Cap. XXIX

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Cuatro días después, miércoles, 13:30h.

Por fin había llegado el día, la primera cita, si es que podía considerarse una cita. La cabeza de Alba iba a mil por hora desde la fiesta, aunque habían conseguido hablar por teléfono un par de noches, cuando Natalia terminaba con algún compromiso profesional, y eso la calmaba. Las conversaciones se habían limitado a las actividades del día, aunque quizás era mejor así, no poner demasiadas expectativas en algo que, viendo el historial de ambas, podía acabar fatal.

En alguna ocasión, la rubia había llegado a pensar que Natalia podía haberse enfriado, al verse de nuevo entre modelos de dos metros. Y esa era otra, ¿cómo te arreglas para quedar a comer con una modelo internacional?, ¿rollo elegante?, ¿casual? Por suerte, la respuesta a eso último se la había dado Natalia con un "ponte cómoda", así que había elegido un enorme mono de rayas de colores y zapatillas con plataforma, por si necesitaba salir corriendo.

- Alba... ¡Alba! – la voz de Julia la sacó de sus pensamientos – te está vibrando el móvil.

- Ays, perdona, que no sé dónde tengo la cabeza - dijo alejándose con el teléfono del almacén en el que estaban colocando las bebidas.

- Hola – contesta al ver quien llama.

- ¿Te has arrepentido ya? – escucha la voz de Natalia - ¿Cómo va el "asustómetro"?

- No sé de qué me hablas – sonríe Alba, aunque la verdad es que no ha pegado ojo en toda la noche.

- ¿No?, me habré confundido de persona. Entonces dame un segundo, que cancele el plan B – pica la morena.

- Pues sí, quizás deberías – contesta Alba fingiendo enfado.

- Por cierto, te queda genial ese mono – dice Natalia – te hace un culo estupendo.

- ¡Nat! – dice Alba tapándose con las manos - ¿dónde estás?

- Te espero en la puerta de atrás, coge el abrigo.

Cinco minutos después, Alba se despide de Julia con la excusa de ir a comer con unas compañeras de la universidad, coge su abrigo, su riñonera y sale por la puerta del almacén. Y ahí está... el sueño erótico de cualquiera. Apoyada en el sillín de la moto, con las piernas cruzadas y toda enfundada en cuero... sólo ella podía hacer una entrada así.

- Vaya, al final te has decidido a salir – dice sonriendo pícaramente mientras da un repaso a la rubia, que aún no se ha cerrado el abrigo.

- ¿Quieres una foto? – pregunta poniendo los brazos en jarra.

- Quiero algo más que una foto – contesta mordiéndose el labio – pero de momento... - le tiende una gominola y un casco.

- Nat, ¿es una flor de gominola? – dice Alba riéndose – ohhh, que mona eres.

- Anda, ponte el casco, bruja – protesta Natalia mientras se pone el suyo.

Después de unos minutos de viaje, Natalia para en un semáforo, nota a Alba tensa a su espalda. Abre su chaqueta, coge las manos de la rubia y las mete debajo, obligándola a abrazarla. Alba le responde apretándola fuerte y soltando el aire que llevaba un rato conteniendo. Un rato después, Natalia para la moto en una especie de venta, camino de la sierra de Madrid. Es un sitio pequeño, familiar y sirven comida ecológica que cultivan en su propio huerto.

- ¿Estás nerviosa? – pregunta Natalia mientras guarda los cascos en la moto.

- ¿Tú no? – sonríe Alba tímidamente.

- ¿Yo?, ¿por qué?, ¿por quedar con alguien después de un año matándonos? – ríe Natalia – que va, si lo hago todo el tiempo.

Alba alza la mano para pegar a la morena, que la coge en el aire y tira de ella, dejando a la rubia pegada a su cuerpo. Antes de que a Alba le dé tiempo a reaccionar tiene a Natalia sobre sus labios, besándolos despacio, mordiendo suavemente su labio inferior. Y ya era incapaz de recordar ninguno de los motivos por los que había estado a punto de pedirle a Natalia que no viniese.

Y TÚ MÁS | AlbaliaWhere stories live. Discover now