Cap. XXXIX

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Esa misma noche…

Los pensamientos de Alba van aún a mil por hora, intenta ordenar todas las ideas que se agolpan en su cabeza: “¿qué está pasando?, ¿por qué ha venido si esta mañana estaba…?, ¿qué se supone que tengo que decirle?, si no puedo pedirle explicaciones… porque no somos nada”.

De pronto, algo llama la atención de la rubia y la saca de su ensimismamiento. Julia se ha llevado a Natalia a una zona bastante alejada del grupo y está contándole algo. La morena permanece quieta, delante de ella, con los brazos cruzados, muy seria.

-        ¿Natalia es la persona a la que Julia tenía que pedirle perdón?, ¿pero qué está pasando aquí? – piensa Alba, aún más confusa.

La gaditana hace el amago de coger las manos de Natalia, que da un paso atrás rápidamente, lo que provoca que Julia empiece a llorar. Ante esto la morena se frota la frente con una de sus manos, parece agobiada, aunque, después de unos segundos, se acerca a abrazar a la de Cádiz.

Alba, desde el mismo sitio de antes, observa la escena con los ojos como platos. Le gustaría salir corriendo, pero parece que alguien le ha pegado los tacones al suelo. Ve como Natalia se separa de Julia y le dice algo, ahora con una sonrisa, señalando en una dirección, hacia la que empiezan a caminar… van al baño.

La rubia ya no puede más, cierra los ojos para evitar volver a llorar por decimocuarta vez en el día. Intentando que nadie note su huida, busca la puerta el local y se escabulle por ella, como no ha cogido su abrigo, opta por no alejarse mucho. Hay un grupo de chicos fumando en la entrada del local y se acerca a ellos.

-        Perdona, ¿me darías un cigarro? – pregunta Alba a uno de ellos que juega con un paquete entre los dedos.

-        Claro que sí – contesta el chaval con una sonrisa mientras abre el paquete y se lo ofrece – y mi número si quieres te lo doy también.

Alba le devuelve la sonrisa y se acerca a otro de los chicos que le está ofreciendo fuego, encendiendo el cigarro y dando una larga calada con los ojos cerrados.

-        Muchas gracias, pasad a tomar algo, yo invito - dice Alba, con una sonrisa, señalando una banda de “hoy es mi cumpleaños”, que le colocó Marta al principio de la noche.

Y dicho esto, se aleja de los chicos para apoyarse en una pared a disfrutar del tabaco, con los ojos cerrados.

-        Tienes que dejar de escaparte de los sitios – escucha decir después de unos minutos.

Alba abre los ojos y la ve, parada a unos centímetros, con ese vestido largo que la deja sin palabras. Se acerca un poco más a ella y le quita el cigarro de las manos, dando también una calada larga.

-        ¿Nerviosa, rubia? – pregunta tendiéndole una copa de algo que parece llevar limón – es vodka.

Sin pensárselo dos veces, Alba coge la copa, que está prácticamente entera y la vacía en unos segundos.

-        Vaya… - dice la morena asombrada, mientras da una última calada y tira el cigarro - ¿quieres preguntarme algo?

Alba siente como, al preguntar esto, ha dado un paso al frente, acorralándola casi, contra la pared.

-        No – contesta la rubia luchando por conseguir el aire que parece que se resiste a entrar en sus pulmones, “Dios, qué bien huele”, piensa.

-        ¿No? – pregunta la morena extrañada – Sabela me dijo que…

-        No quiero explicaciones, Nat, no quiero… no tienes por qué dármelas… porque no somos nada… - empieza a decir Alba, que no consigue terminar ni una sola de las frases – es decir, es evidente que hay algo… pero no tenemos ningún tipo de compromiso… y está claro que tenemos formas diferentes de hacer… yo… yo no creo que sirva para estar con varias personas a la vez, pero… quiero decir… no te voy a pedir que no lo hagas, porque…

Natalia intenta seguir el ritmo del discurso de la rubia que no para de moverse y de mover las manos, jugando con la tela del vestido que la morena lleva puesto, cosa que dificulta aún más que pueda mantener la atención en la conversación.

-        Lo que quiero decir es… lo que quiero decir… - Alba para un momento y se aclara la voz, por si eso la ayudase a aclarar sus ideas – te juro que esta mañana estaba super cabreada contigo y tenía clarísimo que no quería volver a verte pero… es tenerte delante y…

Natalia no puede evitar que se le escape una sonrisa por el comentario:

-        Por Dios, no sonrías… no me lo pongas más difícil – suplica la rubia – la cosa es… no me importa lo de la chica de esta mañana… ni siquiera lo de Julia… aunque debo reconocer que eso sí que no me lo esperaba… - Alba hace otra pausa, cogiendo aire para intentar recomponerse, antes de susurrar - …ven a dormir a casa esta noche, por favor.

-        ¿Qué? – dice la morena intentando interiorizar lo que acaba de escuchar – ¿me estás diciendo que… puedo acostarme con quien quiera y no vas a enfadarte?

-        Yo… te avisaré cuando ya no… pueda más – contesta Alba mirando al suelo.

-        Me estás diciendo que puedo salir por ahí y llevarme a cualquier chica a casa, si me apetece, ¿no? – repite Natalia.

-        … Sí… puedes hacer lo que quieras – responde la rubia a un volumen casi inaudible, sin levantar la mirada.

La morena se aparta un poco y se lleva una de las manos a la nuca, masajeando la zona. Alba es incapaz de escuchar nada a su alrededor, siente el corazón desbocado en los oídos. Acaba de traicionarse a sí misma y todo en lo que había creído hasta ahora por la persona que tiene delante. Ella que siempre había abogado por la fidelidad y el compromiso, acababa de ofrecerle a, posiblemente, la persona más promiscua del mundo, una relación abierta.

La saca de sus pensamientos la cadera de Natalia que acaba de pegarse a la suya, y una de sus manos acariciando su mejilla.

-        Pues tenemos un problema, rubia – dice la morena sonriendo, provocando que Alba levante la vista encontrándose con sus ojos - Porque mí no me gustaría que te llevases a nadie más a casa.

Natalia puede leer la confusión en esos ojos vidriosos que ahora la miran esperando una explicación.

-        No soy experta en la materia, precisamente, pero… relación monógama creo que lo llaman, ¿te interesa? – pregunta mostrando la más amplia de sus sonrisas.

Alba, la mira, intentando controlar un corazón que parece que quiere salírsele del pecho y una respiración que también va por libre. Natalia le deja su tiempo y le acaricia la nuca mientras pega su frente a la de ella.

-        ¿Te interesa?... joder, es la peor declaración de intenciones que he visto nunca – protesta la rubia con media sonrisa.

-        Dime que no… - susurra la morena casi apoyada en los labios de Alba.

Y sin dejarle tiempo a contestar, se acerca, acabando con la distancia que las separaba. El beso es lento, reposado, sabiendo que les queda todo el tiempo del mundo para recorrerse, para volver a descubrirse y a mirarse con otros ojos. Alba rodea con sus brazos la cintura de la morena, que le responde apartándose y acariciándole la nariz con la suya.

-        Deberíamos volver dentro – susurra la rubia.

-        O podríamos irnos a casa – contesta la morena, levantando las cejas.

Alba se ríe, buscando una de las manos de Natalia para entrelazar sus dedos con ella.

-        Pronto – le susurra en el oído, mientras se escapa camino de la puerta del local, tirando de ella con una sonrisa en los labios.

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