Cap. XLVIX

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Dos días después, 9:37h.

- Buenos días, dormilona – susurra Natalia en la oreja de la rubia.

- Un poquito más... - protesta Alba, que se gira para abrazar a la morena y se lleva una sorpresa que la obliga a abrir los ojos - ¿qué haces vestida?

- He ido a llevar a Marina al estudio de Alfonso, van a hacerle un book – contesta Natalia mientras a la rubia se le dibuja una sonrisa en los labios – lo que significa que tenemos el día para nosotras solas hasta la gala de esta noche.

- Pues más a mi favor, ¿qué haces vestida? – se ríe Alba.

- Ven aquí, bruja – contesta Natalia que, liando a la rubia en la sábana que la está tapando la levanta de la cama y se la carga al hombro.

- ¡Ah!, ¡socorro!, ¡me secuestran! – grita entre risas, mientras levanta la camiseta de la morena y le da un mordisco en la espalda.

Tras luchar por mantenerse en pie sin dejarla caer, Natalia sienta a Alba en una de las sillas de la cocina y le pone una taza de café delante, y una caja de las pastillas que la rubia suele tomar para su intolerancia a la lactosa:

- ¿Para qué quiero esto? – dice agitando la caja, a lo que Natalia responde poniéndole un plato delante - ¡¡¡sticky toffee!!!

- Me han mirado como una loca cuando he ido a comprar esto es estas horas, sólo quiero que lo sepas – contesta Natalia sentándose a su lado con un café y unas tostadas.

- Me encanta, comería esto todo el día – responde le rubia, saboreando ya el primer trozo - ¿quieres?

- No, demasiado empalagoso – dice la morena.

- ¿Cuándo vuelves a Madrid? – pregunta Alba mirando a su plato.

La rubia no se había podido olvidar del comentario de Natalia aquella noche, justo antes de que el volcán Julia estallase... "ven a vivir conmigo", una parte de ella estaba convencida de que era demasiado pronto para la convivencia, pero la otra se preguntaba por qué era tan mala idea despertarse cada mañana y ver aquellos ojos. La morena no había vuelto a hablar del tema, ni siquiera lo había mencionado y eso hacía a Alba pensar que era posible que se hubiese arrepentido de la propuesta.

- Termino en París el día 5 así que creo que para el 7 podría estar allí – contesta Natalia, consultando su teléfono - ¿querrás hacer algo ese fin de semana?

- No, ese fin de semana querré encerrarme en casa contigo – contesta la rubia sonriendo y alzando las cejas, lo que provoca una sonrisa aún mayor en la morena - ¿de verdad no quieres probar esto?

Alba le ofrece el último trozo de su desayuno, empapado en salsa, Natalia niega con la cabeza y la rubia se lo mete en la boca, limpiando la cuchara despacio con la lengua, atrapando la mirada de la morena.

- ¿Estás segura? – vuelve a preguntar, repasando ahora el plato con el dedo y llevándoselo a la boca despacio.

- Alba... - pronuncia Natalia casi en un gruñido.

La rubia, que no le hace caso, vuelve a mojar en dedo en el plato, pero esta vez, antes de que pueda llevárselo a la boca, una de las manos de la morena agarra su muñeca y tira de ella.

- ¿Te lo has pensado mejor? – pregunta Alba mirándola a los ojos. Y siguiendo las indicaciones que le da Natalia, se levanta de su silla para sentarse en el regazo de la más alta, que ya está lamiéndole el dedo.

La rubia, que sonríe victoriosa mientras la morena le devuelve su mano, enreda sus piernas alrededor de su cintura. Y la morena, que ya tenía organizada toda la mañana, se abandona a sus deseos más básicos, atrayendo a la pequeña hacia sí, para besarla despacio.

Alba sabe a café y caramelo, su lengua juega despacio con la de Natalia, que deja escapar un gemido en cuanto la rubia empieza a mover sus caderas sobre ella. Aunque llevan dos días en los que, prácticamente, no duermen sus cuerpos parecen no tener nunca suficiente. La morena siente un escalofrío que recorre su cuerpo al notar la respiración de Alba en su cuello, y reacciona, poniéndose en pie, con ella en brazos y llevándola sobre la encimera de la cocina.

La rubia responde, tirándole del pelo para volver a acceder a su boca, mientras que Natalia, sin oponer resistencia, lucha por deshacerse de la sábana que aún cubre el cuerpo de la pequeña.

- Joder, Alba, estamos enfermas – gruñe la morena, contemplando ahora el cuerpo de la rubia, que le saca la camisa por la cabeza en un movimiento rápido, parándose a mirar también lo que tiene delante.

- Voy a estar tres semanas sin verte, o me apagas esto o... - pero la rubia no puede terminar la frase porque ya tiene los labios de Natalia sobre los suyos.

Las manos de ambas recorren ansiosas toda la piel que alcanzan y sus bocas no se separan si no es para coger aire. Alba siente el cuerpo de la morena pegado al suyo y aprieta fuerte sus piernas alrededor de su cintura, provocando un gruñido de ésta, que ahora nota la humedad de la rubia pegada a su tripa.

Natalia se separa despacio y une su frente a la de Alba, que la mira intensamente a los ojos, sintiendo su respiración sobre los labios. A la morena aún le parece increíble tenerla así, delante de ella, sin más artificios que una sonrisa.

- Eres perfecta – susurra Natalia mirándola a los ojos.

Y muy despacio, le introduce dos dedos, provocando que Alba deje escapar un gemido y la apriete fuerte contra ella. La morena los mueve lento mientras la rubia acaricia de la misma forma su cuello con ambas manos. Lo que ha empezado siendo un impulso incontrolable ahora es un lento juego de caricias, que está llevando a Alba a perder el control sobre su cuerpo.

Por primera vez desde que estaban juntas, la rubia no emite sonido alguno y se deja ir abrazada fuertemente al cuello de Natalia, temblando. La morena la cubre de nuevo con la sábana y la sostiene entre sus brazos hasta que siente su respiración relajarse.

Pasan el resto de la mañana entre besos, caricias y gemidos, hasta que se deciden a salir en busca de algo para comer. Ambas se han decidido por ropa de deporte, zapatillas y gorros de lana, y tras comprar el almuerzo en un minúsculo local del centro, pasean de la mano mientras hablan sobre cualquier cosa.

A media tarde, al girar una esquina en el camino de vuelta a casa de la morena, varias personas se abalanzan sobre la pareja con cámaras de fotos y micrófonos. El barullo que se forma alrededor de las chicas es tal que Alba, cegada por los flashes, suelta la mano de Natalia para cubrirse la cara, y se queda bloqueada en mitad de la calle. La morena lucha por abrirse paso entre el grupo, esquivando las preguntas y los objetivos mientras agarra la sudadera de la rubia, tirando de ella.

- Vamos, Alba, échame una mano, ya no queda nada – dice Natalia luchando contra la oposición a avanzar de la rubia – Vamos.

Tras varios minutos en los que las preguntas y las fotografías no cesan, consiguen alcanzar el portal de la morena, que cierra las puertas tras ellas y, arrastra a Alba, aún algo mareada, hasta el ascensor. Una vez dentro, Natalia se acerca a ella, que retrocede al verla venir.

- ¿De qué estaban hablando, Nat?, ¿qué has hecho? – pregunta la rubia buscando una respuesta, con los ojos a punto de desbordarse.

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