Cap. XXXIV

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La mañana siguiente, viernes, 11:35h.

Alba se despierta con la sensación de haber dormido durante al menos dos días seguidos, se estira en la cama, pero aún se niega a abrir los ojos, para disfrutar un poco más del momento. Poco a poco, los recuerdos de las últimas horas llegan a su cabeza, casi puede sentir las manos de Natalia aún, abrasándole la piel. No puede evitar que en sus labios de dibuje una pequeña sonrisa.

Estira la mano buscando a la morena y al no alcanzarla, se gira sobre sí misma para abrir los ojos y descubrir la otra mitad de la cama completamente vacía.

- ¿Nat? – pregunta en voz alta.

Al no recibir respuesta, decide salir de la cama, liada en la sábana e ir al baño a buscarla.

- ¿Nat? – tras no encontrarla allí, sale al pasillo y va mirando en las distintas habitaciones - ¿Natalia?

El miedo empieza a apoderarse de Alba al ver que se ha ido, no está en la casa. "Mierda, mierda, mierda, lo sabía", piensa Alba, que se dirige a la puerta del salón que da a la nave. La abre y se asoma para comprobar que, efectivamente, la moto también ha desaparecido.

- Joder... - alcanza a susurrar mientras vuelve al cuarto con el paso acelerado y el corazón aún más.

"Tenía que haber hecho caso a todo el mundo, si esto es lo que hace siempre no sé por qué me sorprendo...", se culpa Alba, que se dispone a vestirte todo lo rápido que le permiten sus manos temblorosas.

Natalia Lacunza, la versión huidiza de una Mantis Religiosa, ¿por qué va a cambiar por nadie? Cuando ha conseguido ponerse los pantalones y la camisa, la rubia se desespera intentando encontrar una de sus botas, que debieron lanzar anoche de una patada a alguna parte.

- ¡Dios, vamos!, ¿dónde estás? – protesta Alba, que no ha escuchado las llaves de la puerta ni a quien llega por el pasillo.

- Vaya... así que esto es Alba Reche huyendo de la escena del crimen – dice la morena intentando contener el enfado – Sabía que saldrías huyendo, pero esperaba que, esta vez al menos, te dignases a despedirte.

Alba se gira despacio sobre sí misma para encontrarse a Natalia apoyada en el quicio de la puerta, con la chupa de cuero aún puesta, lleva una bolsa de papel algo aceitosa bajo el brazo y una especie de termo para bebidas en la mano. La rubia, confusa, no sabe qué decir y sólo baja la mirada al suelo. Natalia cree ver sus ojos encharcados y, por fin, entiende lo que está pasando.

- Ey... - susurra, mientras se acerca a una de las cómodas a dejar todo lo que llevaba en las manos - ...no, no, no – dice acercándose a Alba, que ya se ha llevado las manos a la cara para intentar cubrirse.

Natalia salva la distancia que las separa rápidamente y envuelve a la rubia con sus brazos.

- Te he asustado... perdona – dice suavemente mientras le acaricia el pelo.

Después de unos minutos, parece que Alba se ha calmado, aunque permanece inmóvil y sin decir nada. La morena la toma por la barbilla y la obliga a mirarla. Aunque, al principio se resiste, al final cede y acaba encontrándose con sus ojos.

- Estoy aquí, Alba, no me voy a ningún sitio – da un beso suave en la frente de Alba, que sigue inmóvil. Natalia se agacha, abrazando a la rubia por la cintura, a lo que por fin ella responde enroscando los brazos a su cuello y escondiendo su cara allí.

Natalia nota la humedad de las lágrimas de Alba resbalando por su clavícula. Tira hacia arriba de la rubia y le alza las piernas para enroscarlas a su cintura.

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