negro y unos tacones y allí estaba... en una fiesta en la que casi no conocía a nadie.

Aún así, después de media hora, se encontró hablando con un grupo de gente bastante variopinta: Pablo, al único al que conocía de antes; María, su novia, que parecía mirarla con odio todo el rato; Carlos y Dave, dos chicos que reconocía del grupo de Natalia y Marta, una compañera de Sabela en el conservatorio.

- Entonces tú eres la dueña del bar, ¿no? – preguntó Marta a Alba.

- Sí, yo misma, aunque no es sólo mío, lo llevo a medias con mi... socio – dijo la rubia bajando el volumen. No sabía si Pablo estaba al corriente de que Joan y ella no estaban en su mejor momento. De hecho, él también estaba invitado a la fiesta y había decidido que no era "de su rollo".

- Genial, tía, pues a ver cuándo te invitas a algo, ¿no? – dice Mata dándole un abrazo entre risas.

- Sí, claro, cuando queráis... - la rubia es interrumpida por Carlos.

- ¡Madre mía, Natalia! – grita mirando a la puerta.

- ¡Joder, tía! – aplaude Dave mientras silba - ¡Pivonazo!

Alba se gira buscando ver lo que ve todo el mundo y allí se encuentra con la morena. Subida en unos taconazos blancos increíbles con un vestido de encaje blanco que casi no alcanzaba a taparle el culo. Llevaba el pelo más liso que nunca y el maquillaje en tonos oscuros.

- Cuidado... jefa – Alba notó la mano de alguien debajo de su barbilla, era María, obligándola a cerrar la boca. La rubia de pelo largo paso por su lado en dirección a la recién llegada a la que plantó un beso en los morros – Estás espectacular, cabrona.

- Perdón por el retraso, el club ha cerrado tarde y, encima, he tenido que hacer que Damion viniese a casa a por mí, imposible venir en moto sin enseñar el culo.

- Sí, bueno, me alegro de que alguien se haya dado cuenta de que yo también he llegado – dice el rubio entre risas.

Después de un rato, Alba localiza a Sabela en la cocina.

- ¡Ey, galleguiña!, casi no te encuentro – dice la rubia mientras abraza a su amiga por detrás.

- Amor, ¿cómo estás?, ¿disfrutas de la fiesta? – sonríe, terminando de servir dos cervezas y acercándole una a Alba.

- Bien, la gente es muy agradable y me ha venido genial salir – cuenta Alba con un poco de tristeza, mientras sale a una de las terrazas, seguida por Sabela.

- ¿Y eso?, cuéntame – dice a su amiga, sentándose en uno de los sillones de mimbre e la terraza y señalando a su lado para que Alba se sentase con ella.

- Bueno, no es nada... de todo un poco – suspira – Hoy he vuelto a discutir con Joan, aunque no debería sorprenderme porque es lo único que hacemos últimamente. Si no es porque quiere que le dedique más tiempo al club, es porque no quiere formalizar esto...

- ¿Cómo?, ¿cómo? – la interrumpe Sabela - ¿formalizar?

- Sí, dice que ya llevamos juntos 4 años y que sería hora de ir haciéndolo oficial – cuenta la rubia bajando la mirada – y ya ni siquiera sé si es la misma persona que conocí al llegar a Madrid.

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