Cap. XXV

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Unos días después, sábado, 22:30h.

- A ver, señores, un poco de silencio, por favor – dice Sabela poniéndose en pie, cogiendo su copa de la mesa – Quería daros las gracias a todos por venir a celebrar conmigo que por fin tengo mi plaza en el conservatorio y...

- ¡Gracias a ti por la cerveza! – grita María desde la otra punta de la mesa - ¡te queremos!

- Jajaja, calla ya, Mari – regaña Marta.

- Y bueno, creo que eso es todo, ¡a beber! – grita Sabela levantando su copa.

Son más de treinta personas y tienen un reservado sólo para ellos en una de las discotecas de moda en Madrid. Sabela ha conseguido juntar a gente de todo tipo: profesores del conservatorio, padres, muchos músicos y gente aleatoria que ha aparecido a última hora.

- Ey, felicidades, amor – dice Alba dándole un abrazo a la gallega.

- Gracias, rubiña, ¿lo pasas bien? – pregunta mirándola a los ojos.

- Sí, todo controlado – sonríe enseñándole una copa casi terminada – es la tercera.

- Muy bien, disfruta y olvídate de todo. Es más, aprovecha que Marina ya no está en casa y pégate un homenaje – dice guiñándole un ojo y señalando a la pista.

Alba se pasa la noche bailando con Marta, Julia, África y, por supuesto, Luis, que se deshace en atenciones con ella. Todo parece perfecto hasta que una figura altísima aparece por la puerta del local: taconazos, pantalón negro anchísimo y top de encaje de manga larga que deja totalmente a la vista un sujetador negro precioso. Hoy sí aparece peinada y maquillada como una modelo de pasarela. Alba se queda clavada en mitad de la pista y un escalofrío le recorre la espalda.

- No te quedes ahí, sigue bailando – susurra una voz muy cerca de su oreja.

Alguien la coge de la mano y la gira sobre sí misma, es Dave, que no la suelta y la obliga a no mirar a la puerta.

- No te pares, baila conmigo – dice sonriéndole.

- No puedo más, es que no puedo más... la vida es tan injusta – contesta la rubia hundiendo su cabeza en el pecho del gaditano.

- Tú mantente, mantente que eso ocurrirá – "¿pero es posible que Dave sepa toda la historia?, y yo pensando que estaba siendo discreta", piensa.

- ¿Tú crees? – se atreve a preguntar Alba.

- Ocurrirá, tiene que ocurrir – le sonríe, y la rubia le abraza.

Justo en ese momento, Natalia pasa cerca de la barra... con una rubia de metro ochenta cogida de la mano.

- Ocurrirá cuando yo pegue el estirón, ¿no?, mira eso – protesta Alba señalando a la barra – ... voy a salir a tomar el aire, tendría que haber parado en la tercera copa.

- No no no, espera un momento – él le tira del brazo para retenerla, pero la rubia consigue zafarse.

- Déjame Dave, por favor – dice girándose camino de la puerta.

Justo en ese momento ve a Natalia, de pie, a dos metros de ella, mirándola fijamente. Parece que no hay nadie más en la sala, sólo dos personas intentando hablar sin decir nada. Alba nota los ojos encharcados y lucha por no dejar caer ninguna lágrima. La morena coge aire para decir algo cuando alguien la agarra por el brazo...

- Vamos con tus amigos – dice la modelo con un español casi inentendible, acariciándole la cara.

- Sí... - Natalia busca a la rubia, pero ha desaparecido de la pista, se pone de puntillas y mira por todo el local, la ve saliendo por la puerta – voy al baño, tú espérame por aquí.

La morena sortea a la gente y corre fuera del local... pero ya no hay nadie, busca con la mirada por las calles cercanas pero no la encuentra.

- ¡Joder, Alba! – grita mientras se lleva las manos a la cabeza.

- Lo siento – escucha un susurro detrás de ella. Se gira y la ve, apoyada sobre una de las paredes del local, sólo con su minúsculo vestido rosa, abrazándose a sí misma para entrar en calor. Ya no hay forma humana de contener el torrente de lágrimas que ruedan por sus mejillas.

- ¿Qué haces aquí?, te vas a helar, vuelve dentro – le regaña la morena acercándose a ella.

- No quiero volver dentro... - le contesta con un hilo de voz.

Natalia deja escapar la respiración despacio y se acerca un poco más.

- ¿Por qué? – le susurra mientras se pega tanto que ya casi no queda aire entre ellas.

- No quiero verte con ella – contesta Alba sin dejar de mirar al suelo y arrepintiéndose tal como las palabras van saliendo de su boca.

- ¿Por qué? – vuelve a susurrar Natalia, acercando la mano a la barbilla de la rubia y obligándola a mirarla a los ojos.

- Por favor, no me hagas esto... - suplica Alba.

- Dímelo – le ordena la morena mientras apoya su frente en la de la rubia.

- Dios, Nat... - suspira Alba al notar los brazos de Natalia rodeándola – pero... tenemos que hablar...

- Hablar no se nos da bien, Alba – susurra mientras se hunde en el cuello de la rubia.

- Pero... - ya es incapaz de articular nada más, sólo escucha salir un gemido de su boca cuando la morena la muerde en el cuello.

- ¡¡¡EEEHHH, TÚÚÚ!!!, ¡¡¡DÉJALA TRANQUILA!!! – Luis aparece dando tumbos y empuja a Natalia, lo que casi provoca que las dos se vayan al suelo.

- ¡Pero qué haces, imbécil! – le contesta la morena, poniéndose delante de Alba.

- ¡¡¡QUE TE ALEJES, QUE ESTÁ CONMIGO!!! – grita yendo en busca de la rubia.

- Alba... - Natalia se gira buscándola - ¿quién es este tío?

Al estar de espaldas no ve el siguiente empujón de Luis, que la lanza contra la pared del local, dándose un golpe en la cara.

- ¡Pero, serás gilipollas! – Natalia nota sabor a sangre en la boca, y llevada por la ira, le da un puñetazo en la mandíbula, haciendo que caiga al suelo - ¡oh, cago en...!, ¡joder, creo que me he roto la mano!

- ¡Dios mío, Luis! – Alba corre hasta el bailarín que parece que está convulsionando en el suelo.

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10 horas más tarde

- "Nat, por favor, dime cómo estás. Sólo te pido eso" – era el décimo mensaje que Alba le mandaba desde que la morena había desaparecido la noche anterior. Había intentado explicarle que todo había sido una confusión, que, aunque habían quedado unas cuantas veces, Luis y ella no eran nada; que sentía no haberse quedado a su lado, pero se asustó al verle en el suelo.

- "Estoy bien" – fue la única respuesta, aunque por lo menos había respondido.

- "¿Puedo verte?, ¿dónde estás?" – escribió Alba rápidamente.

- "No puedes, acabo de aterrizar en Londres. Creo que lo mejor es que te aclares con respecto a lo que quieres, Alba. Por favor, mientras tanto, prefiero no saber nada de ti".

Y Natalia no volvió a contestar a ningún otro mensaje.

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