Cap. XXXII

14.9K 513 59
                                    


Esa misma noche, 21:35h.

Alba lleva cinco minutos parada en la puerta de Natalia sin atreverse a llamar, le ha costado más de media hora elegir la ropa y acertar a salir de casa sin olvidarse nada. Al final se ha decidido por un pantalón negro de cintura alta, una camisa blanca con dibujos de flores que se ha abrochado hasta el último botón y un abrigo largo... arreglada pero no mucho.

Justo cuando va a golpear la puerta con los nudillos, vibra su teléfono:

Nat:

"Si sigues ahí cuando llegue el repartidor, te toca pagar la cena."

Justo cuando va a contestar al mensaje, se abre la puerta y allí está ella, sonríe mientras cruza los brazos y se apoya en el marco. Va descalza, con un pantalón de chándal gris y una camiseta de tirantes negra.

- Vaya, vaya – dice mientras repasa el cuerpo de Alba de arriba abajo – pero si es Alba Reche.

- Crees que esas son formas de recibir a tu invitada – pica la rubia, que está intentando controlar su respiración en estos minutos, antes de entrar - ¿qué llevas puesto?, ¿no sabía que habíamos quedado para jugar al padel?

- ¿No te gusta mi conjunto? – pregunta la morena mirándose la ropa – bueno, pues me lo quito – dice cogiendo la parte de abajo de su camiseta y haciendo el intento de quitársela.

- ¡No, no, no! – Alba le agarra las manos y la empuja dentro de la casa entre risas, cerrando la puerta con el pie.

Natalia aprovecha la cercanía de la rubia para librarse de su agarre y cogerla por las muñecas, obligándola a andar de espaldas hasta que vuelve a tropezar con la puerta de la calle, quedando a pocos centímetros de su cara. Alba la siente tan cerca que nota su respiración en los labios, se fija en su mirada que viaja entre sus ojos y su boca.

- ¿Me das tu abrigo? – pregunta la morena separándose de ella y mostrándole una tímida sonrisa.

Alba se quita el abrigo despacio, intentando recuperar el aliento.

- Me imagino que ya conoces la casa, ¿no? – dice Natalia mientras pone el abrigo en una percha y lo guarda en un armario cerca de la entrada.

- Pues en realidad, no pasé del salón y la cocina... por si acaso – sonríe Alba recordando las dos veces que fue a dar de comer a los gatos.

- Vale, pues te la enseño si quieres, mientras llega la cena, he pedido chino y he hecho hincapié en que nada lleve ni carne ni lactosa, pero si te apetece otra cosa, llamamos a otro sitio – comenta Natalia mientras pasa al salón.

- No, eso está bien – Alba está un poco confusa por el comportamiento tan "amigable" de la morena.

Después de unos minutos, pasearon por el salón, la cocina, un cuarto de invitados, el otro en el que suele dormir Adriana (las paredes están pintadas con dibujos) y una puerta cerrada que Alba intuyó que era el dormitorio de Natalia. Hacía rato que la rubia no prestaba atención a lo que le decía la morena: "¿Por qué no me toca?, es como si no quisiera ni rozarme". Para salir de dudas, mientras Natalia andaba hacia quién sabe dónde, Alba roza su brazo con el dorso de su mano, a lo que la morena responde cogiéndola y entrelazando sus dedos con ella.

- Ven, que te quiero enseñar algo - le dice, llevándola hasta una puerta en el salón.

Al pasar por la puerta, Alba se da cuenta de que siguen en un interior, pero que esta zona ya no parece una casa, es una nave industrial al uso, hay un par de coches aparcados y la moto de Natalia. Una zona con una especie de gimnasio con algunos aparatos y una canasta, un espejo gigante con lo que parece una barra para hacer ballet, otro espacio con columpios y juegos de niños y una habitación al fondo, bastante grande, que es hacia donde se dirigen.

Y TÚ MÁS | AlbaliaWhere stories live. Discover now