Cap. XXX

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Esa misma noche, miércoles, 21:45h.

- Igual tengo un par de cosas que explicarte...

Natalia da un par de pasos hacia Alba, pero se detiene al ver que ella se aleja confusa.

- ¿Seguías tirándole la caña a mi hermana todo este tiempo? – pregunta la rubia mirándola a los ojos.

La morena coge aire y lo suelta despacio intentando controlar la respuesta.

- No es tu hermana la que me interesa, Alba. No volví a tener contacto con Marina desde aquella noche. Nada más allá de un par de mensajes que me mandó al día siguiente y a los que yo no contesté; y dos o tres veces que se pasó por el club con unas amigas, pero sólo eso...

Vuelve a intentar acercarse a la rubia, que vuelve a retroceder, entrando en el salón. Alba admitiría lo que pudiera pasarle a ella por tener cerca a Natalia, pero protegería a su hermana sobre todas las cosas.

- Volvimos a hablar hace unos meses, estando yo en Londres – continúa la morena – ¿Te acuerdas que Marina estaba agobiada con un proyecto en una de las asignaturas?

Marina había empezado a estudiar "Diseño de Moda" en septiembre y, era verdad que al poco de empezar tuvo algunos problemas de ansiedad por entregas de trabajos y los exámenes. Alba no dice nada pero asiente.

- Vale, pues fue eso, me vio en una revista y me llamó para pedirme consejo. Iba justa de tiempo y me envió unos patrones, mi modista los montó, yo me hice una sesión de fotos con el traje y eso fue lo que presentó. Eso es todo - dice sentándose en uno de los sofás.

- ¿Le haces los trabajos a mi hermana? – pregunta Alba, que parece menos tensa.

- No, sólo ese, estaba muy agobiada – contesta la morena – Y yo... al final, no pude evitar preguntarle, Alba, ¿qué querías que hiciera? – dice Natalia apretando la mandíbula.

- ¿Preguntarle?

- Preguntarle por ti, por cómo estabas, por qué hacías... sabía que ni Sabela ni Julia, me guardarían el secreto y Marina sí lo hizo – ahora baja la mirada.

Alba se acerca despacio al sofá y se sienta a horcajadas encima de Natalia, abrazándose a su cuello.

- Lo siento, Nat, perdóname – susurra rozando con sus labios la piel de la morena.

- Emm... aún estoy muy enfadada – dice sonriendo.

- ¿Sí? – contesta la rubia que se separa un poco para mirarla – vaya... - dice abrazándose de nuevo al cuello y dándole pequeños besitos.

Después de un par de minutos dejándose mimar por la rubia, Natalia, que había permanecido con la cabeza hacia atrás apoyada en el sofá, y los ojos cerrados, se pone derecha y atrae a Alba para pegarla a su cuerpo:

- Dime que no tienes que trabajar mañana – dice colocándole un mechón de pelo detrás de la oreja.

- Arggg – protesta la rubia volviendo a su realidad – mañana me toca abrir.

Natalia la atrae más hacia ella, acariciándole el culo, a lo que la rubia responde girando sus caderas y arqueando la espalda.

- ¿A qué hora sales? – consigue preguntar la morena en una especie de gruñido.

- A las seis – contesta Alba pasando una de sus manos por el cuello de Natalia y mirándola con una sonrisa de todo menos inocente – pero puedo mandar a Julia a casa a las cuatro, si vas a venir a verme...

- Me parece bien – la morena la coge por el cuello y la besa.

Alba siente un escalofrío recorrerle la espalda y nota como se le eriza el pelo. No entiende el poder que puede tener sobre ella alguien a quien apenas conoce, no recuerda cuanto tiempo hace que no se abandona en los brazos de alguien como lo está haciendo ahora mismo. Siente necesidad de sus labios, de sus manos, tanto que casi no puede respirar.

- Quédate a dormir – susurra sin apenas darse cuenta. Aunque en el mismo momento que lo dice se arrepiente pensando en todas las consecuencias de su frase.

Natalia se aparta un poco de ella para poder mirarla a los ojos, que están abiertos como platos.

- No – dice acariciando la cara de Alba – no hasta que no me lo pidas sin que te de un ictus justo después.

- Yo, Nat, yo, lo siento, es que... - la rubia no consigue balbucear nada con sentido provocando la risa de la morena.

- Ey... no pasa nada, todos los principios son complicados – intenta calmar a Alba.

- Nat, yo nunca...

Si hubiese podido cavar un agujero en el suelo y huir por él en ese momento, Alba lo hubiera hecho sin dudarlo. Tenía claro que había una especie de atracción magnética que la llevaba a no querer separarse nunca de Natalia, pero a la vez, no se sentía capaz de cubrir todas las necesidades de una persona como ella.

- Yo nunca me he acostado con una mujer – confiesa bajando la mirada.

- ¿Nunca? – pregunta Natalia sorprendida – yo pensé que antes de...

- Antes de estar con Joan me lie con un par de tías un par de noches porque iba cieguísima y no sabía dónde tenía la cara... a ver, no es que no me gustase, que sí, pero nada más allá, era como lo típico que hacían todas mis amigas... – parecía que ahora que había empezado a hablar, las palabras no podían parar de salir de su boca y Alba se iba arrepintiendo conforme iba viendo la expresión en la cara de Natalia – O sea, que me gustó pero para nada se me pasó por la cabeza acostarme con ellas... y, y luego ellas se pusieron en plan intensas y me agobié... madre mía, pídeme que me calle... - dice llevándose las manos a la boca.

- ¿Me estás diciendo que eres... hetero? – pregunta la morena levantando una ceja.

Alba permanece en silencio, mirando a sus manos, aún agarradas a la blusa de Natalia. La morena abraza la cintura de la rubia, que permanecía sentada a horcajadas sobre ella, y la levanta, poniéndose de pie. Sin dejarla en el suelo, la acuesta en el sofá, colocándose entre sus piernas y hundiéndose en su cuello.

Alba siente los labios de Natalia besando con ansia su piel y su lengua haciendo dibujos a lo largo de su cuello, llegando a su oreja, que recibe un mordisco. Sin dejarla pensar en nada, se lanza sobre su boca, besándola cómo si su vida dependiese de ello. Mientras que apoya todo el peso en uno de sus codos, Natalia utiliza la otra mano para apretar fuerte su cintura mientras mueve despacio sus caderas entre las piernas de Alba, que no puede evitar tirar de la ropa de la morena, para sentirla más cerca de su cuerpo, mientras arquea su espalda. Al notar esto, Natalia la embiste con un único movimiento, quedando pegada a la cara de la rubia, que al sentir esto, arquea aún más la espalda y gira la cabeza hacia atrás mientras ahoga un gemido mordiéndose el labio.

Al sentir que Natalia ha parado de moverse, Alba abre los ojos y busca su mirada, intentando recuperar el aliento.

- Vamos a aclarar una cosa – dice la morena sonriendo – hetero no eres. Dicho esto, puedo esperar a que estés preparada, no tengo prisa. ¿Te apetece pizza para cenar?

Natalia se levanta del sofá y tras lanzar un cojín a Alba, que permanece inmóvil, se va a la cocina. La rubia confusa, se aprieta el cojín fuerte contra la cara y grita:

- ¡¡¡ARGGG!!!, ¡¡¡QUÉ HIJA DE PUTA!!!

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