Cap. XXI

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Tres días después, martes, 19:35h

Natalia llevaba desde el día de la fiesta pensando en cómo sería volver a ver a Alba después de lo que había pasado. Tenía sentimientos encontrados: por una parte, la odiaba profundamente por haberla dejado sola, incluso cuando le había pedido que no lo hiciera. Es verdad que no estaba muy acostumbrada a tener que pedir las cosas, pero, aun así, lo había hecho y lo único que había recibido era el rechazo más absoluto. Y aquel beso... por Dios, si aquel tío era un gilipollas... lo de llevárselo al despacho fue la gota que colmó el vaso...

Aunque había una parte dentro de ella que se castigaba por no haber esperado ni cinco minutos para salir de allí con Julia, pero no podía verlo... otra vez con él no. Casi sin darse cuenta había llegado a la puerta del club, paró en seco, respiró hondo y entro despacio.

El local estaba medianamente lleno, pero todo el mundo tenía su mesa, la música sonaba de fondo. Desde luego, nada que ver con el último recuerdo que tenía Natalia de él. Miró a su alrededor buscando a Alba y después de unos minutos la encontró en una esquina de la sala del piano, sentada con África, con la que parecía que había entablado una buena relación últimamente.

Tiene cara de cansada y los ojos hinchados, aunque lo intenta disimular con algo de maquillaje y dejando caer suelta su melena rubia. Lleva unos vaqueros gastados y una sudadera naranja con capucha que, a todas luces, es tres o cuatro tallas mayor que la suya.

Natalia se queda mirando desde la puerta de la sala, hasta que después de unos minutos Alba levanta la vista y la ve. Su única reacción es un suspiro, después de levanta de la mesa, da un beso a África en la mejilla y se dirige hacia la puerta sin apartar la mirada de la morena, que está allí con ojos de cachorrito abandonado.

Sobrepasa a Natalia, se para y dice sin girarse:

- Ven conmigo, por favor – su voz es fría como el hielo, no espera respuesta y empieza a andar escaleras arriba, camino del despacho.

Natalia no puede más que seguirla, sabe que negarse no arreglaría las cosas. Una vez que están dentro del despacho, cierra la puerta tras ellas. Alba aprovecha para sentarse en su sillón, detrás del escritorio.

- Alba, yo... – comienza Natalia aún de pie.

- Toma, esto es para ti – interrumpe la rubia sacando un sobre del cajón de la mesa.

- ¿Qué es...? – la morena abre el sobre para ver unos cuantos billetes de doscientos euros y dos tarjetas de visita, aparentemente de dos gerentes de locales de moda.

- Son las tarjetas de Miguel y Salva, dos amigos que, además, tienen un par de clubs en el centro. Están esperando tu llamada, y pueden ofrecerte trabajar todas las noches, si es lo que quieres... también te pagarán más de lo que te pago yo – explica Alba mientras que Natalia, confusa sigue mirando dentro del sobre.

- Y... - consigue decir la morena.

- Lo otro es tu finiquito... – ante esta frase Natalia levanta la cabeza y se prepara para decir algo, cuando Alba vuelve a hablar – Por favor, déjame que lo suelte todo de golpe – dice bajando la cabeza y dejando salir todo el aire para hacer acopio de valor – Nat, esto no es sano, tenerte cerca es confuso y hace daño. Hace seis meses mi vida era un remanso de paz y ahora no sé ni donde tengo la cara. Vienes y haces y deshaces a tu antojo... y no voy a echarte toda la culpa, yo te he dejado que lo hagas. Pero esto no puede seguir así, no quiero que vuelvas por aquí – Alba ha ido disminuyendo la velocidad del discurso y acaba la última frase mirando directamente a la morena a los ojos.

- ¿Perdona? – contesta Natalia con los ojos abiertos de par en par - ¿yo hago y deshago?, ¿yo?, pero si me tienes dando tumbos desde hace meses, Alba, por Dios.

- Te he dicho que yo también tengo la culpa – vuelve a decir la rubia con un tono cada vez más frío – por eso lo mejor es que no nos volvamos a ver.

- Pero... - los pensamientos se agolpan en la cabeza de Natalia, está claro que de todas las situaciones que se había imaginado, ésta no era una de ellas, en eso la rubia le lleva tres días de ventaja – pero ¿esto a qué viene?, ¿esto es por lo de Julia?, lo de Julia no significó nada...

- No es por lo de Julia – la interrumpe Alba, que empieza a organizar los papeles del escritorio – es porque es lo mejor. Aunque no voy a mentirte si te digo que estos tres días escuchándola hablar de vuestras prácticas sexuales no me han sentado bien.

- ¡Dios, si no fue nada!, si... - Natalia empieza a ponerse nerviosa por la parsimonia con la que la rubia está controlando la situación, ella precisamente, que durante los primeros meses se comunicaba a gritos.

- No importa, Nat – vuelve a cortarla – olvida eso.

- ¿Que olvide eso? – la morena se lleva las manos a la cabeza, intentando entender lo que está pasando y empieza a pasear por la habitación – pero ¿quién mierda eres ahora?, pareces un puto robot. Me estás mandando a la mierda como quien pide el turno en la frutería.

- No te puedo mandar a la mierda, porque nunca hemos tenido nada... - contesta Alba con la voz más calmada aún.

Natalia ya no puede más y explota, tira el sobre en la mesa y apoya los puños en ella inclinándose hacia Alba.

- ¿Y si no hemos tenido nada porque te molesta lo que Julia te cuente? – la mira directamente a los ojos y se queda callada para obligarla a responder.

- Que no hayamos tenido nada no quiere decir que yo no... me preocupe por ti... - contesta Alba.

- ¡¿Preocuparte por mí?! – ahora es Natalia quien la corta, aún apoyada en la mesa – mi médico se preocupa por mí. ¿Eso es lo que sientes?, ¿preocupación?

- Natalia, yo... creo que lo mejor es que te vayas – dice Alba volviendo a ordenar papeles.

- ¡Que dejes eso, joder! – contesta la morena quitándole los papeles de las manos, da la vuelta a la mesa y se agacha al lado de la silla de Alba, girándola para dejarla frente a ella – Dime que no sientes nada, dímelo y me voy.

- ...¿Y si siento algo qué, Nat? – la mira a los ojos y la morena puede ver una mezcla entre cansancio, resignación y tristeza - ¿qué vas a hacer?

- Yo... - contesta la morena confusa.

- ¿Vas a dejar de salir a beber?, ¿de tirarte a todo lo que se menea? – consigue preguntar aparentando estar tranquila, cuando siente que el corazón se le sale del pecho - ¿vas a buscar un trabajo estable en vez de los seis temporales que tienes ahora?, ¿vas a venirte a casa a ayudarme a reconducir a una adolescente malcriada?... porque todo eso es lo que hacía Joan...

- Uff, no me hables de ese gilipollas – dice Natalia poniendo los ojos en blanco.

- Pero es cierto, es lo que hacía – Alba hace una pausa - ¿crees que lo que necesito es un polvo?, ¿eso crees?, porque eso es lo que me ofreces, ¿no?... el gran polvo del siglo, según Julia. Yo tengo responsabilidades, Natalia, no puedo ir por ahí jugueteando con una cría que juega a ser femme-fatale.

"Dios, ¿por qué no se va ya?, ¿qué más tengo que decirle?" – piensa Alba que ve cómo sus palabras están destrozando a la morena delante de sus ojos y ella no se mueve.

- Tú nunca fuiste sólo un polvo – dice Natalia en voz baja, mirando al suelo y apretando la mandíbula.

Alba cree ver como una lágrima rueda por su mejilla y está a punto de acercar su mano para limpiarla cuando Natalia se levanta y de dirige hacia la puerta.

- Quédate con tu puto dinero – dice y cierra tras de sí dando un portazo.

La rubia sube los pies a la silla, se abraza las rodillas y empieza a llorar como no se había permitido hacer desde hacía años.

Y TÚ MÁS | AlbaliaWhere stories live. Discover now